Cosí fan tutte o el triunfo de la ambigüedad
Por Javier Pérez Senz
No hay nada inocente ni en el texto ni en la música de Così fan tutte ossia La scuola degli amanti (Así hacen todas o La escuela de los amantes), K 588. Con esta genial ópera, estrenada en el Burgtheater de Viena el 26 de enero de 1790, Wolfgang Amadeus Mozart y Lorenzo Da Ponte despiden un universo teatral encerrado en las prácticas, los prejuicios y las convenciones de su época. La ópera y la anécdota que sustenta la trama –la apuesta entre el cínico y misógino Don Alfonso y dos jóvenes oficiales, Ferrando y Guglielmo, a propósito de la pretendida virtud de sus respectivas novias, Dorabella y Fiordiligi– se mueven en un terreno movedizo que, ciertamente, dice adiós al pasado y lo hace sin estrépitos, sin cortar ligaduras, pero abriendo la puerta a una nueva forma de concebir el teatro musical. En palabras del director de orquesta belga René Jacobs, quizás el más lúcido intérprete mozartiano de la generación historicista, Così fan tutte se mueve siempre en el filo de la navaja y, por una parte, significa “el fin de un mundo, el último dramma giocoso directamente influenciado por la ópera eroico-comica, o erotico-comica, por usar el término que ciertos musicólogos utilizan para evocar la ópera veneciana del siglo XVII”. Es, sin duda, el final de una época, pero, y eso es lo verdaderamente importante, el camino que conduce a un modelo de teatro musical de reveladora modernidad. Lo asombroso en esta ópera, lo que le otorga la suprema condición de obra maestra y, por tanto, eternamente actual, es su calculada e inquietante ambigüedad.
Nada es lo que parece en esta ópera, al contrario, el sutil juego de emociones, bien sean verdaderas, fingidas o cínicamente desenmascaradas por los personajes, tan ingeniosamente escrito por Lorenzo Da Ponte, encuentra su exacta réplica en la calculada ambigüedad de una música que no siempre expresa lo que se dice en escena y que, por ello, sitúa al espectador más allá de las convenciones de su tiempo.
Probablemente, uno de los creadores actuales que más puede sorprendernos a la hora de acercarse a Così sin necesidad de buscar inútiles provocaciones sea Michael Haneke (Múnich, 1942), uno de los directores de referencia del cine actual. Haneke sólo se parece a Haneke: en sus películas –un fascinante itinerario con logros como La pianista (2001), El tiempo del lobo (2003), Caché (2005), la versión estadounidense de Funny games (2007), La cinta blanca (2009) y la reciente Amor (2012)– siempre hay una mirada personal, una visión a veces amarga e inquietante, capaz de analizar los sentimientos y las emociones de los personajes con la aséptica precisión de un cirujano. Y si alguna ópera juega con las emociones, y con las mil trampas que planean sobre las relaciones de pareja, esa es Così fan tutte, el nuevo reto mozartiano de Haneke como director de escena operístico tras su personalísima visión de Don Giovanni, y, sin duda, una de las propuestas más atractivas de la temporada lírica europea.
Verdad y mentira se solapan como dos caras de la seducción que otorgan un nuevo y sutil valor musical a las palabras y un no menos sorprendente relieve teatral a la música: la asombrosa modernidad de Così radica en el refinamiento tímbrico, el inspirado papel de los instrumentos de viento, el constante fluir melódico, los planteamientos armónicos y la ciencia del contrapunto desplegada por el compositor salzburgués.
Encontramos en la partitura músicas de despedida de singular belleza y, entre todas, destaca el quinteto del adiós y el exquisito terzettino del primer acto “Soave sia el vento”. Pero frente a estas raíces clásicas, el tratamiento de la orquesta prefigura el siglo XIX: sorprende Mozart en una de sus óperas más sinfónicas, por el caudal de ideas musicales y el despliegue de fascinantes detalles instrumentales. Es ópera de hermosas arias, técnicamente impecables, y bellísimos diálogos entre las voces y los instrumentos de viento que se ajustan a las necesidades del texto con la precisión de un reloj suizo. Más allá de la perfección e inspiración musical de Le nozze di Figaro y Don Giovanni, las otras dos óperas que conforman la trilogía con libretos de Da Ponte, hay en Così fan tutte savia nueva para las óperas del futuro, en especial por la habilidad a la hora de adecuar los elementos bufos a una concepción teatral mucho más moderna.
La célebre trilogía se inscribe, como bien señala René Jacobs, como “una suerte de síntesis entre el pasado y el futuro”. La clave está en el nuevo valor teatral y musical otorgado a los recitativos, que resultan esenciales a la hora de dar justa vida teatral a un libreto de contenido poético sutil y sabiamente construido con un sentido de las proporciones único. La simetría entre los dos actos del dramma giocoso es una fuente de placer que excita la imaginación musical de Mozart. De hecho, es imposible lograr una óptima versión de esta ópera sin un perfecto equilibrio entre el foso y la escena, y para lograrlo se precisa un arte especial, una mezcla de sensibilidad y vitalidad a la hora de acompañar los recitativos.
Otro factor crucial en la interpretación de Così apunta a las voces. No se trata tanto de la calidad y la belleza de la voz, o la perfección técnica de los cantantes, cuestiones muy relevantes, sin duda, para garantizar el estilo y la elegancia musical mozartiana. En esta obra, como en ninguna otra, entra en juego el carácter diferenciado de las tres parejas protagonistas: Fiordiligi y Ferrando poseen la dimensión más noble y por ello, los lazos con la ópera seria se hacen más evidentes en el tratamiento de sus arias: los rasgos decididamente mas bufos parecen concentrarse en la descarada Despina y el cínico Don Alfonso. Para la segunda pareja de jóvenes amantes, Dorabella y Guglielmo, Mozart combina ambos mundos con certero instinto teatral.
De todas las grandes óperas mozartianas, Così fan tutte es la que más se ha revalorizado en el siglo XX. Atrás quedan los inútiles prejuicios sobre la inmoralidad o la pretendida incoherencia del libreto, cuya trama denigraron, entre otros, Ludwig van Beethoven y Richard Wagner.
No tenemos espacio para repasar, ni tan siquiera de forma breve, el copioso legado existente de óperas serias y cómicas que tratan el tema de la fidelidad, donde encontramos joyas de Christoph Willibald Gluck, Franz-Joseph Haydn, Antonio Salieri y el propio Mozart (las dudas sobre la fidelidad de las parejas también planean sobre El rapto en el serrallo). Por no hablar de la inmensa tradición bufa en la creación de papeles travestidos. De todo ello beben los autores de Così. De hecho, el reparto de los números de conjunto, arias y tonalidades sutilmente distribuidos en la partitura obedece a un claro objetivo: plasmar el más certero retrato psicológico y musical de cada personaje. Y en este terreno, el genio mozartiano es una fuente de sorpresas merced a una concepción del teatro musical plenamente moderna que choca contra la rancia tradición decimonónica en la puesta en escena de su último dramma giocoso.
De nuevo el triunfo de la ambigüedad, la necesidad de saber dónde está el amor verdadero, sin la pesada carga del falso romanticismo ni la banal trivialización que pesa en tantas y tantas propuestas teatrales que convierten Così en un simple y previsible vodevil, servido en ocasiones con los voluntariosos mimbres de la alta comedia. Hay muchos elementos para la reflexión más allá del juego de los celos, los ‘cuernos’ o el desencanto en esta escuela de amantes, entre ellos los que apelan a la tolerancia, el respeto, el perdón, el olvido, la serenidad en el amor. Emociones y sentimientos sobre los que la mirada lúcida, austera y amarga de un creador del calibre de Michael Haneke propiciará, sin duda, la reflexión saludable.
COSÌ FAN TUTTE |
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Wolfgang Amadé Mozart (1756-1791) | ||||
Dramma giocoso en dos actosLibreto de Lorenzo Da Ponte | ||||
Nueva producción del Teatro Realcoproducción con De Munt /La Monnaiede Bruselas
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Director musical
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Sylvain Cambreling (23, 26, 28, 2, 4, 6, 9)Till Drömann (12, 15, 17) | |||
Director de escena |
Michael Haneke | |||
Escenógrafo |
Christoph Kanter | |||
Figurinista |
Moidele Bickel | |||
Colaboradora de la figurinista |
Dorothée Uhrmacher | |||
Iluminador |
Urs Schönebaum | |||
Director del coro |
Andrés Máspero | |||
Asistentes del director de escena |
Wolfgang Schilly, Marcelo Buscaino,Catalina Molina
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