Declaración de un vencido (Mauricio Gil Cano)
Por Jose Rasero
Mauricio Gil Cano. EH Editores. 2006
La evocación de Alejandro Sawa -ya desde el propio título y la cita que principia la obra- sobrevuela las páginas de Declaración de un vencido no tanto por la intención de homenajear (que también) sino como reconocimiento en aquel -y en todo lo que representa- del abismo propio. Identificación y afirmación de quien fuera amigo de Valle-Inclán e inspiración de su Max Estrella de Luces de bohemia, que a tantos otros ha unido: “…estamos condenados (…) / a concebirnos juntos en plural / como si fuéramos legión nosotros, / los raros.”
Declaración de un vencido está formado por cuarenta y ocho poemas estructurados en IV partes que, aunque numeradas, carecen de título. La primera parte, con dieciocho poemas (silva libre y verso libre), iniciada con una cita de Rubén Darío acerca de Baudelaire, gira alrededor de la imagen del náufrago: epítome y metáfora de la derrota vital. Es este un náufrago nocturno y noctámbulo (“…noche cierta / que no sabremos disipar.”), aficionado a las copas y a los brindis (“Derrochamos la vida en este brindis.”), evocador vital (“Si fue un error vivir, aún quiero vida, / otros cuarenta años / para volverme a equivocar”) de la juventud perdida, de los amores paladeados y ya ausentes. Náufrago de alto y decadente linaje, hidalgo de amistades cómplices e insalvables tristezas. Náufrago culto, sin alardes. Náufrago lector y agradecido: Verlaine, Rubén, Valle-Inclán, Federico, don Antonio, Cernuda, Juan Ramón, Alberti, Neruda, Miguel… Un náufrago que convierte su derrota en una elección personal, en una opción de vida, consciente y seguramente inevitable: “no quisimos triunfar”, “tuvimos vocación de náufragos”.
La parte II, con quince versos en la misma línea rítmica, enfatiza los temas ya apuntados y subraya con tenacidad la imagen del padre fallecido (“Busco por la ciudad el rostro de mi padre.”) así como la exploración de la identidad personal (“El juego del espejo es infinito.”). También asistimos a explícitos homenajes a poetas y artistas admirados: Raúl Gómez Jattín, Luis Cernuda, Omar Khayyam, Valle-Inclán, José Hierro y Luis de la Pica.
La parte tercera, la más breve, está compuesta por tres poemas que ya desde su cita inicial (“¡Apártalos, Amado, que voy de buelo”. San Juan de la Cruz) nos envuelven con la fuerza de su canto al amor (“Ahora creo en la noche de amor viva”) y a la necesidad de la amada (“Necesito inventarte. (…) / …escribir en mis versos la voz que te pronuncia”.).
La IV y última parte consta de doce sonetos de admirable construcción. El autor evidencia su oficio, su destreza con el ritmo, así como su flanco inclinado al clasicismo. Presentados por la cita de Quevedo (“Serán ceniza, más tendrá sentido.”) los endecasílabos de cuartetos y tercetos nos conducen desde la alegría del amor a la tristeza del abandono. Punto de inflexión en este viaje será el magnífico poema ‘Faena’ (“Y encima Dios se muere de estocada.”), a partir del cual quedan verificaciones (“…el amor me sangra en esta llaga”) , dudas (“¿Debe el amor de ser resucitado, / … / para enzarzar de nuevo su agonía?”) e inseguridades: “¿Existes realmente en parte alguna / … / o sólo en la metáfora, en la nada?”.
Tenemos, en fin, ante nuestros ojos, un libro íntimo y personal a la par que reflejo de un tiempo y de una generación. Un poemario que rebosa belleza, emoción, calidad literaria y, en definitiva, autenticidad por sus cuatro costados (y partes).
Nacido en Jerez de la Frontera (1964) y Licenciado en Historia de América por la Universidad de Sevilla, Mauricio Gil Cano ha publicado hasta hoy Del soneto al cómic (El Puerto de Santa María, 1997), en colaboración con Dolors Alberola, el volumen de narrativa Cuentos con alcohol (Cádiz, 2002) y el poemario que nos ocupa: Declaración de un vencido, prologado por la profesora de la Universidad de Cádiz Ana Sofía Pérez-Bustamante. Su texto ‘A dos poetas suicidas’ fue incluido en la antología Café Central (Lima, 2000). Así mismo ha desarrollado una importante labor como periodista y columnista de diversos medios, colabora en prestigiosas revistas poéticas de ámbito nacional y actualmente es profesor del Taller de Microrrelatos de la Fundación Caballero Bonald.
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