Vacaciones en la otra Kuta
Por Arianne Martín
Si alguien menciona el nombre de Kuta muchos pensaríamos en el Sur de Bali, en ese famoso lugar de vacaciones plagado de jóvenes turistas en busca de playa, surf y cachondeo. Aquel lugar objetivo de bombas terroristas en el 2002. Y que se cobró casi 300 víctimas. Mucho ha llovido desde entonces y esa Kuta hace ya tiempo que se recuperó y superó con creces esa fama de destino turístico.
Pero hay otra Kuta en Indonesia. También está en el Sur, pero de Lombok, la isla vecina y, como casi todos los vecinos, no se llevan demasiado bien, quizás porque no tienen nada que ver. A estas dos islas vecinas sólo las separan unos 20 minutos de avión o 4 horas de barco por el famoso estrecho de Bali, uno de los más peligrosos de estos mares, según los expertos, y el que marca también las diferencias raciales, climáticas, lingüísticas y de costumbres de esta parte del mundo: de un lado, los habitantes del llamado Sureste asiático, del otro los habitantes de los mares del pacífico Sur. De un lado Bali y los Balineses, hindúes, de pelo lacio, algo más corpulentos (dentro del estándar asiático, claro), sonrientes y muy acostumbrados al turismo. Del otro, los llamados Sasak, menudos, más morenos, con el pelo más crespo, musulmanes y mucho más tribales, casi primitivos, especialmente en Kuta Lombok.
Kuta Bali vista desde el cielo no tiene casi espacios verdes, está llena de bares, restaurantes, discotecas, carreteras asfaltadas, motos,…manadas de gente,…aquí puedes encontrar un Mac Donalds más fácilmente que un templo…es al fin y al cabo el destino vacacional de las juventudes australianas y de alguna otra nacionalidad que vienen a ponerse ciegos de olas, cerveza y música electrónica. Lo único que recuerda que estás en Indonesia son las ofrendas que no faltan en cada tienda.
Kuta Lombok es lo antagónico: espacios abiertos, plantaciones de arroz, tabaco y cocoteros se mire por donde se mire. Costas acantiladas de montañas verdes y altaneras que culminan en mares azules, blancas playas desiertas, mezquitas que parecen abandonadas, búfalos que transitan pausadamente por las angostas y quebradas carreteras, pescadores diurnos y nocturnos, surfistas en busca de rompientes solitarias… Mercados tradicionales, telares de miles de colores, carros tirados por caballos… aquí el tiempo parece haberse detenido en un pasado animista y tribal en donde la comunidad manda y el “ojo por ojo” también, la policía escasea, las mujeres son raptadas para ser desposadas y aún se mastica la hoja de betel…
Aquí también ha llegado el turismo, pero afortunadamente no a manadas. La apertura del aeropuerto internacional ha generado muchas expectativas entre la población de la isla, una de las más pobres de Indonesia: todos se precipitan a la carrera de la venta de tierra, abusan del turista y se aprovechan de la poca oferta para subir los precios. Pero sigue siendo un paraíso aún sin explotar… dicen que le queda poco.
¡Dense prisa!
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