SELECCIÓN, de Miguel Cobo Rosa
BLUES DEL TREN
Cuando subas al tren para el destierro
anhela que el destino sea irreal.
Quizá te espere Luna en la estación del Norte
y ella oculte su cara para hacerte sufrir.
Saluda a los viajeros que se crucen contigo
(puede que uno de ellos sea tu gran amor).
Deseo que la noche se parezca al viaje:
fría bajo las estrellas y cálida en el bar.
Deja el coñac que fluya de la copa al cigarro,
puede que el alma cambie de estado mineral.
Era un gas venenoso de mordedura incierta
y líquido elemento que te hiciera llorar.
Si es sólido al bajarte procura que sea negro
el carbón combustible de este lánguido blues.
Pero piensa: el más puro carbono que conoces
puede ser el diamante que fue su corazón.
DIME OTRA VEZ QUE NO
Regálame esta noche, su cobijo de invierno;
las cuevas del insomnio donde a veces desciendo
con la luz que respiras
buscando el suave tacto protector del silencio.
Déjame que traduzca la historia de tu cuerpo
al idioma geométrico que aprendieron mis dedos
desnudos de palabras
para no despertarte más de lo necesario.
Dime otra vez que no, sin saber lo que dices,
antes de que amanezca.
BALADA TRISTE DE TROMPETA
Me detengo en la acera
sin recordar el nombre de la calle
donde perdí la noche con su frío.
Desangelado el paso continúo
con la balada triste de trompeta
que anuncia el Multicines: Hoy estreno.
Es octubre otra vez. La vida pasa.
Hiere la luz de los escaparates, triste.
Los encajes de moda de este otoño
se visten con tus ojos. Los cristales,
lunas de transparencia pasajera,
dejan las maniquíes clausuradas
en su alma de cartón que también sufre.
Tiembla en mi voz tu nombre,
ya recuerdo sonoro, ya silencio.
Llegamos al portal. Busco las llaves
mientras pasa el camión de la basura.
En el tercero izquierda, como siempre,
nos espera otra noche sin estrellas.
ABRIL
Era en abril y el río no se movía.
Las aves migratorias regresaron
poblando las isletas como barcos
anclados en el alma de su cauce.
Los árboles abiertos al crepúsculo
ofrecieron su fronda hospitalaria:
Cobijo para el aire y para el ala
en la copa del tiempo indiferente.
Perdí la luz cuando cruzaba el puente;
cesó el clamor y levanté la vista.
Quiso el cielo ser agua y al volverme
de nuevo el río se puso en movimiento.
Era en abril. La vida anochecía.
UN DÍA DE NOVIEMBRE
Se va noviembre
con una luz de invierno que duda en el crepúsculo
como la vida y tú.
Nos cambiamos de ropa para no ser los mismos
de cada atardecer delante del espejo
que oculta en el armario las prendas de otros años.
Su memoria textil ya vuela con las nubes
cual algodón hidrófilo que empapa la hemorragia
de recuerdos y lluvia.
Noviembre y tú
con un cierto aire triste
(te cae bien esa blusa)
de estreno en multicines y tarde de domingo.
(Miguel Cobo Rosa)
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