…En tiempo de miseria (XI) – Todos con la peineta
Por Luis Martínez-Falero
Llega la Semana Santa y María Dolores de Cospedal prepara su mantilla y su peineta, que llevará puestas hasta el Corpus. Sabemos que no descansa, por lo que la posible incomodidad de tales aditamentos a la hora de dormir quedan así obviados, ya que se trata de una política multifunción: lo mismo gobierna una comunidad autónoma que coordina un partido, que se empadrona en Albacete, reside en Toledo y vive en Madrid, que cambia la legislación laboral de España y, además, se dedica a la literatura de humor. Resulta agotador sólo leer todo lo que esta mujer hace. Quizá por ello se ha buscado como pareja cómica a Carlos Floriano, igual de hábil en la argumentación. Tiembla, Demóstenes.
Pero, sin duda, el gran hallazgo de la señora De Cospedal es el de la peineta, hasta el punto de ponerla de moda, no sólo en su partido, sino también en las filas de la oposición. Ahí tienen a Bárcenas, haciendo una peineta a la prensa y a los jueces (es decir, a la sociedad española) no declarando todo, mintiendo y –finalmente– negándose a declarar. O los responsables de Sanidad o de Educación, al afirmar que los recortes presupuestarios mejoran la calidad del servicio público. O unos cuantos altos cargos del gobierno andaluz repartiéndose los millones de los ERE como si fueran caramelos, en una comunidad donde las tasas de paro y de pobreza resultan escandalosas. O Wert proclamando que la corrupción no es un problema importante y que se ha sobredimensionado. O Edurne Uriarte, en Los desayunos de TVE, al justificar que todos debemos pagar la deuda de los bancos porque somos corresponsables de las pérdidas de las entidades financieras (¿también de sus beneficios?). U Oriol Pujol “delegando” funciones tras ser imputado. O… Lo realmente extraño es que en España aún no se le haya gangrenado el brazo a ningún político de tanto hacer peinetas, lo que, como es sabido, resulta muy perjudicial para la circulación sanguínea de las extremidades superiores.
La peineta se ha puesto tanto de moda que hasta al posible estadio olímpico madrileño le han puesto su nombre, de tal manera que, si como afirma algún miembro del gobierno: “Todo español de bien debe apoyar los juegos olímpicos en Madrid”, todos debemos estar con La Peineta (valga le metonimia). Y, según dicen las encuestas, el 81% de los españoles apoya la candidatura de la capital para albergar los juegos en 2020. Avancemos todos, y yo el primero, con la peineta como estandarte. Eso sí, con el fondo de un cuadro de Zuloaga o de una de las pinturas negras de Goya, porque el panorama que nos rodea resulta bastante sombrío.
Bien, ya estamos con la peineta. Y ahora nos toca competir. Pero ¿realmente debemos competir en los deportes olímpicos, esos del Citius, altius, fortius? Porque en el medallero de Londres 2012 nuestros deportistas ocuparon el puesto veintiuno. Hay campos donde aún podemos mejorar: por ejemplo, en corrupción sólo somos el país treinta del mundo (entre los ciento noventa y cinco reconocidos). Resulta evidente que estamos haciendo lo posible para subir en el ranking, en una competencia feroz con estados con dudosa ley, repúblicas bananeras y monarquías obsoletas (¡huy, perdón!).
También podríamos intentar competir en otras cuestiones más constructivas. Estamos a la cola de la UE en gasto en Educación: nuestro gobierno destina un 4,91% del PIB; Irlanda, con idénticos apuros económicos, el 6,5%; Dinamarca, más del 7%; Finlandia, el 12%. Ocupamos el puesto veinte de la UE en gasto social (de los veintisiete estados). O estamos a la cabeza en tasa de paro (26%). Y así podríamos seguir enumerando aspectos en los que nuestro ranking deja mucho que desear. Bien es cierto que estos países que nos llevan tanta ventaja en cuestiones como Educación y gasto social están muy por debajo de nosotros en los niveles de corrupción, lo que, supongo, tendrá alguna relación.
Desde luego, siempre habrá quien nos recuerde el tópico de que aquí hay más sol y más fiesta que en esos países, lo que, sin duda, nos va a sacar de la crisis, junto a la Virgen del Rocío. Y eso siempre y cuando vayamos a su romería con la peineta puesta, a ver si además ese complemento actúa como un radar que capte los efluvios salvíficos, ésos que por ahora sólo recibe Fátima Báñez, a la que presuponemos también con la peineta encasquetada todo el día. Porque Fátima Báñez ve lo que nadie ve (los brotes verdes o la luz al final del túnel, tanto da), pero también se han manifestado en ese sentido Mariano Rajoy, Cristóbal Montoro o Luis de Guindos, lo que nos puede llevar a pensar o bien que también ellos son portadores de la peineta-radar (aunque sea en privado, como los monólogos en catalán de Aznar) o bien que hay algún tipo de nube tóxica sobre la Moncloa, de efectos alucinógenos. Debe de ser esto último: tras casi una década frecuentando la zona (aunque al otro lado de la Carretera de La Coruña), he llegado a creer que estaba en el siglo XXI, cuando, en realidad, gracias a las peinetas (sean de la naturaleza que fueren) y a la España en que se inscriben, ese siglo es para nosotros aún pura ciencia-ficción.