Enterrado bajo el polvo de todas sus batallas
Por Javier Sanz
Abu Amir Muhammad o Al-Mansur, para los cristianos simplemente Almanzor, fue el azote de los cristianos durante el último tercio del siglo X. De simple escribano, fue ganándose la amistad del visir al-Musafi hasta que consiguió ocupar altos cargos administrativos en la época del Al-Hakam II. Además, también supo ganarse los favores de la vascona Subh, la favorita del califa y madre del heredero Hisham II. A la muerte de Al-Hakam, y con los apoyos de al-Musafi y Subh, relegó al joven califa a un papel meramente testimonial, encerrado en Madina Al-Zahira, y Almanzor comenzó a mover los hilos pero sin llegar a deponer al verdadero Califa para no perder el apoyo de los Omeya y sus clientes. Durante su vida fue utilizando a unos y dejando en el camino a otros para llegar a ejercer, sin serlo, las labores de Califa.
Se rodeó de bereberes y mercenarios cristianos a los que mimó y en los que se apoyó para controlar al-Andalus y como pieza fundamental en sus campañas militares contra los cristianos del Norte. En 985 arrasa Barcelona, en 987 Coimbra, 988 León, Zamora, Ávila… llegando hasta Santiago de Compostela donde, misteriosamente, respetó la tumba del apóstol Santiago. Durante todas las campañas que emprendía se hizo acompañar por una mortaja y un caja de madera donde, tras terminar la batalla, guardaba el polvo tras sacudirse sus botas y ropajes… sobre su tumba sería esparcido el polvo de todas sus batallas.
El dicho popular reza “en Calatañazor Almanzor perdió su tambor”. Así, en Calatañazor (Soria) Almanzor sería derrotado y muerto en esta batalla. Pero la realidad es que dicha batalla nunca existió , o si existió no dejó de ser una pequeña escaramuza sin trascendencia, y que Almanzor murió sin conocer la derrota. Esta leyenda se originó en las filas cristianas para animar a las tropas, muy desmoralizadas por las continuas y devastadoras victorias del “martillo de Ala”.
Según el profesor Menédez Pidal:
Almanzor hizo la última expedición de su vida, dirigiéndose a través de Castilla, hacia San Millán; fue una expedición victoriosa como todas, pero tuvo que retirarse al sentirse muy enfermo. Se hacía llevar en litera… agobiado por crueles dolores… repasó la frontera y llegó a Medinaceli, primera plaza de armas musulmana; murió el 10 de agosto del 1002.