Un viaje por la obra de Haruki Murakami a través de la mirada de Justo Sotelo
Por Cristina Cereceda
Justo Sotelo es economista, catedrático de Política Económica y profesor en ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). También es licenciado y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y máster en Estudios Literarios y en Literatura Española. Ha escrito varios libros de economía, y decenas de artículos, así como cinco novelas La muerte lenta (1995), Vivir es ver pasar (1997), La paz de febrero (2006), Entrevías mon amour (2009) y Las mentiras inexactas (2012) . Ahora cambia de género y regresa con un ensayo sobre el escritor Haruki Murakami: Los mundos de Haruki Murakami, editado por Izana Editores, que es el que nos ocupa en esta entrevista.
– La entrevista que le hice en septiembre del año pasado para nuestra revista, a propósito de la publicación de su novela Las mentiras inexactas, la titulé con una de sus respuestas: “Lo más divertido de escribir una novela es pensarla”. ¿Respondería lo mismo ahora, tratándose de un ensayo?
Son dos géneros distintos, pero mi motivación ha sido la misma, la búsqueda de un determinado sentido de la vida, o de la verdad de la vida. Estudiar las novelas de Murakami me ha permitido comprender mejor las que yo escribo, así como ciertos comportamientos del género humano que lo hacen precisamente eso, humano. En las novelas de Murakami hay mucha humanidad, aunque a veces aparezcan los fantasmas de su mundo mítico personal y el mundo mítico de la literatura japonesa tradicional. He pensado mucho, por supuesto, en el entramado de mitos, símbolos e imágenes de sus obras, y eso me ha reportado una enorme satisfacción. También he encontrado cascadas de sensibilidad en las páginas del escritor japonés, y en esos personajes tan cotidianos que casi se convierten en anti héroes que representan a la perfección a la sociedad actual, ya sea oriental u occidental.
– Entonces le pregunté si con cinco novelas publicadas se sentía un autor consagrado. Me dijo que no, que siempre estaba aprendiendo. Ahora, con este ensayo de un autor tan famoso, ¿cree que ha dado un paso más hacia esa consagración de la que le hablaba?
Pues tendría que responder lo mismo. Hablar de consagración es entrar en un terreno sumamente resbaladizo. No sé si le dije la otra vez que ni siquiera los grandes saben, en su momento, que son grandes. El “canon” es algo arbitrario, creado por críticos que también se equivocan y profesores universitarios que no siempre tienen la razón. Existe algo que convierte las obras normales y corrientes en clásicas, el tiempo, y la percepción de ese tiempo no siempre coincide en todas las épocas. Habitualmente menciono el caso de Calderón, tan denostado durante un par de siglos, y luego tan admirado gracias a la recuperación de los teóricos alemanes. En fin, los ejemplos son múltiples a lo largo de la historia de la literatura.
– ¿Su libro estudia todas las obras de Murakami o se ha conformado con realizar una selección?
El ensayo se centra en 10 de sus 13 novelas publicadas. Las dos primeras no están disponibles, y la última acaba de ser publicada en Japón, por lo que me ha ido imposible incorporarla al libro; también se analizan los cuentos, por su gran influencia, directa o indirecta, en las novelas. Tiene seis capítulos, desde la visión general de su literatura, pasando por la construcción de su mundo narrativo y las funciones de autentificación y saturación, y llegando al mito moderno latente en todas sus historias, dominado por unos mundos híbridos entre lo natural y lo sobrenatural, y el poder del sistema económico y político, así como el predominio de los aspectos sexuales sobre el comportamiento de la mayoría de sus personajes.
– ¿Por qué un ensayo sobre Murakami?
El año 2001 leí una tesis doctoral en la Universidad Complutense titulada. “La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami”, dirigida por los profesores Antonio Garrido Domínguez y Fernando Rodríguez Lafuente. Me pareció lógico convertir la tesis en un ensayo, prescindiendo de las partes más técnicas de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y centrándome en el análisis de los relatos de Murakami. A sus novelas se les puede aplicar la Teoría de los Mundos Posibles que tiene su origen en filósofos como Leibniz y Bodmer (y hasta cierto punto Aristóteles) y que en el siglo XX ha sido desarrollada por Dolezel, entre otros, y que nos viene a decir, resumidamente, que es el texto el que crea el mundo del relato y no a la inversa. Por eso, en el texto caben las narraciones miméticas, pero también las fantásticas.
– ¿Qué objetivos le gustaría alcanzar con esta obra?
Esta es esta época las personas nos sentimos dueñas de un sinfín de cosas, pero en realidad casi no las necesitamos. Lo que precisamos es a los demás, pero casi nunca los encontramos. Eso es lo que les ocurre a los personajes de Murakami en, prácticamente, todas sus novelas. En varias de sus historias los hombres son abandonados por sus mujeres o por sus padres… Además los jóvenes son importantes, siempre mostrando cierta rebeldía con el sistema de vida tradicional japonesa, aunque puede ser extrapolable a otros países. Esos pequeños rasgos son amplificados por el mundo mítico de Murakami, que se convierte en universal, en el sentido más tradicional del término, es decir, siguiendo la idea de los juicios apriorísticos de Kant, o la visión general que pudo tener un pensador universal como Goethe.
– Dígame alguna característica propia de un autor como Haruki Murakami.
Quizá lo más interesante sea la mezcla del mundo oriental y occidental en su literatura. En sus obras se habla de música clásica o moderna occidental, de comida, de moda, de cine europeo y norteamericano, pero también de leyendas y fantasmas japoneses, de almas que dejan el cuerpo del muerto, se dan un paseo y vuelven a él. El sintoísmo está presente en sus páginas, la fugacidad de los cerezos, por ejemplo. Todo ello me ha llevado a utilizar dos tipos de bibliografía, una técnica, sobre Teoría de la Literatura, y otra con obras de ficción que aluden o complementan la obra de Murakami. En la vertiente occidental destacan las influencias de Thomas Mann, sobre todo con “La montaña mágica”, Scot Fitzgerald, Proust, Bergon, etc. Y dentro de la literatura clásica japonesa: El “Genji Monogatari”, el “Henke Monogatari” y los “Cuentos de lluvia y de luna”, entre otros muchos ejemplos que se podrían incluir.
– Llama la atención la ilustración de la portada del libro. ¿Cómo surgió la idea ?
La portada es una de las cosas más hermosas del libro, debida a la pintora y escritora Gabriela Amorós Seller. La famosa novela de Murakami “Tokio blues” se llama realmente “Norwegian Wood”, en homenaje a la canción de los Beatles. La sensibilidad de Gabriela Amorós se pone de manifiesto en la seguridad y firmeza de los trazos, como si los dos personajes se convirtieran en uno solo, algo que también ocurre con muchos personajes de Murakami, en busca siempre de su doble, a través del pasadizo interior de la literatura del que hablaba Cortázar.
– Desde su experiencia como escritor de temas dispares como la economía, la novela y ahora este ensayo sobre uno de los escritores más populares y mejor considerado del momento ¿qué género tiene más dificultad para usted a la hora de plasmarlo en el papel?
Pues creo que ninguno en especial. He leído dos tesis en mi vida, y siempre he dicho que las escribía como una novela, al menos desde la óptica aristotélica. Y lo mismo me ocurre en parte cuando escribo una novela, que, dentro de su lenguaje particular, es como hacer una película (o como las hacía Hitchcock, con esa enorme importancia que daba al montaje). Lo que siempre he tenido claro es que he escrito lo que me ha apetecido, tanto libros y artículos de economía, como novelas o el ensayo actual sobre Murakami. A nadie se le obliga a escribir, así que intento hacerlo de la mejor manera posible. Al final tengo que estar medianamente satisfecho con el resultado, entre otras cosas, porque no había podido hacerlo mejor. Cada obra me puede llevar años, muchos años, de reflexión, escritura y “montaje”, como decía antes.
– Aunque es un género para minorías ¿se atreverá algún día con la poesía?
No es un problema de ser un género minoritario, sino que no creo tener la mirada de un poeta. Creo que el poeta mira hacia dentro, con esa visión inmanente de la realidad (la suya propia), mientras que el narrador posee una mirada trascendente, hacia fuera. Yo me paso el día mirando a los demás, sentado en terrazas de cualquier café (tampoco soy tan iluso como para no mirarme hacia dentro, claro, pero me interesa ver qué pasa en el mundo, y sobre todo contarlo, siempre desde mi punto de vista). Su pregunta sobre lo “minoritario” me sugiere, además, otra reflexión, y es que no logro entender por qué tantos escritores se empeñan en escribir un libro tras otro, así como esa obsesión por pretender ganar dinero con la literatura, lo que tantas veces se vuelve contra ellos, amargándoles la vida. Se podrá vivir o no de la literatura (salvo excepciones, entiendo que es casi imposible en esta sociedad típicamente capitalista), pero no creo que deba ser el fin que debe impulsar para escribir. No me imagino a Rabelais persiguiendo esa quimera, ni a Góngora o Milton y Proust, etc. (siempre habrá Lopes, por supuesto). Es evidente que se gana más dinero siendo “broker” o “dealer”, como explico a mis alumnos de economía.
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