Guardiola, el admirador de Hermann Hesse que le da un toque humanista al fútbol
Por Francisco Espinosa
Durante un año, Pep Guardiola paseó largas horas en el Central Park de Nueva York con su esposa Cristina del brazo. Pep asistió a más de una decena de conferencias que hablaban desde economía hasta literatura. El catalán, protector de su espacio, no concede entrevistas personales y prefiere siempre hacerse a un lado del show. Acusado por algunos como hipócrita, adorado como un creador por otros, debido a la guerra mediática que armó la prensa deportiva española cuando el derby entre Madrid y Barcelona se convirtió en el partido más esperado en el planeta, Pep decidió alejarse a un ambiente donde se hablaba de cualquier cosa, menos de futbol.
En Estados Unidos, perfeccionó el inglés hasta que aceptó el cargo como nuevo entrenador del Bayern Munich y comenzó a estudiar alemán con una naturalidad que meses más tarde sorprendería a una sala de prensa repleta de periodistas como nunca antes. Hombre meticuloso que habla entre líneas con sus gestos, ganó 14 títulos en cuatro años dirigiendo al equipo catalán, ese que le robó el corazón desde muy pequeño. Consciente de lo trascendental del futbol, le añade un toque de vida a cada indicación que le da a sus jugadores en los entrenamientos o antes de un partido. Lector voraz, curioso por naturaleza, tiene en su despacho del Allianz Arena el legado de Herman Hesse.
El escritor alemán que fue hasta medio oriente en busca de “om”, dejó una estela de humanismo que muchas generaciones tomaron como propia para crear su propia visión del mundo. Hesse fue rechazado por el ejército alemán cuando se presentó voluntariamente en una embajada para enlistarse durante la Primera Guerra Mundial. Su físico lo dejó sin acción bélica, y fue trasladado a Berna para asistir como encargado de la biblioteca para prisioneros de guerra. De mirada amplia, sus letras comenzaron a llenar el vacío de muchas personas que se les había quedado la vista perdida de por vida. Estudioso, con los sentidos bien abiertos, impulsó una nueva forma de comprensión intelectual.
Hesse falleció en 1962, nueve años antes de que en Cataluña Guardiola viera por primera vez el mundo. Pep tenía trece años cuando al final de un partido de semifinales de Champions, olvidó su rol como recoge balones e ingresó al campo para sujetar al jugador culé Victor Muñoz. La foto cobró importancia cuando debutó como futbolista en el centro del campo, comandando una idea futbolística única que había impuesto Johan Cruyff. Desde su etapa como profesional, Guardiola veía más que futbol. De su paso por Dorados de Sinaloa, donde no logró la permanencia, se fue criticando el sistema de competencia en México. No había mucho humanismo en suelo azteca cuando se afecta intereses de algunos dueños que no podían concebir un descenso.
En junio, se presentó para hacerse cargo del mejor equipo del mundo. El Bayern Munich no solo ganó todo lo que jugó, sino que fue la forma de hacerlo la que cautivó a las millones de miradas aficionadas. El equipo más grande de Alemania, recibió a un “Mesías”, como lo describió la prensa, que después caería rendida a sus pies cuando Guardiola dio su primera conferencia en un alemán con acento catalán, perfectamente entendible. “Estados Unidos no es el mejor sitio para aprenderlo, ya iré mejorando”, se disculpó. Después, caminó por las instalaciones del estadio con un libro del autor de El lobo estepario en la mano.
Munich se entregó al nuevo estratega dueño de una filosofía que tiene de pretexto al futbol. En los vestuarios del Camp Nou, se recuerdan míticas charlas con citas de Hesse o Kant. Una forma que cautivó a sus dirigidos mientras confiaban a ciegas en su entrenador convertido en oráculo. Desde Alemania siguieron con atención la evolución de la relación Guardiola-Barcelona que cada vez estaba más llena de incertidumbre. El punto final laboral, abrió un camino que los dirigentes del Bayern no tardaron en tomar. Pensantes, cautelosos y precavidos, pusieron como primer parámetro su forma de ser. La capacidad de hacerles entender a los jugadores lo que representan en la vida diaria fuera del terreno de juego. Un entrenador que sin escribir mucho, a su modo, cambió la forma de pensar de unos atletas que de pronto recordaron ser simples humanos.
{Sin Embargo]
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