Muro azul
Atrás queda ya un verano para el recuerdo. Un verano con el regusto de los veranos de antes, con la sensación de que ha pasado de todo y de que vuelves con la maleta llena de buenas sensaciones. Un verano con tiempo para dormir y para no dormir, para ser feliz, para recorrer las calles de las ciudades añoradas, reencontrar otras después de tiempo, descubrir barrios desconocidos en otras urbes más al norte, recorrer la costa gallega y que el mar te acoja de nuevo; sentirte en casa otra vez, emocionarte con el anochecer e intentar capturar el momento; conducir al lado del mar, en soledad, con las ventanillas bajadas para que entre la brisa nocturna y con la música a niveles de vandalismo electrónico; leer, leer epifanías, la revolución está aquí, conversaciones con la gente de la calle, encuentros siempre esperados, reencuentros, coincidencias, postencuentros con sabor a distancia, momentazos en grupo por las pasiones compartidas, comerte la vida, bebértela hasta quedar inconsciente; mezclar en tu cabeza el olor del salitre con el olor de los trigales al anochecer, recordar los tiempos de niño en la siega, el corazón partido entre los mares, y siempre, siempre, disfrutar del arte, encontrarle un sentido en los muros, emocionarte con la visión de los murales.
Una agradable locura. Como el primer verano del resto de nuestras vidas. Acabó ya, aunque todavía quedan los recuerdos de cuando comenzó allá por Lisboa, inventariando el arte de sus muros. Locura y muros, esto es lo que tienen en común las intervenciones patrocinadas por la GAU de los rostros do muro azul en el Centro Hospitalar Psiquiátrico de Lisboa. Estas son las fotos de las primeras fases, ahora hay ya algunas más.
Arte en la calle @r2hox / @artenlcalle