Desde Perú ( Presentación)
Juanjo Fernández Torres
Permítanme presentarme. Nací en el justo medio del cuarto mes del año sesentiuno del siglo pasado bajo un cielo profunda y eternamente gris, sumergido en la humedad de una ciudad que comparte la desértica costa del mar peruano, justo donde se puede ver un parche verde con tonalidad de agua de regadío. Por alguna razón, el hospital donde nací fue derribado tiempo atrás y hoy sólo existe una promesa de reconstrucción en un inmenso cartel colocado al lado de lo que alguna vez fue la puerta principal de la encopetada clínica que fue el destino de mi primer viaje vital y que ahora es solo un inmenso lote baldío rodeado de indiferentes edificios. Por alguna razón del destino o la fatalidad, los colegios donde estudié y las casas de las que guardo más recuerdos en mi vida tampoco existen ya, o cumplen funciones diferentes a su construcción, tan disímiles como coliseo, escuela, oficina u hospital. Quiero pensar que ello se debe a la compulsión por el cambio que tienen mis compatriotas al confundirlo con progreso, cualquier otra posibilidad sería deprimente o de mal agüero.
Mi segundo viaje, casi tan vital como el anterior, lo realicé siendo llevado por mis padres a la capital del departamento norteño de Cajamarca y, después de un año, al extremo sur de esa comarca de la sierra de mi patria, donde el clima de tan buen talante me permitió dejar atrás la asfixia del asma que aprieta los pulmones de muchos, demasiados, limeños. Tengo un cariño especial por las altas montañas, profundos valles y cristalinas lagunas de la Cajamarca de esos tiempos, parajes serranos poblados de gente de todas las naciones que forman al Perú y europeos que llegaron a quedarse, amalgama de gente que creó un pueblo orgulloso, amante de su tierra y sus tradiciones. Tierra, pueblo y tradiciones que marcaron mi memoria y preferencias estéticas de por vida. No tengo empacho alguno en considerarme un limeño nacionalizado cajamarqués.
Otros viajes vitales me llevaron por mi país y las Américas con la asiduidad del amante de periplos no planeados por agentes turísticos. Déjenme, por ahora, dejar algo en el tintero –o el teclado- para más tarde. Permítanme hoy invitarlos a embarcarnos juntos en otro viaje vital a un mundo hecho de palabras que esté comprometido con nuestra condición humana y que tolere nuestra impaciencia por mejorar la sociedad en la que pernoctamos noche a noche, un viaje vital que vaya en busca de la razón de ser de los disparates a los que venimos amoldándonos todos los habitantes del orbe; o simplemente un viaje que contemple a nuestro mundo con la curiosidad que nunca debimos perder. El itinerario es libre e impredecible como la vida y lo iré poniendo a vuestra consideración desde esta orilla del gran charco, desde Perú.
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