El profesor Julio Cortázar: Las clases de literatura del Cronopio mayor son editadas por Aurora Bernárdez
Por Mónica Maristain
Tal como ocurriera en el 2000 cuando se diera a conocer el libro Borges: Un curso de literatura inglesa, las clases que el autor de El Aleph durante un semestre en 1966 en la Universidad de Buenos Aires, ahora es el turno de Julio Cortázar, cuyo centenario de su nacimiento se conmemora en 2014.
Así, las clases de literatura que dictó el autor de Rayuela en la Universidad de California, Berkeley (1980), fueron reunidas en un libro, recopiladas por Aurora Bernárdez y Carles Alvarez Garriga, responsables de la edición de Papeles inesperados (2009) y los cinco tomos de Cartas (2012).
“Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones”, dice el escritor en Las clases de literatura, publicado por Alfaguara.
“Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana”, expresa con su lenguaje poético y profundo, tan reconocible por los lectores que este año festejaron en casi todo el mundo los 50 años de la publicación de Rayuela, su obra máxima.
Se trata de “páginas que no fueron escritas sino habladas, un conjunto que bien podría llevar por título `el profesor menos pedante del mundo`”, dice el filólogo español Álvarez Garriga en el prólogo.
“El Cortázar oral es extraordinariamente cercano al Cortázar escrito; el mismo ingenio, la misma fluidez, la misma ausencia de digresiones”, agrega.
El volumen, por ahora sólo disponible en Argentina, trata temas como “Los caminos de un escritor”, “El cuento fantástico I: el tiempo”, “El cuento fantástico II: la fatalidad”, “El cuento realista”, “Musicalidad y humor en la literatura”, “Lo lúdico en la literatura y la escritura de Rayuela”; “De Rayuela”, “Libro de Manuel y Fantomas contra los vampiros multinacionales” y “Erotismo y literatura”.
El humor, los cuentos fantásticos generalmente nacidos de los sueños, la categoría especial que en su obra le otorga a “El perseguidor”, que considera su mejor cuento, integran el libro donde el querido Cronopio mayor también se plantea su destino literario.
“Hace algunos años me planteé el problema de cuál había sido finalmente mi camino dentro de la literatura (decir “literatura” y “vida” para mí es siempre lo mismo, pero en este caso nos estamos concentrando en la literatura).portada-clases-literatura_grande
“Creo que a lo largo de mi camino de escritor he pasado por tres etapas bastante bien definidas: una primera etapa que llamaría estética (ésa es la primera palabra), una segunda etapa que llamaría metafísica y una tercera etapa, que podría llamar histórica”, dice.
“Pertenezco a una generación de argentinos surgida casi en su totalidad de la clase media en Buenos Aires, la capital del país; una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria concentrada sobre todo en la literatura misma. Ahora me doy perfecta cuenta de que viví mis primeros años de lector y de escritor en una fase que tengo derecho a calificar de “estética”, donde lo literario era fundamentalmente leer los mejores libros a los cuales tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos en modelos ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente refinada”, afirma Julio.
“La actividad literaria valía para nosotros por la literatura misma, por sus productos y de ninguna manera como uno de los muchos elementos que constituyen el contorno, como hubiera dicho Ortega y Gasset “la circunstancia”, en que se mueve un ser humano, sea o no escritor”.
UNA MEZCLA DE JORGE LUIS BORGES Y ROBERTO ARLT
En una voluntad crítica y lúcida frente a su propia obra, el autor de Libro de Manuel y Los premios, se acepta como un resultado de la mezcla de Jorge Luis Borges (“nuestro cielo”, dice) y el menos conocido argentino Roberto Arlt, autor entre otros de Los siete locos.
“Si por un lado las obras que en ese momento publicaba alguien como Jorge Luis Borges significaban para mí y para mis amigos una especie de cielo de la literatura, de máxima posibilidad en ese momento dentro de nuestra lengua, al mismo tiempo me había despertado ya muy temprano a otros escritores de los cuales citaré solamente uno, un novelista que se llamó Roberto Arlt y que desde luego es mucho menos conocido que Jorge Luis Borges porque murió muy joven y escribió una obra de difícil traducción y muy cerrada en el contorno de Buenos Aires”, expresa.
“Al mismo tiempo que mi mundo estetizante me llevaba a la admiración por escritores como Borges, sabía abrir los ojos al lenguaje popular, al lunfardo de la calle que circula en los cuentos y las novelas de Roberto Arlt”, agrega al respecto.
EL PERSEGUIDOR, UN PERSONAJE DE CARNE Y HUESO
“El perseguidor”, un cuento publicado en 1959 y que forma parte del libro Las armas secretas, narra la vida trágica del saxofonista Johnny Parker (en homenaje a Charlie Parker) y expresa la gran pasión que Cortázar tenía por el jazz, un género musical que conocía con virtud de especialista.
Es un cuento “que en sí mismo no tiene nada de fantástico pero en cambio tiene algo que se convertía en importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un músico de jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por una fatalidad que lo persiguió toda su vida”, explica el escritor argentino a sus alumnos californianos.
“Cuando terminé ese cuento y fui su primer lector, advertí que de alguna manera había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra. Ahora el personaje se convertía en el centro de mi interés mientras que en los cuentos que había escrito en Buenos Aires los personajes estaban al servicio de lo fantástico como figuras para que lo fantástico pudiera irrumpir.
Aunque pudiera tener simpatía o cariño por determinados personajes de esos cuentos, era muy relativo: lo que verdaderamente me importaba era el mecanismo del cuento, sus elementos finalmente estéticos, su combinatoria literaria con todo lo que puede tener de hermoso, de maravilloso y de positivo.
En la gran soledad en que vivía en París de golpe fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura de Johnny Carter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento”, expresa.
El cuento, los procesos literarios, la literatura por la literatura misma o al servicio de los procesos históricos del mundo, los sonrojados apuntes autobiográficos: el pensamiento de un autor imprescindible desplegado en un libro de gran interés para los amantes de las letras.
[Sin Embargo]