Blue Valentine: como la vida misma
Por Irene G. Reguera.
Dos años después de su estreno en EEUU, llega a los cines españoles, muy a propósito del boom de Ryan Gosling y con toda la intención de aprovechar el tirón del actor, Blue Valentine, un film independiente e incómodo, un drama desnudo, brutal, sencillo y por eso mismo tan directo al alma.
Blue Valentine no es un taquillazo ni pretende serlo, no es un film comercial, sino vocacionalmente Indie. No presenta una historia de amor dulce, clásico, sino todo lo contrario, y quien vaya a verla con esa expectativa saldrá con un amargor en la boca difícil de borrar. Porque retrata la vida misma, es el reflejo fiel de tantas parejas que, al final, no son felices y comen perdices para siempre.
La película arranca mucho después de donde termina el típico guión de peli romántica made in Hollywood. “Chico conoce a chica, la conquista con ingenio, con devoción y ternura y acaban juntos y felices”… ¿Y luego qué? Pregunta desafiante Derek Cianfrance en Blue Valentine; luego la crisis, las decepciones cotidianas, el desgaste , los defectos que empiezan a irritar, los suspiros por las posibles oportunidades perdidas…; todo aquello que no se suele mostrar porque ya no hay lugar para la épica y la esperanza, y porque es una papeleta complicada para cualquier director.
Cianfrance se embarca en ello y lo resuelve con eficacia, consiguiendo hacer un film crudo, sin excederse en sentimentalismos ni recurrir a dramatismos que fuercen la lagrimilla; y precisamente por su contención natural, acaba doliendo más adentro al espectador de lo que este espera. Se nota que es un director que viene de hacer cine documental en el modo de filmar y de contar, se aprecia ese trasvase de recursos hacia la ficción que hace la historia más palpable y verosímil.
Ayudan al cometido las interpretaciones brillantes, teniendo en cuenta que todo el peso recae en los dos caracteres principales (ya que los secundarios son bastante planos y carentes de interés), interpretados por dos estrellas del momento: Ryan Gosling y Michelle Williams. Ellos están fantásticos, más naturales expresando el resquebrajamiento de la relación de los personajes que mostrando su enamoramiento, en todo caso convincentes, llenos de química sin necesidad de artificios. Es la suya una labor actoral aplaudible, sobre todo en aquellos momentos más íntimos del film en los que el actor/ la actriz está frente a frente con su personaje, con sus miserias y nada más, sin más soporte que el/ella mismo/a para expresar todo un mundo.
Gosling logra mejor que su compañera llegar al espectador, consigue trasmitir exactamente lo que siente el personaje en los momentos de mayor desesperación, y logra caer mejor que ella, porque se hacen más entendibles sus actitudes. Michelle Williams, nominada al Oscar por su papel, nos resulta más distante, también por el propio carácter más frío del personaje, y eso hace que no acabemos de comprender el desprecio hacia su marido.
Interesante también resulta la estructura narrativa, que funciona por contraste entre el entusiasmo del pasado y el desgaste presente, intercalando ambos períodos “a brochazos”, mostrándonos un poco de entonces y un poco de ahora, para que poco a poco, conozcamos las raíces de la relación, así como hasta qué punto llega el distanciamiento actual. Colabora en ello el empeño del director de filmar el pasado en 16mm y el presente en digital, así como el estilo de corte y montaje, que se corresponde con un cine de carácter introspectivo.
Es destacable la fotografía (Andrij Parekh), en tonos fríos, que envuelve todo el metraje, pero sobre todo, con tonos descaradamente azulados y metálicos, en las escenas del motel, coincidiendo con los momentos en los que la relación realmente se desmonta.
En definitiva, convincente debut de Cianfrance, que promete mucho como director y guionista, soberbio mostrando lo bello y lo terrible, lo dulce y lo amargo de lo cotidiano de la vida y del amor.
Quizás como posible critica podríamos decir que es una pieza incompleta, y no por el final, que considero valiente y coherente con el conjunto y con el mensaje del film, sino por huecos que quedan sin rellenar entre el pasado y el presente: es evidente que faltan piezas del puzzle para comprender la decadencia de la relación, y si bien es cierto que al espectador tal vez le falte saber cuándo empezaron a torcerse las cosas, y por ello nos resulta una transformación demasiado brusca, porque no se muestra el camino intermedio. Puede ser que se haya hecho así pretendidamente, y que el director plantee: “ y que demonios importa cómo hayamos llegado hasta aquí”, y si lo pensamos no nos queda más remedio que admitir que es cierto, que nos está dando vida real, ni más ni menos, y la vida real es así, de repente te despiertas viviendo una vida que no es la que habías soñado, y te preguntas cómo y cuándo la jodiste tanto para haber llegado a este punto. Por eso, creo que el director nos priva de información a propósito, para hacérnoslo sentir más cruel y más puro, más nuestro.
IRENE G. REGUERA