LEYENDO EL MUNDO CON LOS PIES: PLANES EN PARÍS
Con una mochila y presupuesto ajustado, viajo tanto como puedo, no sólo para hacer viajes, sino para que ellos me hagan a mí. En esta sección os cuento de los viajes que he realizado, a veces sola, a veces en compañía pero siempre, como decía Pessoa, sabiendo que lo que vemos es lo que somos.
Por Ruth Cereceda
París es, desde hace más de veinte años, uno de mis destinos anuales. La luz, el amor, el romanticismo, la elegancia, la noche iluminada… La ciudad se presta a todos los tópicos ¿Quién no la conoce? Todos la hemos visitado en algún momento; en una escapada romántica o en un viaje escolar, es una de las paradas obligadas de cualquier ruta europea. Y, sin embargo, no importa cuántas veces la visites -en mi caso bien han podido ser un par de docenas-, siempre hay algo por descubrir.
Una vez que ya hayas paseado por Trocadero, subido al Sagrado Corazón, a Montparnasse y a la Torre Eiffel, cenado en Montmartre, visitado la catedral de Notre Dame, la Santa Capilla, el Panteón, la Madeleine o los Inválidos, navegado por el Sena, entrado en las catacumbas y los cementerios, comido en el barrio latino o disfrutado del sol en Versalles, es cuando realmente puedes comenzar a conocer lo más encantador y especial de esta ciudad.
Para empezar, en lugar de quedarte en un hotel, alquila un apartamento. Hay páginas como www.only-apartments.com donde encontrarás opciones para todos los gustos, precios, zonas y número de noches y de personas. Mi experiencia con esta agencia es muy positiva. La gente que la lleva es muy paciente y agradable, la estancia te resultará mucho más cómoda y económica que la de un hotel, y descubrirás patios y edificios de gran belleza con rincones cubiertos de flores y plantas, que jamás verás en tu ruta turística. En segundo lugar, el acceso a la ciudad por vía terrestre –coche o tren- es mucho mas cómodo y barato que por vía aérea. La sensación de llegar en el tren y plantarte con tu mochila en mitad de la bulliciosa estación de Norte es suficiente para ponerte en situación. En la propia estación del Norte puedes coger casi cualquier línea de metro o tren urbano que cruce la ciudad. Se dice que no hay ningún punto de la misma que esté a más de 500 metros de una estación de metro, así que, no hay pérdida posible.
Un plan de domingo
En París siempre hay algo que hacer, o sitios a los que ir. Sin embargo, hoy quiero proponerte un plan diferente; un plan de domingo. Los domingos, como en casi todo el resto de Europa, la gente se dedica a descansar y estar con la familia. Los comercios y muchas cafeterías, fuera de las zonas más turísticas, estarán cerrados. Por eso, para empezar el día puedes hacer una visita al estupendo mercado de la Bastilla –abre en jueves y domingo-. En París se celebran más de ochenta mercados semanalmente, pero el de la Bastilla me gusta especialmente porque es céntrico, se puede visitar rápidamente y no hace falta levantarse al amanecer para poder acceder al mejor género. Pese a no ser una ciudad barata, los precios y la calidad de los productos en este mercado serán mucho mejores que los de cualquier supermercado que puedas encontrar en el centro de la ciudad. Hay puestos de carne, pescado, pan, encurtidos, frutas y verduras, quesos, patés y embutidos, frutos secos, platos típicos preparados, dulces y menaje. La fruta de temporada es espectacular y, dependiendo de la época del año, tendrás una buena selección donde elegir.
A mi, en primavera, me gusta comprar cerezas y terrine de Gascogne, una barra de pan y un buen pedazo de brie o de azul cremoso y bajar paseando hasta la Pasarela de las Artes, frente al Louvre. Allí, en el suelo de tablillas de madera, instalo mi picnic improvisado y mientras almuerzo, me dedico a mirar a la gente que pasea y a descansar al sol. Nadie te molestará ni te llamará la atención, porque tanto los mendigos que se dedican a pedir en la zona como los turistas, lo encuentran encantador. Eso sí, prepárate para que todo aquel que pasee por el puente con cámara en mano te haga una foto. Se trata de un puente muy popular y transitado, y a menudo se utiliza para rodar escenas de películas o anuncios, por lo que no es raro ver modelos posando o descansando, actores, cámaras, directores, maquilladores y demás.
Una vez terminado el picnic, puedes coger el metro e irte la Gran Mezquita de París, situada a unos cuatro o cinco kilómetros, en la margen izquierda del Sena. Además de visitar el recinto, construido en los años veinte en estilo hispanoárabe como homenaje a los musulmanes muertos por Francia durante la Primera Guerra Mundial, en esta mezquita encontrarás los mejores baños turcos de la ciudad. Gratuita para musulmanes, es una de las pocas abiertas a no musulmanes, por lo que los martes y domingos para los hombres, y el resto de la semana para las mujeres, puedes disfrutar en el hammam de un reparador masaje exfoliante y de un baño de vapor con el característico jabón negro turco.
Tras el baño, visita el salón de té de la mezquita, donde te servirán un té de menta casi sin preguntar, y podrás degustar las famosas y exquisitas delicias turcas –sólo tienes que indicarle al camarero cuál quieres, del pequeño puesto situado en la entrada del salón-. El ambiente es muy cómodo y distendido y los precios son más bajos que los de cualquier cafetería de la zona. Allí encontrarás gente de todo tipo, leyendo en solitario o en grupos de amigos charlando animadamente, entre los que los gorriones de la mezquita revolotean y se pasean a sus anchas, robando migas de los dulces olvidados en las mesas.
Para terminar, si eres un caminante empedernido como yo, un buen paseo de vuelta al apartamento a última hora de la tarde, será el punto final perfecto para un día diferente en la ciudad de la luz.
Agosto, 2013
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