Lugares invisibles – Lo que pudo fallar (Relaxing Cup)
Por Javier Vayá
Terminaba mi anterior columna hablando de la pobre imagen que se tiene de nuestro país fuera sin imaginar que en pocos días la distinguida alcaldesa de Madrid y el presidente del COE protagonizarían uno de los mayores ridículos mundiales que se recuerdan. Por supuesto después de ello ninguno de los dos no solo no admitirían sus errores sino que además se reafirmarían orgullosos negando la evidencia.
Es obsceno que Blanco para defender a Botella se refiera al nivel de inglés de “la gente”, obviando que a esa “gente” se le exige un nivel alto de dicho idioma para acceder a cualquier trabajo no cualificado, temporal y mal pagado, mientras que por lo visto para alcalde de una gran ciudad, presidente de Comité Olímpico o hasta del gobierno no es necesario tal requisito. Peor que equivocarse o hacer algo mal es regodearse en ello, algo que es el pan de cada día entre nuestra clase dirigente.
Pero más allá del Relaxing Cup y tras la decepción olímpica la hipocresía y el revanchismo cateto se extendió hasta los titulares de los serios y rigurosos medios de comunicación españoles. Medios que si bien hasta entonces habían tratado al COI como una suerte de sacrosanta organización creada para el bien de la humanidad, no tardaron en cuanto escucharon “eliminated” y “Tokio” en demonizar dicho comité rebajándolo de golpe, y en servicio de la mancillada patria, a panda de corruptos con oscuras y aviesas intenciones. Apagones sospechosos, reuniones secretas de última hora y hasta un Jeque (que oportuno) señalado como principal favorecido de la elección de la capital nipona —Como si la insistencia casi obsesiva del gobierno de Madrid por la carrera Olímpica no respondiese, entre otras cosas, a acuerdos y promesas con empresarios de toda índole— fueron algunos de los conspiranoicos dardos lanzados.
Sorprendía de igual manera como todo el mundo se preguntaba qué pudo fallar para que Madrid se quedara de nuevo sin los supuestamente ansiados Juegos Olímpicos. Como si se tratase de algo inconcebible que no fuese la capital española la elegida, una afrenta y oprobio que no debemos admitir de ninguna manera. Puestos a especular a mí se me ocurren algunas razones tan arbitrarias y validas— o no— como las de cualquiera que se ha dedicado a teorizar con quijotesco empeño durante estos días.
Pudo fallar que entre ese 80 o 90%, según el momento, de infraestructuras estuviese la del Madrid Arena que los miembros del COI visitaron a los pocos meses de la tragedia por la que todavía no se ha depurado responsabilidad alguna y de la que cierta alcaldesa se ocupó desde un Relaxing Spa en Lisboa. Tal vez no gustase demasiado que otra alcaldesa que acudió al cotarro bonaerense fuera precisamente la de una posible subsede para deportes acuáticos llamada Valencia en la que el 20% de sus diputados están encausados en asuntos de corrupción. Posiblemente no sería el mejor ejemplo de espíritu olímpico una ciudad y un país en el que se deja morir sin asistencia médica a los inmigrantes sin papeles o en los que ya demasiadas familias están pasando verdadera hambre. Tal vez que ese gobierno que legisla de espaldas a sus ciudadanos se pliegue sin rubor a las caprichosas exigencias de un Míster Marshall de pacotilla (investigado en varios países) que prometió construir unas nuevas Vegas de las que nada se sabe, tampoco otorgue mucha confianza.
Es probable que los señores que tenían que votar conocieran como se las gastan aquí con los deportistas minoritarios a los que no se les presta ayuda alguna, obligándoles incluso a pagarse ellos mismos todos los gastos si quieren asistir a alguna competición a pesar de que muchos de ellos son precisamente medallistas Olímpicos. Quizá, solo quizá, no solo el COI sino cualquier persona cabal pensaría que la situación en España y por ende en Madrid merece que el monumental y secreto gasto en las empecinadas candidaturas serviría para paliar en parte el terrible momento en que andamos sumidos ahora mismo, no en 2020. Entre ellos los dos millones de euros de cierto orgulloso asesor por escribir discursos vergonzosos. Se me ocurre todo esto, así a vuelapluma, pero no me hagan mucho caso ya que no son más que cosas mías.