LOS ESPACIOS DEL ARTE: EL SARCÓFAGO DE ALEJANDRO

Por Ruth M. Cereceda

Inauguro esta nueva etapa de colaboración con Entretanto Magazine con una serie dedicada al análisis del espacio en el arte. A lo largo de una selección de artículos iré desgranando cómo el espacio ha sido tratado, representado y utilizado como un recurso más a la hora de expresar el mensaje en la obra de arte. Como las posibles piezas a incluir en esta sección son infinitas, he realizado una recopilación de obras basada en mis propias preferencias personales, pero estoy abierta a las sugerencias de los lectores para incluir aquellas obras que les puedan resultar interesantes.

El Sarcófago de Alejandro
La elección de esta obra se debe no sólo a su interés histórico, artístico y arqueológico, sino a que se trata de una pieza que pone de manifiesto el cambio de mentalidad que se produce en el mundo griego antiguo, con respecto a las prácticas funerarias, al espacio físico que éstas ocupan y a su importancia como testigos de la historia.

El Sarcófago de Alejandro es una pieza funeraria encontrada en 1887 en la Necrópolis Real de Sidón –antigua ciudad fenicia en la costa de lo que hoy es Líbano-, que se conserva en el Museo Arqueológico de Estambul. De autoría griega, está realizado en mármol, data de finales del siglo IV a.C., mide 194 cm. de alto por 218 cm. de largo, y combina escultura y policromía en todos sus lados. Se le denomina Sarcófago de Alejandro por las esculturas de sus paneles laterales, en las que aparece Alejandro Magno a caballo, aunque se cree que perteneció a Abdalónimo, Rey de Sidón.

 

Sarcófago de Alejandro, c.310 a.C. Fuente de imágenes: Museo Arqueológico de Estambul

Sarcofago de Alejandro, c.310 a.C.
Fuente de imagenes: Museo Arqueologico de Estambul < http://www.istanbularkeoloji.gov.tr>

 

La obra se encuadra dentro del periodo Helenístico, que comienza con la muerte de Alejandro Magno, en el 323 a.C. La fecha final del periodo no puede datarse de forma tan precisa, aunque suele situarse en el año 30 a.C., con la toma de Egipto por parte de Roma y la muerte de Marco Antonio y Cleopatra. Originalmente, el término contaba además con una significación lingüística, pues distinguía a los hablantes de griego, de otros pueblos englobados bajo el imperio de Alejandro Magno.

La palabra sarcófago proviene del latín “sarcophăgus”, y este del griego “σαρκός”, carne, y –“φάγος”, ‒ fago. Es decir, el “que consume la carne”. Este tipo de enterramiento cuenta con antecedentes en las culturas de Oriente, Egipto antiguo y Etruria, aunque no es característico de las culturas griegas antiguas hasta que su uso se generaliza en el periodo Helenístico, principalmente debido a las influencias de origen oriental y etrusco. Los sarcófagos de este periodo se caracterizan por el uso de elementos decorativos de tipo arquitectónico –con columnas y tapa en forma de tejado-, que les confiere autonomía y monumentalidad como construcción funeraria. Esto les permite ocupar un lugar en el espacio mucho mayor del que habían ocupado los sencillos enterramientos en receptáculos marcados con una estela, que habían sido tradicionales hasta entonces.

Además de la práctica del enterramiento monumental, la iconografía utilizada en la pieza ejemplifica igualmente los cambios que la influencia oriental está provocando, en las actitudes hacia la muerte y el mundo de ultratumba, en la sociedad macedonia. La multitud de figuras talladas con gran calidad que rellenan todos los espacios, y la policromía utilizada, transmiten el carácter eminentemente pictórico de los paneles decorativos. La escena de batalla en el panel frontal celebra los éxitos militares de Alejandro Magno, que había conquistado Asia Menor, Siria, Egipto y continuó, atravesando Irán, hasta llegar al río Indo. En el panel opuesto se representa una escena de caza del león, característica del mundo persa. En ella, participan de forma conjunta Alejandro con el ejército macedonio y Abdalónimo con el persa, como ejemplo del interés de Alejandro por establecer un gran imperio que aunase las culturas orientales conquistadas con la helenística. En la decoración de la tapa, las acróteras con forma de águila y las cabezas femeninas remiten a antiguas creencias sirias y mesopotámicas, relacionadas con el transporte de las almas y con la diosa madre, respectivamente.

Así pues, el Sarcófago de Alejandro simboliza tanto la expansión e inclusión de culturas de uno de los mayores imperios del mundo antiguo, como el cambio y el desarrollo monumental de las prácticas funerarias en el mundo griego, que hasta entonces había desfavorecido la glorificación escultórica del difunto. Esta nueva actitud hacia la vida después de la muerte es asumida y adaptada por el Imperio Romano que, a través del arte y de la influencia que recibe en la construcción de altares y monumentos funerarios, conecta con las prácticas funerarias del mundo occidental contemporáneo.

Ruth M. Cereceda
Abril, 2013

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