Ernesto “Che” Guevara, Revolución y rugby
Por David Abellán Fernández
Ernesto Guevara, el primero por la derecha
Hay algo que muy poca gente sabe sobre Ernesto “Che” Guevara y que me gustaría compartir con vosotros. Y no es sólo corregir el error común de pensar que Ernesto era cubano, porque no lo era ni mucho menos, era argentino, sino contaros que mucho antes de que se pusiese al frente de una de las revoluciones más famosas del Siglo XX, antes de que Alberto Korda le retratara como un icono de la revolución cubana y de que entrase triunfal en La Habana un 2 de enero de 1959, mucho antes de todo ello, el “Che” Guevara fue un apasionado del rugby.
Su relación con el deporte oval comenzó indirectamente un lejano 2 de mayo de 1930. Por aquel entonces “Ernestito” vivía con sus padres en San Isidro, provincia de Buenos Aires. Aquel día, con apenas dos años de edad, sufrió su primer ataque de asma, enfermedad que el “Che” padeció toda su vida de forma muy persistente. Buscando entonces un clima más benévolo con sus pulmones, su familia se trasladó a Córdoba y un tiempo después a Alta Gracia. Allí residió durante diecisiete años, hasta 1947. Curiosamente, no fue el rugby el primer deporte que practicó Ernesto sino la natación. Su madre, Celia de la Serna, fue buena nadadora y vio en esta disciplina un buen refuerzo para su lucha contra su constante asma. Sin embargo, Ernesto lo concibió auténticamente como deporte y no como medicina deportiva pese a la oposición de su familia. Y lo cierto es que no sólo se aficionó a la natación sino también al fútbol, al golf, al montañismo e incluso el boxeo y el ping pong.
El rugby llegó a su vida en Córdoba cuando algunos amigos suyos comenzaron a entrenar en el Estudiantes, club que procedía de una escisión de otro equipo llamado El Tala. Alberto Granados, buen amigo del “Che” lo relataba así: ”Yo jugaba allí junto con mis hermanos y era el entrenador de la segunda división. En Septiembre u Octubre de 1942, vino Ernesto y me dijo que quería jugar al rugby. Había un problema. Él tenía asma y la gente tenía miedo de que jugase porque varias veces se nos quedó duro en medio del campo. Pero como yo también había sido muy discriminado en el rugby porque era petiso y flaco, le dije ‘te voy a enseñar’. Y él aprendió”.
En las pruebas de acceso ocurrió lo siguiente: “Mirá, Pelado (Así se le conocía entonces por su pelo medio rapado y su aspecto desaliñado), acá el examen de ingreso consiste en saltar por arriba de un palo y caer con el hombro. Los que vienen al rugby para hacer pinta no se animan. Los que quieren jugar pasan la prueba. Ahora te toca a vos.”. Ernesto lo intentó en multitud de ocasiones. Granados continúa rememorando: “Si no le digo basta, todavía se está tirando…”
Guevara era un habitual en los entrenamientos. Tenían que ser nocturnos porque sólo los estudiantes jugaban al rugby y eran las únicas horas disponibles. En la primera época, su apodo “pelado” fue rápidamente sustituido por el de “furibundo Serna”, una mezcla entre su fuerte carácter jugando y el apellido de su madre. Finalmente, le llamarían “Fuser” a secas.
Comenzó a destacar como ala (demarcación de rugby de marcado carácter atacante) y al parecer era bastante contundente en el placaje en donde solía tacklear alto en vez de ir directamente a la cintura para desestabilizar al rival. En 1947, Ernesto se mudó con su familia a Buenos Aires de nuevo en donde residió hasta el 7 de julio de 1952, fecha en la que realizó su primer gran viaje por América Latina. Allí no tardó en enrolarse en las filas de otro equipo, en este caso San Isidro Club. Cuenta Ernesto Guevara Lynch, padre y biógrafo del “Che”, que, como cabía esperar, los médicos consideraban la práctica del rugby un grave riesgo para su salud. “Viejo me gusta el rugby y aunque reviente voy a seguir practicando”. Su padre optó por hablar con su cuñado, presidente del Club, para impedir que continuase jugando. En el primer partido que jugó posteriormente contra el SIC, su ex equipo, el Atalaya ganó 6-3 y el ensayo de la victoria lo hizo el propio Guevara. Al parecer, en el tercer tiempo casi llega a las manos con Mario Dolan, que fue el encargado de decirle que no podía jugar más en el San Isidro.
Diego Bonadeo, periodista especializado en rugby contaba en su momento que “Cada quince o veinte minutos tenía que salir hacia fuera de la cancha, por ejemplo donde estaba el juez de línea, y donde también estaba yo con el inhalador, yo le daba el inhalador y entonces él se daba unas aspiraditas y podía seguir jugando.” ”El era inside (Centro), pero el dato más llamativo tenía que ver con su aspecto cuando jugaba. En esa época, los delanteros de segunda y tercera línea usaban orejeras como protección. Los tres cuartos, en cambio, jamás se las ponían, no lo necesitaban. Conocí un sólo tres cuartos que usaba orejeras. Era Guevara…”.
Ernesto Guevara, abajo a la izquierda con orejeras
Guevara jugó en Atalaya tras marcharse del San Isidro Club, donde también lo hizo su hermano Roberto, entre 1947 y 1949. El médico y ex rugbier Ernesto Donat, compañero de Ernesto recordaba que: “Él no fue uno de los fundadores, cuando apareció empezó a jugar como suplente o en división reserva“. Según Miguel Seguí, dirigente de Atalaya, “jugaba bien, no era una maravilla pero jugaba bien”. Para Bonadeo, “fue indudablemente un líder, pero no en el deporte, creo que era un jugador más del montón que de los que podían sobresalir”.
Otra perla de los diarios y testimonios de la época, de nuevo Diego Bonadeo: “Una vez, en unos Juegos Interuniversitarios, escuché un dialogo del que jamás me olvidé. Tenía que jugar el seleccionado de rugby de Medicina, la carrera de Guevara. Un tipo preguntó por qué Guevara no jugaba y otro le soltó esta respuesta: ‘Está haciendo una revolución en Panamá”
Sea como fuere, el asma acabó con su carrera en los terrenos de juego. Pero no contento con ello decidió seguir vinculado al rugby pero de otra forma bien distinta: comenzó a editar él mismo en 1951 una revista de rugby denominada “Tackle” (Placaje en inglés). Ernesto firmaba todos sus artículos bajo el pseudónimo de Chang – Cho que procedía directamente de otro apodo de juventud: “Chancho”, por su aspecto casi siempre desarrapado y desaliñado en ocasiones. “él se llamaba Ernesto Guevara, tenía el apodo, cariñoso pero apodo al fin, de Chancho por lo bohemio y lo desprolijo”
Ya a partir de 1950, Ernesto Guevara se sumergió en sus viajes por toda Latinoamérica y desconectó del rugby. No así del deporte en general que le gustó toda la vida. De hecho cuentan que introdujo en el golf a Fidel Castro y que durante los descansos entre combates en la Sierra Maestra jugaba al Béisbol con Camilo Cienfuegos. Al final, su deporte definitorio y por el que mostró siempre gran pasión fue el ajedrez: “En este momento de confrontaciones mundiales que se deban a sistemas ideológicos muy distintos, el ajedrez puede y es capaz de aglutinar a gentes de países con sistemas diferentes”