RODRIGO RODRÍGUEZ: “Dedicación, perseverancia y disciplina” en la música shakuhachi

Por Carmen Aguilar García

rodrigorodriguez

 

 

 

 

Acaba de llegar de su gira por Rusia y está metido de lleno en la preparación del 400 aniversario de las relaciones hispano-japonesas. Tiene conciertos programados para los próximos dos años en nuestro país, pero también dará saltos por Europa. En concreto, en junio actúa en Holanda. Rodrigo Rodríguez es compositor, productor y músico; representante del linaje Mu-Ryû en occidente y el único español en The International Shakuhachi Society. Lleva más de una década dedicado al estudio de la música del shakuachi, una flauta de bambú que tocaban los monjes Komuso para la meditación, y este año presenta su nuevo disco “Sonidos de Japón”, un trabajo con “piezas compuestas por mi maestro Kohachiro Miyata y obras tradicionales del repertorio Honkyoku”.

 

 

Escuchando su discografía, se perciben diferencias entre los primeros trabajos, donde mezcla el shakuhachi con guitarras o voces, y los últimos, con un shakuhachi en “estado más puro”. ¿Ha evolucionado del New Age a lo clásico?

Los trabajos discográficos son muchas veces el reflejo del momento o parte de la vida que estas experimentando, vamos evolucionando, madurando simplemente cambiando; dirigiendo nuestros sueños hacia diferentes paraderos o metas. Recientemente tengo el foco puesto en el trabajo del shakuhachi como solista. A ello dedico todas mis energías.

Siento una responsabilidad representando en occidente los linajes de mi Maestro y la escuela de «Mu – Ryû» y quiero dar a conocer las obras y piezas y modo de interpretación.

Me imagino que representar a un linaje, es decir, “a una escuela”, es haber llegado muy lejos…

Soy simplemente representante porque soy de los pocos que estudia y dedica tiempo a este linaje. No considero haber llegado alto… Simplemente me tomo esto en serio y con cariño. En Japón, cuando un músico destaca o es innovador y virtuoso, suelen crear su propia escuela. Fue el caso de Kohachiro Miyata en el 1970. (Creó la escuela Mu-Ryû). Mu-Ryû significa «No- fluente», «No- escuela» o más allá de Tozan y Kinko Ryu, las dos escuelas más consolidadas en Japón.

 

Ha estudiado de la mano de los mejores, ¿cómo consiguió tal privilegio?

Me costó mucho conseguir, al principio, los datos de contacto de los profesores en los que estaba interesado. Una vez adquiridos, tuve que enviar una carta formal preguntando si ellos estaban disponibles para enseñarme.

Mis primeros años de estudio del shakuhachi fueron en Saitama Ken, a unas dos horas de tren de Tokio. Allí pase mi tiempo totalmente volcado en la práctica de esta flauta. Fueron momentos de reto económicamente hablando; ya que Japón es un país caro y, al no tener ayuda y estudiar de manera independiente, hubo momentos críticos en los que llegué a pensar si comprar alimentos o pagar mis clases.

Después de esos años, decidí cambiar de escuela y empecé mis estudios con Kohachiro Miyata, bajo los linajes de «Mu – Ryû» en la ciudad de Tokyo.

 

Nació en Argentina y con ocho años se mudó con sus padres a Mallorca. Allí descubrió el Shakuhachi, pero ¿cómo?

Entre los 11 o 12 años fueron tiempos muy difíciles para mí por la separación de mis padres. Un familiar (mi tío) me dio unos libros que trataban sobre la escuela zen y sobre Japón y, desde temprana edad, me interesé por oriente y la arqueología. Además, de dejó un cassette (viejo y lleno de polvo) de flauta shakuhachi. Evidentemente, en esos entonces no sabía ni qué era, ni lo que realmente estaba escuchando intelectualmente hablando, pero su sonido me cautivo totalmente.

Al pasar más de unos 10 años descubrí que esa flauta que sonaba era la música de mi Maestro Kohachiro Miyata.

 

Ya tocaba la guitarra clásica y pasó a la flauta Shakuhachi, ¿tienen algo en común? ¿Qué le aporta una y qué le aporta otra?

Al nivel físico y técnico son dos instrumentos que no tienen mucho que ver, pero la música y su actitud pueden valer para todos los instrumentos, sean de viento o cuerdas.

El shakuhachi es más que un instrumento, es una forma de vida… fue en su época un instrumento religioso, tocado por los monjes mendigos llamados Komuso desde el medievo Japonés. Aunque hoy en día su entorno es diferente, más relacionado con el mundo musical y profesional, sus raíces originales están reflejadas en su música.

 

Esta flauta es una forma de vida, ¿verdad? ¿Implica una filosofía diferente?

Sí, implica… implicarse. Pero, como con todo. Una persona puede pulir su maestría o depurar su habilidad solo si dedica su tiempo a ello y olvida los parámetros que muchas veces nos inculcan. Las claves son la dedicación, perseverancia y disciplina.

 

¿A qué se refiere con “parámetros que muchas veces nos inculcan”?

Me refiero a que si el día que decidí irme a Japón, dejar todo atrás y empezar de cero, apostando por un nuevo camino totalmente independiente; hubiera pensado sobre estos parámetros como el dinero o la repercusión social, quizás, me hubiera bajado del avión y parado mi impulso…. (risas)

 

¿Se extrañaron en Japón al ver a un español, nacido en Argentina, tan interesado por su cultura y el shakuhachi?

(risas) ¡Totalmente extrañados! Pero orgullosos, en parte, de que un extranjero dedique su vida y todo su tiempo a aprender y estudiar para ser músico de shakuhachi. Las artes escénicas de Japón son respetadas por la gente.

 

Ha actuado en occidente y oriente; en renombrados lugares como el Imperial Hotel Tokyo o el conservatorio Tchaikovsky, ¿con cuál se queda? ¿Nos puede contar alguna anécdota?

Ambas experiencias fueron muy satisfactorias. Tocar en el Hotel Imperial de Tokio fue casi mi debut como concertista. Había actuado previamente, pero no en lugares como este.

En el 2011 recibí una invitación del Gran Conservatorio de Moscú, para ofrecer un concierto de shakuhachi en el festival Nihon No Kokoro (En el corazón de Japón). Lo que más me sorprendió del Conservatorio Tchaikovsky es el desarrollo e investigación sobre las Músicas del Mundo que están haciendo.

 

¿Y cómo se siente cuando actúa en Mallorca?

En Mallorca estuve trabajando mucho desde mi regreso de Japón en el año 2008 y la respuesta e interés de la flauta japonesa fue creciendo desde esos entonces.

La música japonesa todavía es bastante desconocida en España, aunque son países con un intercambio cultural y una atracción mutua. Existen barreras difíciles de romper por la falta de información, pero de esto no nos hacemos cargo los músicos, que somos embajadores de la cultura.

 

Además de en su próximo disco “Sonidos de Japón” y de los conciertos en Amsterdam, ¿tiene algo más en mente?

Por motivos de trabajo este 2013-2014 estaré más en España por la celebración del 400 aniversario de las relaciones diplomáticas entre Japón y España. Tengo previstos conciertos por todo el país, en lugares históricos, teatros y centro culturales.

 

 

 

 

 

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