Glenn Cooper, escritor, médico, arqueólogo y empresario “En mis libros retrato la mejor sensación del mundo, la del descubrimiento”
Glenn Cooper es escritor de novelas de misterio. Pero antes fue médico, arqueólogo y directivo de varias empresas farmacéuticas y biotecnológicas. Esta semana se encuentra en la Feria del Libro de Madrid presentando su nuevo libro “El fin de los escribas” y SINC ha hablado con él sobre cómo un especialista en enfermedades infecciosas acaba siendo un novelista de éxito.
Por Julia García López/ SINC
Se graduó como médico y arqueólogo, y ha acabado como escritor de libros de misterio. ¿Cómo empezó su historia?
Cuando comencé la universidad no era capaz de decidir si quería ser médico o arqueólogo, así que estudié ambas disciplinas. En el último momento lancé una moneda al aire y salió la escuela de Medicina. Además era lo que mis padres querían porque, sinceramente, en Estados Unidos la mayoría de los arqueólogos acaban conduciendo taxis.
En la universidad española no es fácil combinar estas dos formaciones.
Es lo bonito del sistema universitario estadounidense. No te tienes que especializar tan pronto. Me vuelve loco cuando veo a los jóvenes en Europa que enseguida tienen que comprometerse con un camino. Es duro, porque una vez que estás en él no puedes salirte tan fácilmente.
¿Ejerció la medicina al acabar la carrera?
Me especialicé en medicina interna y me interesé por las enfermedades infecciosas. Era como una conexión romántica con el pasado, estaba obsesionado con Pasteur, Leeuwenhoek y todas las grandes figuras de la medicina. También me gustaba la parte romántica del viaje. Trabajé en Tailandia y Haití tratando enfermedades exóticas. Cuando llegó el momento de asentarme me convertí en médico en prácticas en Massachusetts, pero cuanto más trabajaba más me daba cuenta de que no me satisfacía. Era bastante bueno, pero no me levantaba por las mañana sintiendo ‘¡Sí! ¡Hoy voy a trabajar en la clínica!”, y me sentía un poco culpable por ello. Entonces se me presentó la oportunidad hacer investigación en la compañía farmacéutica Eli Lilly.
Y aprovechó la oportunidad.
No sabía nada del mundo empresarial, pero hice mis maletas y me fui a Indianápolis, al centro del país. Empecé a hacerlo bien en el mundo corporativo, aprendí a llevar traje y corbata y cargar con un maletín.
Cambió la bata por la corbata…
Recuerdo mi primer día en el trabajo. En Lilly se empieza a trabajar temprano y a las 7.00 de la mañana desde el aparcamiento hasta la entrada del edificio había filas de hombres y mujeres, todos vestidos de traje gris o azul y cargando con su maletín. Daba un poco de miedo. Trabajé allí durante cinco años hasta que me trasladaron a Reino Unido, donde era director de toda la investigación europea de la compañía. Cuando llegó el momento de volver a Estados Unidos conseguí un empleo en una empresa biotecnológica.
«Mis experiencias en ciencia le han dado más realismo a mi trabajo»
¿Qué hacía en esta nueva empresa?
Era una start up de la Universidad de Duke. Fui director de investigación y desarrollo. Aprendí cómo es el trabajo empresarial en biotecnología. En mi trabajo tenía que ayudar a la empresa a hacerse pública, tratar con inversores de todo el mundo y llevar fármacos a la FDA. La empresa se vendió a Eli Lilly y yo me convertí en director ejecutivo de otra start up porque pensé que estaba listo para dirigir una organización. Durante 17 años fui director ejecutivo de varias empresas biotecnológicas.
¿Cuándo empezó a escribir?
Cuando empecé en Lilly me sentía tan abrumado por la burocracia que necesitaba algún tipo de autoexpresión, así que empecé a escribir guiones de cine. Estuve escribiendo durante 20 años. Acababa de escribir mi primera novela La biblioteca de los muertos mientras trabajaba de directivo y cuando salió publicada, vendí la compañía. Era el momento de empezar un nuevo acto en mi vida y escribir. Eso es lo que llevo haciendo desde 2009.
«Tomé la decisión de no escribir thrillers médicos
o biotecnológicos, sin embargo, sí aprovecho mis
conocimientos de arqueología»
No parece una decisión fácil…
No lo fue, igual que la decisión de no ver más pacientes y trabajar en la industria farmacéutica. Mis padres, que vivieron durante la Gran Depresión, eran muy cautos, pero yo nunca quise vivir mi vida de ese modo, quería ser aventurero. Al menos lo soy en las elecciones en mi vida y mi carrera. Tienes que seguir tu corazón, solo tienes una vida y hay que intentar que sea tan satisfactoria como sea posible.
¿Coexistieron el científico y el escritor?
Las dos partes coexistieron durante 20 o 25 años. No creo que esto sea tan inusual. Los genes para la ciencia y la música con frecuencia están presentes simultáneamente.
¿Qué opina de la tradicional división en gente de letras y de ciencias?
Creo que no es tan sencillo. Me sorprendería que todos los científicos se sintieran totalmente completos con la ciencia y que no tuvieran otras necesidades en sus vidas, porque las personas tienen varias facetas. Tengo un buen amigo Premio Nobel de Física. Hizo física día y noche a lo largo de 30 años. Pero su mente explotó, ahora lo único que quiere hacer es construir mesas y sillas en el sótano. Yo creo que hubiera sido más sano si hubiera tenido otra vía de expresión durante su vida productiva.
¿Hay señales de su pasado científico en las novelas?
Mis experiencias en ciencia le han dado más realismo a mi trabajo y, como escritor, no tengo imágenes estereotípicas de científicos, hombres de negocios ni de investigadores biotecnológicos. Tomé la decisión de no escribir thrillers médicos o biotecnológicos, sin embargo, sí aprovecho mis conocimientos de arqueología. He sido capaz de retratar el momento del descubrimiento en varios libros. Es la mejor sensación del mundo, cuando encuentras algo que los ojos humanos no han visto desde hace miles o decenas de miles de años. Es emocionante.
¿Cómo difiere su vida como científico y empresario de la actual como escritor?
La presión del día a día es mucho menor, los ritmos son más llevaderos y tu motivación es interior. Es un ambiente más confortable y menos estresante. Además no tengo que llevar el coche al trabajo, solo bajo las escaleras a mi biblioteca.