El debut de Wang para Balenciaga.
Minerva Santana.
Si algo creaba expectación en esta semana de la moda parisina, era la presentación de la primera colección de Alexander Wang para Balenciaga. Este tipo de comienzos no resultan nada fáciles, estrenarse en la casa después de la alargada sombra del trabajo de Nicolas Guesquière no era para nada tarea sencilla.
En París se madrugó ayer para ver el esperado desfile, que careció de streaming en la web oficial de la firma hasta la cuatro de la tarde. Era una forma de empezar mal para el expectante público europeo y darle importancia al americano. No olvidemos los orígenes del diseñador y sus posibles prioridades. Gracias a las redes sociales y a otras webs pudimos ver las primeras imágenes de un desfile que no cumplía las expectativas. Correcto pero soso, Balenciaga pero Wang.
Con una declaración de intenciones: “Voy a volver a las raíces, la identificación de los códigos de la casa, y su plasmación en un funcionamiento, un armario lleno”. Tiró de archivo, sí. Pero no había creatividad, ni un ápice de riesgo en su aportación. Por eso no disgusta, pero tampoco emociona.
En un mayoritario y estricto binomio de blanco y negro, a excepción de pinzaladas grises en algún estampado. Utilizó las siluetas coccoon en abrigos, peplum troquelados, volúmenes redondeados en chaquetas, faldas a la altura de la rodilla y pantalones de talle alto. Destacar el efecto craquelado de algunas piezas, combinando con el suelo, que daba el toque imperfecto entre tanta compostura. Lo mejor el labrado de algunas prendas y las chaquetas en piel de zorro afeitado. Los accesorios fueron limpios, nada llamativos. Adornos de metal en plata a modo de lazo y nudos en cinturones, botas y pulseras. Y unos zapatos con aspecto incómodo, tanto en las sandalias que dejaban demasiado pie al aire, como en una especie de reinvención de los salones t-bar en los que las tiras cumplían una función completamente estética y un poco engorrosa. Unos diseños que espero no sean firmados por Pierre Hardy.
Un desfile que no ha provocado grandes sensaciones, no se si en este tipo de industria vale el refrán de ” quien no arriesga no gana ” , ya que importa la proyección y evolución a largo plazo con un encaje funcional de la firma con el director creativo. El estreno reciente de Raf Simons para Dior tampoco fue para despuntar y hacernos estremecer. Pero empieza a evolucionar poco a poco favorablemente en la casa, a pesar de que nunca existirá otro Galliano. Quizás Wang se ha quedado corto en este comienzo mesurado pero a lo mejor andar con pies de plomo crea mayor beneficio para la casa que exponerse y correr el riesgo de meter del todo la pata.
Todo se andará.
Fotos: style.com