Karpov-Kasparov, la batalla de todos los tiempos
Por: David Carabias
Anatoly Karpov y Gary Kasparov protagonizaron en la década de los 80 una de las batallas deportivas más recordadas en la historia del deporte. Dos hombres con un intelecto privilegiado enfrentados en un tablero de ajedrez sobre el que se centraría la atención mundial durante muchos meses en plena guerra fría.
Para entender esta historia debemos remontarnos a los orígenes de un juego, el ajedrez, en el que ha quedado demostrado que la inteligencia de los hombres es superior a los ordenadores. El primer hecho conocido sobre este modo de enfrentarse, data del Siglo V, cuando un poderoso rey indio no encontraba consuelo tras perder a su hijo en el campo de batalla.
Nada podía mitigar su tristeza, hasta que un modesto hombre se acercó a la corte y le propuso un desconocido juego. Un tablero de 64 casillas y dos ejércitos enfrentados con movimientos muy marcados. Varias partidas después, el rey comprendió que en ocasiones es importante sacrificar una pieza valiosa para terminar logrando la victoria final.
Agradecido, el monarca ofreció a aquel hombre la recompensa que desease y este le pidió que llenase el tablero de granos de trigo, poniendo dos granos en la primera casilla, cuatro en la segunda, ocho en la tercera, y así sucesivamente hasta completar todas las casillas del tablero.
Al rey le pareció muy pobre la petición pero accedió a concedérsela, y dio la orden a sus matemáticos de calcular los granos de trigo que corresponderían al mercader. Tardaron días en tener la solución, y la conclusión fue clara: ni todas las cosechas del mundo conocido serían suficientes para satisfacer la petición del modesto hombre.
Siglos después, el ajedrez es entendido como el juego más difícil de descifrar que existe en el mundo, y han sido múltiples las ocasiones en las que se hecho competir la mente humana con la rigidez informática, habiendo salido triunfante la inteligencia de los hombres en todas las ocasiones. Y en estas condiciones surgieron los dos mayores campeones que hasta el momento ha dado la historia, y ambos fueron de nacionalidad rusa: Anatoly Karpov y Gary Kasparov.
Anatoly Karpov nació en 1.951 en Zlatoust, junto a los montes Urales, una región de clima extremo, en el que el frío es protagonista gran parte del año. El pequeño Karpov era un niño enfermizo y débil, por lo que se centro en un deporte en el que el físico no cuenta, el ajedrez.
Por su parte, Gary Kasparov nació en Baku, en 1.963, de padre judío y madre armenia. Muy pronto vivió en sus carnes la crudeza de la vida que le arrebató a su padre, y ante la posibilidad de un vida de tristeza, su madre decidió que jugara al ajedrez para inhibirse del momento tan complicado que vivía una familia humilde.
A principios de los setenta, el prodigioso Karpov comienza a ganar torneos juveniles a antiguos campeones mundiales, y con 24 años se produce el primer enfrentamiento con el que años más tarde se convertirá en su alter-ego. Con 12 años Kasparov tiene la posibilidad de enfrentarse a la gran promesa del ajedrez soviético, y de no haber sido por un error de niños, le habría derrotado.
La Unión Soviética siempre tuvo en muy alta estima el juego del ajedrez, por lo que no digirió muy bien que en 1.972 Bobby Fischer les arrebatase el cetro mundial llevándoselo a Estados Unidos, por lo que las autoridades del país veían al campeón del torneo de aspirantes. Anatoly Karpov, como la esperanza de recobrar algo que tenían por suyo, el campeonato mundial de ajedrez.
Cuanta la leyenda que Fischer tenía miedo a Karpov, ya que no sabía perder y se consideraba a sí mismo inferior, por lo que el campeonato mundial que habría de producirse en 1.975, nunca llegó a realizarse, pero Karpov fue coronado campeón mundial. Consiguió revalidar su título con mucha facilidad en 1.978 ante Viktor Korchnoi.
En 1.984, Kasparov se había ganado el derecho a disputa el trono de Karpov con tan solo 21 años. La batalla sería en Moscú, y arrancaría el 10 de Septiembre, con unas nuevas reglas: no habría límite de partidas y el vencedor sería quien primero derrotase a su rival en 6 ocasiones.
El vigente campeón se mostraba muy superior y en tan solo 9 partidas elevó el 4-0 al marcador, pero el joven aspirante aprendía sobre la marcha y comenzó a igualar las fuerzas. Aún así, al acabar la partida 27 el resultado era de 5-0 y la expectativa de una cómoda victoria de Karpov se hacía patente.
En la partida 31, Karpov toma ventaja y tiene la oportunidad de certificar una victoria legendaria, pero la perseverancia de Kasparov le hace no rendirse y consigue una defensa por la que nadie apostaba para mantenerse en el campeonato. Y no queda en eso su reacción sino que la partida siguiente gana por primera vez.
La partida se alarga más de lo deseado, y se llega al mes de abril de 1.985 con resultado de 5-3. Karpov comienza a dar síntomas de debilidad ante la juventud de su oponente, quien además parece haber aprendido de su maestro y utiliza las mismas armas en su contra. La remontada parece inevitable.
Pero entonces surge la figura de Florencia Campomanes, Presidente de la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez), que toma la decisión de anular la partida, alegando que ya se trabara de una prueba de resistencia y no de una partida de ajedrez, en lo que todo el mundo entendió como una salvación burocrática al decadente campeón.
El campeonato mundial se pospuso para septiembre del mismo año, y entre tanto ambos contendientes cruzaron acusaciones de intereses ocultos en la detención de la partida inicial, en lo que supuso al afianzamiento de un odio mutuo que se hacía palpable en sus partidas.
En Septiembre del 85 arrancó de nuevo la partida, pero con un cambio de sistema, ganaría el mejor a 24 partidas. El último día Kasparov aventajaba en un punto a Karpov, a quien le valían las tablas para retener el título.
Karpov jugó sus bazas y tomó ventaja, pero para sorpresa general, en vez de acabar con su rival, dejó que el tiempo (que apremiaba a Kasparov) se encargase de acabar con el trabajo, y el joven aspirante logró defenderse y convertirse en el nuevo campeón mundial con tan solo 22 años (el más joven de la historia).
Y no se quedo en eso su leyenda, sino que se convirtió en el símbolo que Gorbachov necesitaba para el profundo cambio que deseaba acometer tras haberse alzado con la secretaría general del Partido Comunista de la Unión Soviética, frente al anterior régimen, que mantenía a Karpov como uno de sus referentes.
Campomanes volvió a salir en ayuda de Karpov, y le permitió aspirar al título el año siguiente. En una nueva batalla Kasparov marcó territorio rápidamente poniéndose con un contundente 3-0 pero Karpov tiró de orgullo para ganar 3 partidas consecutivas y restablecer las tablas. Kasparov fijó su ira en uno de sus ayudantes, Vladimirov, a quien acusó de vender información y despidió fulminantemente. Casualidad o no, la partida se volvió a igualar y tan solo Kasparov sumó una victoria más, que le sirvió para refrendar su supremacía de campeón.
En el año 87, Sevilla sería testigo de una nueva batalla, con mucha igualdad como no podía ser de otra forma. Kasparov había intentado ridiculizar a su rival involucrando al público en su burla tras un error de Karpov, en un intento claro de desestabilizar moralmente a su contrincante, pero se llega al último día con igualdad.
A los dos les apremia el tiempo, y cuando tan solo queda una partida Karpov acaricia el título en un partida en la que marcha con ventaja, pero un error con una torre da alas a Kasparov que obra el milagro y ante la mirada atónita de Karpov, que ya daba por hecho su regreso al trono, celebra una nueva victoria.
En 1.990 se daría la última batalla por el título, en la que la crítica no concede oportunidad alguna a Karpov, que a sus 39 años parece no tener la capacidad suficiente de derrotar a un Kasparov crecido por su supremacía, pero contra todo pronóstico la partida se decide por un solo punto, pero vuelve a ser para el campeón.
El último enfrentamiento entre ambos tuvo lugar en el torneo de Linares, y esta vez sin que el título mundial estuviera en juego, pero si supuso un arranque de rabia de Karpov, que a sus 43 años consiguió una asombrosa victoria sobre Kasparov, que apenas pudo presentar batalla.
El odio que se profesaban marco toda su carrera deportiva, pero no habían dicho su última palabra, ni habían puesto de manifiesto los valores del deporte. Para ello, habría que esperar al año 2.007 cuando Kasparov, convertido en un ferviente opositor al régimen de Putin, sería encarcelado.
Y hasta una de esas frías cárceles a la antigua usanza de la Unión Soviética, se acerco un catedrático de economía de la Universidad de Moscú, para tratar de visitar al recluido. Anatoly Karpov no consiguió burlar las medidas de seguridad y rendir visita a Gary Kasparov, pero fue una sensacional demostración de que hasta quién más se odia dentro del mundo del deporte es capaz de reconocer el valor de quién le arrebato su sueño.