Mónica Seles, la leyenda empieza en Roland Garros
Por: Ana M. Badía
El circuito del tenis femenino sufrió un sorprendente vuelco cuando Mónica Seles entró en escena con tan solo 14 años en 1988. Por entonces Steffi Graf dominaba el circuito. Acumulando Grand Slams, la estadounidense disfrutaba de un apacible reinado ganado ante rivales como Navratilova, Evert, Pam Schriver o Gabriela Sabatini, un liderazgo que pocas veces se veía en peligro, hasta que aquella niña de cabellos rizados, polémico grito de “guerra” y revés a dos manos, le plantó cara.
La carrera de Mónica Seles disfrutó de un ascenso meteórico, alcanzando el número uno con 17 años, la tenista que se nacionalizaría estadounidense en 1994, había ganado siete torneos de renombre antes de su mayoría de edad, algo que ningún jugador había conseguido hasta entonces. Seles llegó alto, muy alto, y muy rápido.
Su leyenda comenzó a forjarse en Roland Garros, torneo en el que con tan solo 16 años y seis meses, se deshizo de Steffi Graf en la final convirtiéndose en la ganadora más joven del Open Francés, título que posteriormente le arrebataría Martina Hingis. Aunque su leyenda en el país galo no acaba ahí, Seles es hasta ahora, la tenista que más veces ha alzado la ‘Suzanne Lenglen’ de manera consecutiva, lo hizo en 1990, 1991 y 1992.
Tras ello su carrera no hizo más que ascender. En 1992, consiguió tres de los cuatro grandes, sólo le falto Wimblendon, donde Steffi Graf no le dejó opciones. Mónica fue arroyada en la final del torneo inglés, derrota que frenó su buena racha, ya que hasta el momento solo había perdido un partido de temporada.
Y es que Seles maravillaba dentro de la pista. Su impecable revés a dos manos, su anticipación, su lucha por cada bola y su rápido movimiento dentro del cuadro, dejaban sin opciones al rival, puede que su volea fuera limitada, pero ello no importaba ya que la ferocidad de su juego le permitía dominar cada partido.
Sus gritos fueron también una de sus características más recordadas y criticadas, dentro del circuito y por la prensa, quien ejerció una fuerte presión sobre Seles en el Wimbledon de 1992, torneo que precisamente perdió ante Graf.
Fue entonces, en el momento más álgido de su carrera, en los años de dominio, en los que pasó de revelación a leyenda, cuando un terrible atentado frenó su proyección.
El 30 de abril de 1993, en los cuartos de final del Torneo de Hamburgo, Mónica Seles fue apuñalada por la espalda en plena pista por un espectador.
Carrera Interrumpida
Disputaba los cuartos de final ante Magdalena Maleeva, y con el partido dominado tras lograr el primer set y tener ventaja en el segundo, Seles vio como de pronto y mientras descansaba tapada por una toalla tratando de entrar en calor moviendo sus pies, un espectador se abalanzaba sobre ella clavándole un pequeño cuchillo en la espalda.
La cancha entonces enmudeció, nadie sabía con certeza lo que estaba ocurriendo, Seles trató de levantarse y caminar hacia la red con su mano sobre la zona afectada, pero terminó desplomándose antes de dar un paso. La tenista fue inmediatamente trasladada al hospital y su agresor, Guenther Parche, detenido por los guardias del torneo.
Aquel incidente marcó la carrera de Mónica, que con 19 años se veía obligada a dejar el circuito y afrontar una fuerte recuperación, no solo física, sino también y mucho más difícil, psicológica.
Las investigaciones posteriores revelaron que su agresor, fanático seguidor de Steffi Graf, justificó el ataque como un acto en beneficio de su ídolo, relegada al segundo puesto de la clasificación de la WTA por Seles.
Guenther Parche no cumplió pena de cárcel por el atentado, ya que se le declaró demente y por tanto bajo necesidad de tratamiento psicológico. Tras ello, Mónica declaró que nunca más volvería a jugar en Alemania, país cuya ley criticó duramente.
Regreso
Tras aquel incidente, nada volvería a ser igual para Seles. La tenista que se divertía en cada partido y contagiaba con su tenis apasionado a público y rival, pasaría los siguientes meses encerrada en su casa de Florida. Su recuperación física fue rápida, sin embargo fueron los residuos psicológicos los que le apartaron de la pista durante más de dos años. A ello se unió la enfermedad de su padre y mentor. El hombre que garabateaba divertidas caras en las bolas de entrenamiento para divertir a su pequeña, el mismo que le inculcó su pasión por el deporte y el que logró que su hija nunca viera el tenis como una obligación, era diagnosticado de cáncer de estómago.
Pero ni siquiera ello pudo con Mónica, que regresó tras las adversidades y las caídas, que superó los golpes y volvió a triunfar cuando ya nadie pensaba que podía hacerlo.
Seles olvidó sus miedos y acumuló 21 títulos más a sus vitrinas, aunque todos dentro del circuito coinciden en que nunca más fue la misma.
Mónica parecía capaz de retomar su carrera en el mismo punto en el que la dejó. En su regreso se dirigió directamente a la final del US Open, cayendo ante Steffi Graf y rememorando uno de los mejores duelos del tenis y tan solo unos meses más tarde, se alzaría con su cuarto Open de Australia.
Entonces las victorias se hicieron más difíciles de lograr, pero aún así, Mónica fue capaz de liderar a Estados Unidos en la FedCup, logrando tres títulos, ganar un bronce olímpico en Sydney 2000 y cerrar la temporada dentro del Top 10 hasta 2002.
Nunca volvió a ser tan consistente, a presionar y mantener el control de cada partido, la jugadora inquebrantable se había marchado, pero la campeona seguía, y su juego fue suficiente para seguir haciendo historia dentro del tenis mundial.
En 2003 su rendimiento cayó y tras perder en la primera ronda de Roland Garros ante Nadia Petrova decidió marcharse. En 2008 colgaría definitivamente la raqueta.
El Adiós
Tras su marcha, Seles cambió las copas de tenis por los premios humanitarios. La tenista es embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas para luchar contra la desnutrición y embajadora de la Laureus Sport Foundation para la promoción de la influencia positiva del deporte en los problemas de la sociedad. Además colabora con asociaciones de animales y escribe acerca de su lucha con la depresión y los trastornos alimenticios.
Mónica deslumbró con su juego, pero sobre todo con su lucha fuera de las pistas.
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