El hombre que revolucionó el olimpismo
Xavier Trias, Alcalde de Barcelona, defendía hace una semana su propuesta para que Juan Antonio Samaranch tuviera una calle en la capital de Cataluña. “Es probablemente la persona más importante en estos últimos 50 años que ha tenido esta ciudad y se merece una calle”. La avenida que sube por la montaña de Montjiuc, en donde está incrustadao el majestuoso Estadio Olímpico, pasaría a llamarse como el ex mandatario del Comité Olímpico Internacional (COI). El pasado de Samaranch, vinculado con la Falange española, ha creado una discusión política.
Samaranch murió el 21 de abril de 2010 en un hospital de su natal Barcelona. Los Reyes enviaron sus condolencias a su familia recordando la “vocación de servicio a España”. Un hombre que provocó un parteaguas en la vida del olimpismo. Durante 21 años comandó la presidencia de un organismo que despertó del letargo económico y social en el que se había inmerso. Con una visión global, con él se permitió la participación de atletas profesionales en la máxima fiesta deportiva en medio de una época llena de boicots. El deporte necesitaba un lugar preferente en la vida social, ese que ya le daba la pasión generada en sus seguidores.
Además de las finanzas sanas que el COI, fue un consistente promotor de la presencia de mujeres en el organismo, algo común hoy en día. El Tribunal de Arbitraje Deportivo existe hoy como el espacio determinante para esclarecer cualquier tipo de anomalía que existe en el deporte. Una institución independiente con gran sentido de la ética que fue creada por deseo express de Samaranch. El mundo deportivo, tan profesionalizado y fuerte en las finanzas, nació en la mente de un ser humano que desde niño imaginó contribuir con su granito de arena.
En 1981, un COI en ruinas recibió a un hombre de baja estatura. Ejemplo fidedigno de la frase napoleónica “la inteligencia se mide de la cabeza a los pies”. Recién llegado de ser embajador de Rusia, declaró una frase que pasaría a la historia con todo el panorama amplio de lo que había logrado: “Yo soy como el niño al que le preguntan ‘¿qué quieres ser de mayor?’ y dice ‘dirigir, mandar en el deporte’. Y lo he conseguido. Soy feliz”. Época de tierra fría y de suelos políticos movedizos donde la estrategia de la negociación era vital, el inteligente Samaranch puso al deporte como una bandera refrescante. Su mayor logro, Barcelona 92, siguen siendo considerados los mejores Juegos de la historia.
Samaranch fue tal vez el mejor sobreviviente de la generación fascista de políticos europeos que se mantuvo en la vida pública. Con gran capacidad reinventó su imagen de acompañante militante del franquismo. Con gran relación con el Rey Juan Carlos, escapó de la transición a la democracia castigadora de los nombres y apellidos que años atrás gobernaron a placer. Nacido en una cuna adinerada de una familia en el ramo textil, nunca le hizo falta el dinero. Acusado por algunos como corrupto e incapaz de mantener el deporte limpio de dopaje, la universalidad de un hombre fue tal que hasta llegó a ser propuesto como candidato al Premio Nobel de la paz.
Víctima de un paro cardiorrespiratorio, dejó esta vida a los 89 años con un legado inigualable en la historia deportiva del planeta. Un día como hoy del 2000, un año antes de su muerte, dejó la presidencia del COI en manos de Jaques Rogge. Un hombre se iba del puesto que lo encumbró como un personaje que pasará a la historia por haber construido un mundo paralelo, muchas veces alejado de la realidad, pero siempre un respiro ideológico ante un panorama manchado por constantes conflictos políticos. Samaranch, el hombre modesto en la rutina diaria, acaparador de miradas por haber revolucionado al deporte mundial.
[Sin Embargo]