Masificación en el Everest

Por Meritxell Fandiño

Increible pero cierto. Tanta es la gente que quiere subir al Everest que las colas alcanzan las dos horas en algunos tramos, y que muchos ‘alpinistas’ llegan a los campamentos base sin saber qué es un piolet.

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Es habitual oír a hablar de aglomeraciones de turistas frente a la Torre de Pisa, en Times Square o en la Torre Eiffel. Lo que sorprende es que el pico más alto del planeta, con 8.848 metros de altura, también sufra este mal. Pero así es. Desde hace un par de años, y siempre en la misma temporada, varios medios del mundo apuntan que el Everest está masificado. Tanto que los alpinistas deben realizar colas de más de dos horas para seguir su ascenso en algunos tramos, como si estuvieran esperando turno en un parque temático.

Según apuntan muchos alpinistas, el motivo principal de esta afluencia masiva son las mejoras que se han introducido para facilitar el ascenso. Y no son solo los campamentos, o la inestimable ayuda de los Sherpas, guías de las expediciones desde sus inicios más tempranos. Las cuerdas fijas guían y contribuyen a la seguridad del alpinista, y el uso de oxígeno artificial contrarresta uno de los mayores retos del recorrido: alcanzar la cima, hacer esfuerzo, combatir vientos y temperaturas gélidas con un tercio del oxígeno disponible a nivel de mar.

Se ha desmitificado el Everest, la reducción de riesgos ha dado una falsa sensación de seguridad”, explicaba hace un año la experta en himalayismo Ángela Benavides en declaraciones para La Vanguardia. Y en consecuencia, llega al lugar mucha gente sin la experiencia suficiente para un reto de este tipo. Además de los riesgos que comporta su presencia, las condiciones de la montaña y las aglomeraciones hacen que fuercen a los demás presentes a realizar el recorrido mucho más despacio. Y por tanto, aumentan las posibilidades de imprevistos, de accidentes o de no poder completar el ascenso.

“Si hubiera habido mal tiempo, habría sido muy peligroso. Nos llevó cerca de 10 horas coronar la cima y casi un cuarto de las mismas fueron tiempo haciendo cola”, explica Christian Elde, una alpinista noruego recién llegado del Everest, en declaraciones para The Guardian. Asegura, además, haber visto gente que ni siquiera estaba acostumbrada al uso de crambones o piolets. De todos modos, tanto él como sus compañeros insisten que la mayoría está bien preparada. Pero en un lugar como este no hay lugar para bajos porcentajes.

El fenómeno se complica aún más si tenemos en cuenta que el Everest solo puede ascenderse en determinadas épocas del año. Ahora nos encontramos en la idónea, pues a su fin los vientos del monzón harán imposible el ascenso. Así que, según los cálculos se espera que 700 escaladores intenten coronar el Everest en las próximas semanas. Y muchos de ellos, por supuesto, lo harán a la vez. Por si fuera poco, este año es el 60 aniversario de la primera coronación de la cima por parte de dos alpinistas británicos.

 

 

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