Zapping porno
El zapping nocturno lleva a los ojos a realizar conclusiones a priori al presionar un botón y dirigir el control hacia donde la distracción humana exige. Una odisea irrumpe en la programación nocturna: besos y caricias se cuelan en la pequeña pantalla, apenas un saludo y terminan cogiéndose los anónimos sumergidos en el hervor de sus instintos, nada importa sólo seguir la corriente directa que vuelve siameses a las siluetas ardientes.
Mimetismo de la reproducción. Tejido de pieles que se trenzan en una oleada de gemebundas almas en busca de placer egoísta mayormente. Se complace al masculino embelesado en su excitación, haciéndole creer a la pareja en turno un goce de dos o incluso hasta más acompañantes.
¿El procedimiento? Un cliché sobreactuado la mayoría de las veces. El calor llega en un santiamén y se tiene a la mujer complaciente en todo tipo de fantasía, sin necesitar tanto estímulo o ni siquiera evocar al verdadero erotismo, basta con besarla un poco, introducir los dedos en sus adentros o poner a trabajar a la deidad de su lengua con el miembro para rendirle homenaje al placer.
Siempre hay un buen pretexto para perderse en la ciudad corporal del otro. Infidelidad, relación maestro-alumno, jefe-secretaria, incesto, conocer gente, viajes en el tiempo, un encuentro en una isla, entrega a domicilio, rituales entre caricias y dildos, para amedrentar la risa o incluso el consuelo corporal como una palmada en el “hombro” en momentos de soledad.
El preámbulo parece ser lo más emocionante como si fuera un sorteo y se anticipara el deseo de ganar e imaginar que haría si resulta seleccionado en la tómbola. Las pupilas dilatadas sueltan las prendas sin ceder en la gravedad. ¿Cómo será? ¿Cómo será? ¿Qué pasará? ¿Habrá una tormenta de gritos que agonice la excitación? La incógnita se resuelve rápidamente: uno de los dos cede primero y exhibe sus proporciones con orgullo soberbio dispuesto a cumplir las órdenes implícitas que el encuentro amerite.
Zapping porno es experto en transmitir orgasmos de ficción con tan poca acción hay una torrente de encanto aparentemente difícil de vencer. En cuestión de segundos se da un cambio de posición, cual si fuera una coreografía a la que hay que seguir conforme el ritmo de un fondo musical muy chato y sensualmente barato que a veces en medio de la masturbación provoca una risa interminable.
¿Y dónde queda la excitación? Seguramente en el cajón de la ignominia. Lo que importa son los ojos enfocados en el plano detalle de los genitales para no desconcentrar los sentidos del cortejo sexual que está hirviendo en la pantalla, aunque no se desprenda ni un ápice de humo señalando altas temperaturas ante la imagen oscilatoria en las neuronas.
Las medidas masculinas no siempre importan puede haber estómagos duros como una roca o una flacidez tierna, total el trabajo se encuentra abajo. Las cabelleras ostentosas hacen su acto benéfico y ventean sin importar si hay sol o es de noche. Las pestañas kilométricas cumplen su cometido de endulzar la mirada cuando la lujuria las opaca y por supuesto los tacones —en la mayoría de las ocasiones— no se despegan de su propietaria, porque aunque vuelen en la inmensidad del orgasmo de ficción, los pies deben estar plantados en la realidad receptora: una mano estirándose con el control remoto.
“Me aburren los chicos”, “El trofeo de mi esposa fiel”, “Abierta hasta el amanecer”, entre otros títulos de selección, son realidades que solitarios o no creen, sin importar raza o proporciones.
Cada quien selecciona el libro corporal que está dispuesto abrir con la vista y sus manos guiándole, pese a ser un monopolio de placer masculino. En el zapping porno siempre es de noche, cuando las delicias de lo prohibido, la erupción del morbo y el deseo buscan salirse de ese laberinto que procura desconectarlos de la realidad, porque ni los senos exuberantes ni los miembros muy pronunciados solucionarán la crisis existencial humana.
Fuente: Sin embargo