Los sueños pueden aprovecharse como una carretera psico-evolutiva al alcance de todo ser humano.

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Algo que los viajeros aprenden y enseñan a lo largo de la historia es que no es necesario ir al desierto o a las montañas para emprender un viaje de autoconocimiento. Los chamanes, esa figura que desde tiempos remotos ayudaban a los miembros de la tribu a conseguir visión, podrían secundar esta perspectiva: todo viaje verdadero es un viaje interno de transformación y reconocimiento.

Un viaje chamánico usualmente se asocia al uso de plantas de poder o rituales donde la mente racional o cotidiana se pone en suspenso para que de ella emerja nuestro verdadero ser, nuestro yo interno, nuestro animus o nuestro deseo más oculto.

Este tipo de viajes puede ser aterrador: conocernos verdaderamente, ver cuál es el rostro que se esconde detrás de nuestra máscara cotidiana y que guía cada una de nuestras acciones puede generar miedo o rechazo. Es por eso que la presencia del chamán, entendido como guía y sanador, puede ser de suma importancia.

Sin embargo, es difícil encontrar un chamán en las páginas de anuncios clasificados, y los que encontremos ahí probablemente no serán sino charlatanes a sueldo. Nuestra mente, por fortuna, está preparada para recibir las enseñanzas y conocimientos albergados a cada momento en nuestro inconsciente.

Algunas técnicas de introspección pueden servir como guías hacia nuestro verdadero deseo o misión. Por ejemplo, pasamos aproximadamente un tercio de nuestra vida durmiendo: en nuestros sueños encontramos claves importantes sobre nosotros mismos. No se trata aquí de hacer psicoanálisis exprés ni interpretación onironáutica, simplemente de crear conciencia sobre el potencial de los sueños.

¿Cuáles son los elementos más repetitivos? ¿Qué sensaciones de atracción o aversión nos provocan los personajes que vemos ahí? No hace falta hacer uso de un diccionario onírico para conocer nuestras reacciones frente a eventos que aparecen en nuestros propios sueños: nadie mejor que nosotros para observar y reconocer las reacciones que tenemos frente a estos fenómenos.

Llevar un diario de sueños puede ser un ritual cotidiano que podemos realizar apenas levantarnos. Con el tiempo, tendremos suficiente material para identificar patrones en nuestra vida onírica, con lo cual aprenderemos qué situaciones nos ponen en una posición de inseguridad, o con qué aliados contamos para hacerles frente.

Los sueños lúcidos son un tema sumamente interesante que hemos abordado, y lo seguiremos haciendo, con mayor amplitud; sin embargo, podemos adelantar que estos son solamente uno de los tipos de sueños que tenemos a nuestra disposición para explorar: los sueños de serenidad, de seguridad, de fuerza y de creatividad (dentro de los que se encuentran los sueños despiertos o de lucidez) son herramientas que podemos programar durante la vigilia.

¿Cómo pretendemos adquirir sueños lúcidos si nuestros hábitos de vigilia son los de un autómata encerrado en rutinas y repeticiones? Lo primero es cuestionar durante las horas del día la naturaleza de la realidad. Preguntarnos con toda seriedad por qué creemos que aquí, mientras leemos esta página, estamos verdaderamente despiertos —el interior de un sueño lúcido se siente justamente como estar despierto.

Cuestionar la naturaleza de la realidad y la conciencia requiere valor y entrega, pues se trata del más épico de los viajes que realizaremos nunca: el viaje de nuestra propia vida, donde tenemos la inmejorable oportunidad de —como decía Sócrates y los chamanes de todas las tradiciones del hombre— conocernos a nosotros mismos.

 

 

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