Tres filosofías orientales (para ver el agua en el océano): hinduismo, taoísmo, zen.
Por Noemí Maza
«La mayoría de las personas están vacías y se sienten mal porque usan las cosas para deleitar sus corazones, en lugar de usar su corazón para disfrutar de las cosas» Lin-an, taoísta.
«Analizar es considerar las cosas desde el punto de vista de la destrucción. ¿Cómo se puede comprender un ser vivo contemplándolo desde el punto de vista de la muerte?» Rabindranath Tagore, hindú.
¿Alumbra la luz negra? Koan, zen.
Extractos adaptados, del libro: «Oriente y Occidente», Luis Racionero.
Hinduismo, India
La India no ha idealizado a soldados o estadistas, ni siquiera a poetas o filósofos, sino a las personas que proclaman otra realidad impalpable y espiritual, ajeno al mundo que está entregado al deseo de poder y placer, de riqueza y gloria. El destino del ser humano es conocerse a sí mismo y fomentar la vida universal. Su arte también lo refleja: su objetivo es despertar emociones, desde el amor al terror, y el ideal civilizado era conocer unas sesenta y cuatro artes, porque no se respetaba al que tenía mucho sino al que era mucho.
Por eso, su filosofía está encarnada a la unidad del universo y a la perfectabilidad humana por el yoga.
Trabajar la mente con la respiración: esto es el yoga. El yoga aquieta la mente para que aparezca el ser profundo, como cuando un estanque está tranquilo y se ve el fondo. Es otro plano más allá de la razón y la verdad: la quietud mental y su estado esencial de serenidad. De esta manera, se ve que la realidad no es sólo ese estado impuesto por el racionalismo o la ciencia, sino que la realidad es relativa y el cerebro es transmutable.
La técnica del yoga consiste en adoptar ciertas posturas, respirar según una técnica marcada, y vaciar la mente. Si se oye algo, no resistirse, dejarlo entrar por un oído y salir por el otro. Si se piensa algo, dejarlo pasar suavemente. Entre pensamiento y pensamiento, hay un lapso de quietud de un segundo, que pasará a tener «la mente en blanco» durante ratos considerables. Pero hay muchas maneras de hacer yoga: danzando como los derviches o los negros de Bahía con su candomblé, paseando, escuchando el mar, o haciendo el amor (el Tantra Yoga o el yoga del sexo) En China practicaban El secreto de la Flor de Oro que consistía en activar la circulación de la luz dentro del cuerpo. En Japón, practican el Dyana junto con ejercicios mentales o koan. En Occidente, la Alquimia ha sido una forma de yoga, como lo han sido los ejercicios contemplativos de San Juan de la Cruz y los ejercicios espirituales de San Ignacio (aunque por desgracia, actualmente, más que vaciar la mente, estos ejercicios la llenan de temores, culpabilidad y remordimiento)
Paradójicamente, en este siglo del boom turístico, no se encuentran tour operators para organizar viajes hacia dentro.
Pero ¿para que realizar este viaje?
En la India, el concepto de armonía tiene su expresión en el karma. Es una especie de «tal harás, tal encontrarás» o «quien siembra vientos, recoge tempestades». «Somos lo que pensamos y llegamos a ser lo que imaginamos» dice Buda. La persona es su karma, y sus hechos son parte de él. Al concepto de Karma va ligado la reencarnación, con el fin de reparar los desperfectos sembrados en esta. Cuando por fin la persona consigue obrar sin crear karma, sin alterar la armonía universal, entonces ya no tiene que reencarnarse.
Esto es porque se entiende que las personas no son ajenas al universo, sino que están integradas en él. Y la creación o el nacimiento, que en Occidente es lineal y un acto único, en Oriente se repite periódicamente dando lugar a un tiempo cíclico del eterno retorno, al igual que en la naturaleza con las estaciones del año. Occidente es positivista y objetivo porque no postula la unidad del universo sino el dualismo (cuerpo/espíritu, mente/materia, sujeto/objeto, bueno/malo) Para los orientales, los principios opuestos no son cosas separadas, sino polaridades, dos caras de una misma moneda o dos percepciones de una misma cosa. Bueno y malo no son irreconciliables: el bien y el mal no existen en el universo, sólo en nuestra cabeza, categorías inventadas por nuestra mente. En el universo no hay nada bueno o malo: todo es, y tat tuam asi (eso eres tú) Los hechos son mudos, pero se colorean en bueno o malo según se mire tras el cristal del deseo, de la voluntad o del propósito. Si tenemos un propósito, las cosas que lo favorezcan serán tildadas de buenas, y las que lo frenen, de malas.
-El viento se está moviendo.
Zenón, que pasaba justamente por ahí, les dijo:
-Ni el viento, ni la bandera; la mente se está moviendo.
No significa que todo es permisible, todos tenemos propósitos, por eso no se habla de malas o buenas acciones, sino de mal o buen karma. Y para trabajarlo, nada mejor que mirar hacia dentro a través del yoga, al gran océano sereno interior, el agua que en la mitología hindú, es representado por la serpiente Ananta, el infinito.
Taoísmo, China
La metáfora del taoísmo es también el agua; flexibilidad es el concepto del tao.
La gran aportación de China a la cultura mundial ha sido el taoísmo, una forma de ver el mundo y de vivir integrado en el fluir de la naturaleza. Y también ha sus artes. El jiu-jitsu, por ejemplo, consiste en aprovechar el impulso del adversario para derrotarlo con su propia fuerza o naturaleza. En su escritura, el signo para melancolía es un hombre mirando caer las hojas sobre un estanque. La ceremonia del té es una manera de encontrar belleza y bienestar en algo tan sencillo como sorber una infusión.
Para el occidental, la vida, a excepción de unas pocas horas dominicales, es un asunto profano. «Es aquello que te va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes» según decía Lennon. Para el taoísta, las cosas cotidianas e insignificantes pueden tener un sentido infinitamente más profundo del que nosotros le concedemos. Son diferentes perspectivas de ver la vida. El poeta y el científico ven el sol de modo diferente y es irrelevante quien tiene razón, ambos la tienen.
Así como la India aporta a la humanidad conceptos como unidad del cosmos y trata de realizarla a través del yoga, China descubre el cambio universal y enseña a fluir con él, con la naturaleza. En India, el karma excluía el concepto de ley, China lo excluye con el li (orden) y sus vibraciones (chi)
Se trata de pensamiento asociativo y coordinativo, donde los conceptos tampoco se dualizan sino que se colocan unos al lado de otros, en una estructura. La naturaleza de una cosa depende de su posición en un universo en perpetuo movimiento. Tung Chung-shu lo explica mejor:
«Todas las cosas rechazan lo que les es distinto y siguen lo que es igual. Por eso, cuando dos chi son similares, coalescen.(…) Las cosas se llaman unas a otras, lo igual con lo igual, un dragón trayendo lluvia, un abanico apartando el calor, el sitio donde ha estado el ejército llenándose de zarzas. (…) Cuando se toca la nota kung en el laúd, otras cuerdas kung cercanas reverberan. (…) Cada cosa enel universo está sintonizada a ciertas otras, y cambia cuando éstas cambian.»
La armonía se considera algo orgánico, una especie de cortesía mutua en vez
de competencias. No es la causación mecanicista occidental en la que las partículas se empujan unas a otras (como en un billar), sino que cada partícula toma su lugar junto con otras para crear un universo de partes y todos. Tampoco proviene de ningún legislador/creador supremo, ni Dios ni ley, sino movimiento espontáneos pero ordenados, (como bailarines en una danza) y con una responsabilidad rotatoria. Las cosas están conectadas más que causadas. Es la interdependencia por un bien y entendimiento mutuo, esto es el Tao.
«La noche empieza al mediodía»
Su objetivo es enseñar al hombre a integrarse y a comportarse como la naturaleza, de manera que experimente en el propio cuerpo los ritmos vitales. Los ritmos naturales cortos (oleaje, pulso del corazón, goteo de la lluvia) o largos (un amanecer, las lunas, las estaciones) El chi es esta entidad energética que está dentro de todos los seres, y la notamos a través del aikido japonés, la danza Tai -chi-chuan o «el Secreto de la Flor de Oro». Aprender los modos de la naturaleza es el modo más eficaz de saber moverse, de mover el cuerpo más grande que es el mundo.
Zen, Japón
Gracias al zen, que educa para estar plenamente en lo que se hace, los japoneses consiguen concentración y habilidad. Es estar intensamente aquí, ahora, borrando el ego, una actitud de concentración absoluta en lo que está pasando y de maravillarse ante las cosas más corrientes de la vida. Eliminar los juegos mentales racionales que mediatizan la percepción de las cosas, y estar incondicionalmente entregados al instante, olvidando lo que ha sido y lo que será.
– Maestro, ¿qué haces tú para estar en el camino verdadero?.
– Cuando tengo hambre, como; cuando tengo sueño, duermo.
– Pero esas cosas las hace todo el mundo.
– No es cierto. Cuando los demás comen piensan en mil cosas a la vez.
Cuando duermen, sueñan con mil cosas a la vez. Por eso yo me diferencio de los demás.
Entre otras habilidades (tiro con arco, jiu-jitsu, caligrafía, las marionetas, la esgrima…) el poema haiku refleja esta predilección por iluminar el fondo de las cosas.
El viejo estanque:
salta una rana.
El sonido del agua.
Cuando los deseos han cesado, todas las cosas revelan su propia importancia, no la que nosotros ponemos. Cuando estamos en la mentalidad zen, cuando vemos en la naturaleza profunda de las cosas, cuando las cosas se ven a sí mismas con nuestros ojos, y se refleja limpia en los espejos de la mente, todo lo que percibimos no puede explicarse, sino experimentarse. No las cosas excepcionales, sino lo infinitamente pequeño.
¡Qué maravilloso es esto, qué misterioso!
Llevo leña, subo agua.
La explicación de por qué existe el mundo, es la propia existencia del mundo. Pero no se comprende o se explica con la razón, porque:
«Si trabajas sobre tu mente con tu mente, ¿cómo podrás evitar una confusión inmensa?»
Hay que experimentarlo, porque en el momento en que pensamos la realidad, al dividimos entre pensante y lo pensado. Con ello conseguimos manipular lo pensado, pero no comprenderlo. Se trata de experimentar una realidad sin recuerdos o proyectos, sin intenciones, sin ego, aumentando la atención para percibir así:
Copos de nieve,
cayendo suavemente:
cada uno en su sitio.
¿Cual era tu cara antes de nacer?.
Los koan son ejercicios mentales encaminados a hacer saltar en pedazos la mecánica del pensamiento racional para conseguir la superación del dilema del ego.
La vida no es un problema a resolver, sino un misterio a experimentar; la verdad no es un objetivo al que se llega, sino un estado de la mente, porque como se es, sólo así se puede ver.
Cuando ya no se puede hacer nada, ¿qué podemos hacer?
¿Si todo se reduce a la unidad, a qué se reduce la unidad?”
¿Puede existir una ilusión?
Cuando un árbol cae en medio del bosque y nadie lo escucha, ¿produce algún sonido?
¿Estoy de acuerdo conmigo?
Todas las cosas son conocidas… ¿sólo porque creemos conocerlas?.
¿Cómo suena una palmada ejecutada con una sola mano?.
… ¿Cómo se ve el agua en el océano?