Reinaldo Arenas, «Antes de que anochezca «
En la Cuba de Fidel Castro siempre abundaron las formas de terminar encerrado. Cuando los arranques del régimen, por ahí de los años 59, 60, el pasaporte a prisión consistía en pertenecer, justamente, al viejo régimen.
Como los enemigos del pueblo se terminaron pronto, hubo que buscarlos entre sus amigos o de plano en el pueblo mismo. Así, las cárceles y los campos de reeducación no tardaron en albergar a ex compañeros de ruta que cometieron el pecado de la timidez o el de la inconformidad –la disidencia franca tardó en manifestarse, salvo pocas excepciones.
Por fin, hubo que castigar otras formas del pecado. Fue así que el machismo irredento de Fidel y el Ché, reconocido por el primero muchos años después, llevó a la conclusión de que la homosexualidad tenía que ser “curada˝ en campos de concentración o prisiones.
Fueron muchos los cubanos que recibieron esta “bendición pedagógica” del humanismo castrista, pero ninguno lo narró con la fuerza y los modos descarnados de Reinaldo Arenas.
Novelista, cuentista y poeta nacido en la zona rural de la provincia de Oriente en 1943, Arenas padeció el encierro, y en condiciones terribles, no sólo por su inconformidad con las inclinaciones represivas que balconeaba el régimen de Castro cada vez más abiertamente, sino también por sus preferencias sexuales, que sumaban, a la homosexualidad, la más desaforada de las promiscuidades.
Después de un periodo excesivamente largo de persecuciones y represalias por parte del Estado, logró salir de la isla, hábilmente, en 1980, cuando el famoso éxodo del Mariel, que permitió a unos 125 mil cubanos huir de las glorias del socialismo real.
Su destino fue Estados Unidos, donde vivió una década entera, hasta 1990, cuando decidió suicidarse. Y es que fue una década evidentemente intensa, para bien y sobre todo para mal.
Sus libros, rigurosamente proscritos en la isla, habían logrado ya convertirlo en un autor con vuelo internacional. En la otra cara de la moneda, le tocó lidiar con la plaga del sida, que contrajo, como tantos, cuando la enfermedad era desconocida y la vida podía vivirse, aún, con un envidiable desenfreno ignorante.
El recuento inmejorable de esa vida es Antes que anochezca, autobiografía implacable con el régimen que le quebró la vida pero también con su autor, ajeno a censuras y concesiones a sí mismo. Se publicó en 1992, con gran escándalo, y mereció una cumplidora adaptación fílmica de Julian Schnabel, con un eficaz e inesperado Javier Bardem como protagonista.
Sin Embargo