Mamá: Amor de madre
Por Irene González Reguera
Andy Muschietti adapta como largometraje el corto que dirigió con pocos medios en 2008 y que en el festival de Sitges conquistó de tal forma a Guillermo del Toro que este decidió inmediatamente encargarse de la producción. Se trata de una película con una historia interesante y que engancha, pero que va perdiendo fuelle progresivamente y acaba sabiendo a poco.
Dos niñas son encontradas en una cabaña de un bosque después de estar desaparecidas durante cinco años tras la misteriosa muerte de sus padres, y son acogidas por su tío Lucas (Nikolaj Coster-Waldau, quien también hace del padre, actor ahora muy en boga por su participación en Juego de Tronos) y la novia de este, Annabel (Jessica Chastain, Zero Dark Night). Pero pronto se revela que las pequeñas Victoria y Lilly (Megan Charpentier e Isabelle Nellise) no han estado solas todos esos años, sino que algo a lo que llaman “mamá” las ha estado cuidando…y no está dispuesto a perderlas.
Mamá, aunque es un film entretenido, interesante a varios niveles, con buenos actores y bien dirigido (sobre todo para ser Muschietti un director novel), prometía más de lo que finalmente ofrece.
La idea parte de un cortometraje de tres minutos que, pese a ciertas deficiencias, presentaba algo que podía ser muy jugoso. Sin embargo, el largometraje va perdiendo paulatinamente la capacidad de impresionar según van pasando los minutos.
La película arranca con fuerza, mediante un prólogo inquietante, que se inicia con “Un padre que huye con sus dos hijas pequeñas en un coche, tiene un accidente y se refugia con ellas en una casa en el bosque, una casa en la que pronto se percibe que hay algo más…”. Lo que sucede en esa cabaña es realmente perturbador y hace que el espectador contenga la respiración. Tras unos créditos muy de del Toro (dibujos muy inquietantes y extraños de las niñas protagonistas que van narrando lo que sucede en ese bosque) nos encontramos con que ha habido una elipsis temporal y las niñas son encontradas en la misma cabaña donde las habíamos dejado cinco años atrás, pero poco queda en ellas de humano.
La película comienza en la dirección correcta: la muy conseguida aparición de las niñas salvajes nos mantiene entre el rechazo más profundo, la lástima y la curiosidad: ¿Qué les ha pasado a estas niñas en los cinco años que llevan solas en el bosque? El suspense se mantiene en alto mientras que el espectador sabe que no han estado solas, es más, que no lo están, que aquello que llaman “mamá” les acompaña, pero no sabe aún exactamente quién o qué es ni cómo es.
En esta primera parte de la cinta, todo excelente, con algunas escenas muy buenas: brillante la escena de la pantalla dividida por una pared en dos focos de acción, lo que sucede a un lado del pasillo y lo que sucede al otro lado: a un lado lo cotidiano y al otro lo sobrenatural, que solo se vislumbra; tan cerca un lado del otro e ignorándose aún.
Es una pena que dure poco este suspense, este miedo que genera el no ver a la criatura pero intuirla a través del comportamiento de las pequeñas, porque se acaba enseguida con ese juego y nos vemos demasiado pronto cara a cara con el “monstruo”, nos acostumbramos a él, a su pulular por la casa sin mucha discreción; y quizá también porque es tan artificial, tan poco creíble incluso como fantasma, que no genera ninguna emoción.
En el resto de la película se suceden unos cuantos tópicos del cine de terror, que remiten eficazmente a nuestros miedos infantiles: qué se esconde debajo de la cama, o dentro del armario; y funcionan de forma eficaz, pero sin impresionar ni darnos nada novedoso, y mientras, se va descubriendo el fondo de una historia que nos acaba dejando bastante fríos.
Así, progresivamente pasa pronto de ser una película de terror a ser de ciencia ficción, y si nos la hubieran vendido como tal no decepcionaría… pero el trailer promete algo que luego se diluye entre la lírica y la fantasía de del Toro, insistente en las mismas ideas (la explicación del porqué de la existencia de fantasmas está calcada de El espinazo del diablo) hasta llegar a un final que ya parece, estética y narrativamente, El laberinto del fauno. Demasiada espiritualidad forzada para pretender ser un film de terror, sobre todo porque la película no llega a tener la suficiente profundidad para que toda esa poesía tenga sentido.
Lo peor, la oda a la maternidad, evidente y tremendamente moralizante. La transformación del personaje de Jessica Chastain (quien, por otra parte, hace una interpretación muy digna y lleva sobre sus hombros el peso de la mayor parte del metraje) y su redención se hace en tan poco tiempo y de una forma tan simplista que parece absurdo. Mamá presenta el paso de Annabel de ser una rockera egoísta y sin instinto maternal a ser una entregada madre como un proceso de maduración del personaje, con lo cual el mensaje de fondo es bastante rancio y tradicionalista.
Cabe decir en favor de la película que la idea, reitero, es buena y está bien ambientada, con una fotografía excelente, y una puesta en escena de calidad.
Tiene, en general, buena dirección de actores, y sobre todo destacan las niñas, que pese a su corta edad logran transmitir exactamente lo que pretende el director de forme eficaz: la pequeña Isabelle Nelisse está fantástica como Lilly y es mucho más aterradora e inquietante que la propia “mamá”. Bien captada e interpretada también la diferencia de actitud entre Victoria, la hermana mayor, y la pequeña Lilly, que al haber perdido a su verdadera madre siendo tan pequeña, identifica totalmente al monstruo con una figura maternal.
En definitiva, Mamá es un film que cumple su función de entretener, que será un taquillazo (de hecho ya lo está siendo en el poco tiempo que lleva en cartelera), que encantará probablemente a los fans de del Toro, pero que, como película de terror, podía haber sido mucho más de lo que es.
IRENE GONZÁLEZ REGUERA