El peso muerto (III) – España secuestrada
Por Hamed Enoichi
«Quieres que tu novia sea feliz contigo, no quieres que lo sea con otra persona, te entristece que sea feliz con otra persona. Si estás muy pirado incluso le harás la vida imposible para que no sea feliz con la otra persona y eso no es amor real, eso es cómo funciona la política. Así es como funciona el PP.
El PP no quiere a España, nunca la ha querido. Ni estos, ni sus padres, ni sus abuelos cuando lobotomizaron a la sociedad durante más de 40 años y partieron las rodillas a los que osasen ponerse en pie. Han secuestrado a España de la forma más ruin posible y sí, muchachos, España está secuestrada por un gobierno mentiroso, estafador, timador, corrupto, retrógrado, que se ha hecho con el poder a través del acoso y derribo. A través de la máxima de Goebbels «Una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad». Se ha hecho con el poder vendiendo un crecepelo falso. Vendiendo una cura milagrosa contra el cáncer y resulta que los efectos secundarios de dicha cura sólo producen metástasis; y para ser un partido neoliberal, no entienden eso de «Si no le gusta, le devolvemos el dinero». Es la mayor estafa de historia reciente de España, el mayor secuestro y nosotros los que padecemos el mayor síndrome de Estocolmo.
El PP no quiere a España. No quiere a los españoles. No quiere a la cultura española, ni a sus lenguas, ni su diversidad. En definitiva, no quiere a la nación Española. Le da igual lo que pasa a la sociedad mientras nos intentan explicar qué es el mar cuando nunca lo han visto. No saben qué es el paro, la pobreza, el hartazgo o la empatía. Sólo quiere al estado español, a esos organismos del estado, esa policía, esas herramientas que usan para desangrar a la nación española y cuando piensa en la independencia de Catalunya, sólo piensa en un trozo del pastel que se comerá otro, que se comerá CIU, que tampoco quiere a la nación Catalana. El PP sólo quiere, desde el estado, gobernar a la nación española, mandar sobre ella, dictarle el camino, someterla, subyugar a los más débiles, amordazarla y de paso darle unos azotes; y al parecer, nos va ese rollo. Nos gustan esos azotes, esa violación consentida.
Ningún partido neoliberal piensa en la nación cuando me recuerdan a los profesores que dejan que en el patio del colegio el grande machaque al pequeño y luego castiga a éste por intentar rebelarse ya que el padre del grande invierte en el colegio. Cuando me recuerdan a un granjero que deja entrar al lobo en su finca con sombrero de copa, monóculo y afilados colmillos a cambio de un diezmo de la cacería
El Gobierno actual no quiere a la nación española igual que un maltratador no quiere a su pareja, de hecho, piensan igual «o mía o de nadie». El PP es el maltratador que brinda con una copa de Champagne después de ver como su pareja escupe, arrastrándose por el suelo, los dientes que él mismo le ha partido y acto seguido le dice con media lágrima «Lo he hecho por tu bien, yo te quiero». A ver si así le hace creer que lo hace por su bien y que la culpa es de ella por vivir por encima de sus posibilidades.
Una minoría se enriquece mientras el gobierno ahoga al pueblo, exprimiéndole sin saber hasta dónde se puede exprimir una naranja para que el zumo se lo beban los chamanes del capital, como si nuestra sangre calmase la furia del abominable sistema capitalista, sin querer aceptar que nuestra sangre ya no le sacia. Sin querer aceptar que el sistema ya languidece y que pide la sangre de sus falsos profetas y no la de sus inocentes (o no) seguidores.
Pedimos transparencia a lo que ya es transparente: No roban y se ríen de nosotros en nuestra cara y los escándalos no pasan a ser más que simples anécdotas. Más transparentes no pueden ser.
Darle la llave de paso del agua del jardín a alguien alérgico a las flores, a la libertad, a la igualdad y a los colores y veréis qué pasa, veréis. Este gobierno es ilegítimo, sólo se representan a ellos mismos, nadie les ha votado. La gente ha pedido un pollo asado y le han traído una paloma enferma en un cazo de metal con aguachirri y no sólo no le han devuelto el dinero, sino que nos están obligando a comérnosla y al parecer, también nos gusta.»