San Gimignano, la ciudadela de los rascacielos medievales.

 

toscanae

 

Si os dijera que existe una ciudadela medieval, perfectamente conservada, en la que no hay una sola casa que rompa la armonía estructural, pero que tiene 14 rascacielos ¿Me creeríais?.

Por favor, contestadme sin mirar la foto.

 

¿No? Pues, sí. Existe y se llama San Gimignano. En la provincia de Siena, a pocos km de esa capital, sobre una hermosa colina en el Valle de Elsa, se encuentra ese milagro. De los pocos que, sin intención que fuera tal, realizó una comunidad de ciudadanos medievales ¡Pero lo más impresionante es que se construyeron 71! Las guerras y demás catástrofes se han encargado de que sólo 14 hayan resistido el martirio de los siglos .

 

san gimignano

 

Son 14 torres cuadrangulares y esbeltas que parecen querer acariciar las nubes.
Todas tienen una altura diferente pues, por lo que me he informado, cada familia o personaje de cierto abolengo que venía a residir a la ciudad construía la suya y, dependiendo de su rango, así era la altura de la torre.
Eso lo descubrí  cuando estuve visitando San Gimignano delle belle Torri junto a mi nueva amiga escocesa, Glenda.
Desde primera hora de la mañana, decidimos hacernos con la ciudadela que, además, de ese milagro que os acabo de contar, es una verdera preciosidad. Fijaros hasta qué punto que la UNESCO, en 1990, la declaró Patrimonio de la Humanidad.
Las calles están repletas de edificios emblemáticos y tanto los más señoriales como los más sencillos llaman poderosamente la atención, al componer un conjunto minuciosamente arquitectado, como si fuera un concerto grosso de Arcangelo Corelli de cuyo sólido equilibrio estructural resulta su belleza formal.

 

SanGimignanoLa ciudadela, aunque es pequeña – tendrá unos 8.000 habitantes, aunque los turistas la multiplican al infinito… – es riquísima en arte y cuenta con una buena cantidad de museos, palacios e iglesias que visitar. Como en un día no se pueden visitarl todos, nos decidimos por la espléndida Catedral (La Collegiata) edificada en el siglo XII y que es lugar de culto con más paredes afrescadas de toda Italia y, lógicamente, por grandes maestros de los siglos XIV y XV, sobre todo, como: Lippo Memmi, Taddeo di Bartolo, Bartolo di Fredi y el mísmisimo Domenico Ghirlandaio.
Sí, habéis leído bien ¡G H I R L A N D A I O!  que afrescó la Capilla de Santa Fina, con un ciclo que representa la vida de la Santa, así como la espléndida «Anunciación» situada junto al Baptisterio.

 

Por cierto, en honor a Santa Fina, todos los años durante el tercer sábado y domingo de Junio se celebra en San Gimignano la «Ferie delle Messi», organizada por los «Caballeros de Santa Fina» que vestidos a la usanza medieval hacen una evocación histórica por las calles, portando estandartes, caminando en cortejo y, luego, con armaduras, cascos y escudos símiles a los de la época organizan un torneo a caballo que se llama «La Giostra dei Bastoni». ¿Os imagináis esa maravilla en esta joya de entorno? Difícilmente, supongo, por lo extraordinario del acontecimiento, pero aquí suceden las cosas más hermosas e impensables.

 

001Después, estuvimos en la estupenda Pinacoteca del «Museo Civico», situada en el Palazzo del Popolo – el mismo en el que se alojó Dante, en el 13oo, mientras estuvo aquí en calidad de Embajador en Toscana de la «Liga Güelfa» – contemplando la maravilla de frescos, tablas y demás pinturas y obras de arte que alberga. Dentro de tanta maravilla tanto Glenda como yo nos quedamos embelesadas ante «La Escena del Matrimonio» un ciclo de frescos de Memmo di Filipucci, de principios del siglo XIV, que representa de manera sublime el amor de los esposos. Delicadísimo y emotivo, si bien tanto por el argumento como por la técnica pictórica resulta de una libertad de miras sorprendente para la época.

 

Tras echar un vistazo a la magnífica Iglesia de San Agustín, de finales del siglo XIII, con un fastuoso interior Rococó, obra del gran ingeniero y arquitecto Luigi Vanvitelli quien la remodeló en el siglo XVIII, nos fuimos dando un paseo hasta la hora de comer.

 

San Gimignano es, además, la ciudad de uno de los mejores vinos blancos de Italia: Vernaccia di San Gimignano, el primer D.O.C. de Italia, por lo que os podéis hacer una idea, sumando además todos los de Chianti, la gran cantidad de vinaterías y bodegas que hay aquí. No sólo para comprarlos sino para también para paladearlos con unos aperitivos. Por lo visto, una de las más exclusiva es «Divinorum». Echamos un vistazo por dentro y su aspecto es de lo más singular y apetecible.
En fín entre las Enoteche (así llaman aquí a las vinaterías) la belleza de las calles y plazas y la gran cantidad de tiendicitas preciosas de todo tipo, un paseo por aquí se convierte en ir soñando con los ojos como platos…

 

Nos paramos a comer en la trattoria «Il Castello» emplazada en el Palazzo Gonfantini, del siglo XII c, en el centro de la ciudadela. Es una especie de gran taberna medieval, ambientada con buen gusto y dividida en varias salas. También tienen un precioso patio ajardinado con vistas panorámicas, pero con el frío que hacía  no era el caso. Glenda y yo estuvimos en la salita «Limonaia», una de las más pequeñas. La cocina, muy buena, es tradicional y casera y su especialidad es un amplio abanico de carnes del lugar, muy tiernas y sabrosas: Desde el pollo de corral, la ternera y el buey,  hasta el cerdo, el jabalí y otras piezas de caza menor.
Glenda pidió para empezar unos ravioli al pomodoro e basilico, y yo unas fettuccine ai funghi porcini. De segundo compartimos una enorme bistecca alla fiorentina (chuletón de añojo) a la brasa con carbón de encina, que «a ojo de buen cubero» pesaría casi medio kilo. La experta en vinos del local (Paola, muy agradable y atenta) nos aconsejó un tinto del lugar Rosso di San Gimignano, que estaba estupendo y, en cuanto a precio, no se subía a la parra… De postre tomamos una copita de Vin Santo (un vino dulce delicioso) y unos cantucci (unos exquisitos pastelillos de almendra) que se toman mojados en ese vino.
La comilona nos supo a gloria bendita y salimos de lo más animadas.
¿Seréis capaces de resistir por mucho tiempo la tentación de veniros para acá?

 

Sylvia
Fuente: LA TOSCANA

 

 

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