Cabo Verde, un pequeño paraíso a la vuelta de la esquina.
Cabo Verde, un archipiélago volcánico entre tres mundos. Una puerta oculta para descubrir la historia de África y de América a través de Europa. Allí, en medio de un inmenso océano se encuentra la suma de muchos sueños entre islas que esconden el encantamiento de lo auténtico. Si buscamos un sustituto del Caribe o un encuentro de frente con lo africano nos quedaremos un poco cojos. No es un espacio que se deja definir fácilmente. Hace falta saber mirar su belleza interior, querer buscar sus muchos rincones. Es conveniente dejarse llevar por la curiosidad de descubrir en primera persona cada uno de sus encantos.
El encanto de lo genuino.
Cabo Verde es un ramillete de islas y como cada isla que se precie cultiva una idiosincrasia que la hace única y especial como podremos ver en la siguiente web. No se puede visitar una sola isla y creer que se conoce Cabo Verde. Las islas se dividen según el viento. Unas pertenecen a barlovento y otras a sotavento. Ya eso las va definiendo. Unas tienen dentro el alma del Sahara como es la isla de Santiago, otras esconden valles y montañas con bosques sorprendentes. Las playas paradisíacas están ahí pero alejadas de complejos hoteleros y explotaciones turísticas, encontrándolas principalmente en Sal y Boavista.
Algunos lugares que no hay que perderse.
Con cuatro aeropuertos internacionales y su cercanía a Europa, las diez islas de Cabo Verde resultan toda una tentación para el viajero sediento de espacios nuevos. Especialmente atractiva para aquellos amantes del surf, el buceo o los ritmos musicales aunque sus encantos sean otros muchos poco explotados por el turismo. Su volcán activo en la isla de Fogo representa una interesante visita que conviene no perderse. Debemos tener en cuenta que las islas más cercanas a la costa africana son más secas mientras que las más alejadas nos ofrecen una frondosidad que en su día fue el origen del nombre del archipiélago. El verdor de Cabo verde ha sufrido las acometidas del hombre, quien llego a poner en peligro su ecosistema. Hoy se busca recuperar ese equilibrio y merece la pena tomar su tiempo recorriendo Santo Antão, su isla más verde llena de profundos barrancos y pequeños pueblecitos.
Cabo Verde no es como Canarias o como Cuba. Ha sabido mantenerse alejada de una explotación masiva del turismo y ha logrado brillar con luz propia a través de una pulsación dulce y suave, que se mete en la piel de quien la vive, gracias a sus gentes, su música y su delicioso pescado. Cabo Verde es fusión y mezcla, nos permite mirar hacia África e intuirla desde dentro. Pocos viajeros son inmunes a su espíritu genuino y difícil es que no se sueñe con regresar.