Los cinco pasos de un superviviente del Maratón de Boston: Jeff Bauman, una inspiración para el mundo
Por Francisco Espinosa
Aturdido por el efecto de las drogas, con el aliento perdido en el estruendoso atentado, se despertó en una cama de un hospital con su hermano llorando de impotencia a su lado. Cuando vio los ojos del moribundo abrirse con desgano, le regresó el aliento. Se secó las lágrimas y le tomó la mano.
Jeff Bauman recobraba el sentido de vivir que durante un lapso entre humo, calor y sangre había perdido. Mientras su hermano Chris intentaba hablarle, pidió papel y lápiz. Con un sentido de responsabilidad social, habiendo perdido sus dos piernas en una mala broma del destino, escribió: “Mochila, me vio directamente a mí, vi al sujeto”. Una oración que en esos instantes de caos, no tenía ni un sentido, se convertiría en el punto inicial de una larga investigación.
El 15 de abril de 2013, la edición 117 del Maratón de Boston, el más antiguo del mundo, sufrió un atentado que le dio la vuelta al mundo. Cerca de la línea de meta, una explosión dejó en shock al mundo con un nuevo episodio de lamentaciones. En redes sociales, vitrina veloz de acontecimientos, las primeras imágenes comenzaron a circular con la indignación del ciberespacio que veía como a seres humanos les cambiaba la vida de un día para el otro. Entre tantas fotos, hubo una que acaparó sentidos. Un hombre con los retazos de lo que eran sus piernas era auxiliado por un paramédico, una mujer asiática con ropa deportiva y un hombre en sudadera con un sombrero de ranchero. Jeff Bauman fue recogido sin piernas mientras su cabeza le taladraba, el aficionado empedernido de los Boston Red Sox, se convertiría en un emblema.
Erin Hurley corría el Maratón. Jeff esperaba a su novia para felicitarla recién cruzara la meta, con él estaba Remi Lawler, compañera de departamento de Erin quien segundos antes se alejó para tomar mejores fotos. Solo resultó levemente herida. Minutos después del estruendo, bomberos, policías y voluntarios corrieron hacia la zona del desastre. Ahí, tirado en el cemento, las metas de vida de Bauman cambiarían drásticamente. Horas después, estaba en una cama de hospital viendo a su familia. “Por un momento me dio lo mismo vivir o morir”, declararía semanas después cuando se había consolidado como una prueba de vida.
Los Red Sox lo recibieron en Fenway Park ante las lágrimas y los aplausos de la afición orgullosa de Boston. En silla de ruedas, empujado por el mismo hombre del sombrero que lo rescató, se dejó arropar por esa gente desde el lugar que él tanto había visitado para vitorear a su equipo. Entregado en su rehabilitación, Jeff le dio al mundo una evolución difícil de olvidar.
“Tengo la sensación de tener mis piernas pero no están ahí”, declararía en el extenso reportaje Beyond the line que el New York Times, le hizo durante todo el proceso de curación e implantación de prótesis. Con vendas cubriendo lo que quedó de sus extremidades inferiores, se sienta en la cama donde se le retirarán los puntos de sutura. La doctora le muestra los utensilios que utilizará. Son punzantes, le pide no estar nervioso. Jeff asiente, colabora mientras le duele.
“Quiero volver a utilizar pants, tenis, ponerme de pie”, dice con voz serena. Sus ojos observan las indicaciones del médico. Se dice a sí mismo que no se derrumbará. En cada proceso, tiene el mismo deseo. No deprimirse es la única opción, su familia le ayuda. Con una tabla baja del coche hacia la silla para trasladarse. Es una rutina a la que por más acostumbrado que esté, quiere dejar atrás. Jeff prueba una tipo funda de donde se enganchará la prótesis. Siempre viste camisetas que tienen algo que ver con la ciudad. Ama a Boston, y Boston lo ha sabido amar a él.
Carlos Arredondo se convirtió en una sensación. El famoso “Héroe del sombrero de Cowboy”, fue el hombre que acompaña a Jeff en la mítica foto. Hombre de fe reconvertida, decidió unirse a instituciones que promueven brigadas de paz después de enterrar a sus dos hijos. Uno muerto en la guerra de Irak y otro que por la depresión del hermano fallecido, terminó suicidándose. Carlos vivía en un mundo sin sentido. Por eso decidió entrar en una camioneta, para prenderle fuego e intentar calcinar los recuerdos junto con toda su existencia. Sobrevivir le cambió la vida, esa de la que ya no quería saber nada. Aquella tarde, estaba en el lugar correcto para que las imágenes lo vieran correr en dirección contraria al resto de la multitud que víctima del terror, huían del desastre. Con su sombrero bien puesto, recogió al joven que esperaba ver a su novia correr. Con sus ojos bien abiertos, curtido en dolor. Salvó a un tipo que hoy lucha por volver a esa normalidad que un fatídico día le había quitado. “Carlos Arredondo no debería pagar por ninguna copa en esta ciudad a partir de ahora”, sentenció Jeff agradecido.
Su madre lo mira a sus espaldas mientras el ladea la cabeza para encontrarse con los ojos de quien le dio la vida. Hablan un momento. Él está de pie con sus nuevas piernas, agarrado a dos barras laterales, listo para emprender ese momento tan simple y ordinario para muchísimos mortales. Con el nombre estampado de su ciudad en su camiseta gris, una sonrisa nerviosa le sale de corazón. Su madre lo tranquiliza, lo abraza. Aquella tarde, Jeff vio a Dzhokhar Tsarnáev, uno de los hermanos acusado como principal autor del atentado. Horas antes, cuando su novia Erin bajaba del coche, le soltó un pequeño “Más vale que ganes”, ella sonrió. Cuatro meses después, se ha transformado en una inspiración. Su Fan Page de Facebook a diario recibe mensajes en forma de aliento. Esa mañana, tras el abrazo, Jeff Bauman dio cinco pasos lentos. La imagen también inundó las redes sociales y le dio la vuelta al mundo.
[Sin Embargo]