NEC METU NEC ESPE, de Jorge J. Molina
I
(Nec metu)
Poseo toda la abnegación
que hace fuertes a los esclavos
y toda la misántropa frustración
capaz de envilecer a los bufones
más ridículos y sumisos.
Porque soy bello sobre mí
y adorno con yeso mis ojos
tengo un puñal iridiscente
colgando de las dos manos
y un racimo de pólvora virgen
en las cavernas de mi boca.
Porque arranco los dientes a las calaveras
de las sombras y arrojo sobre las nubes
humos ascendentes de orina
más real que toda la estúpida meditación
de todos los templos realmente estúpidos.
Porque me creo y me descreo
puedo bajarle los pantalones a la poesía
y mamar algo más execrable
que todas las demenciales frases
de la gente que se eleva en los ascensores
tratando de encontrar el lugar anunciado
que resuelva el desperdicio de sus vidas.
Mientras yo, busco cualquier calle
que me devuelva esta mañana
a esa ritualización de la esclavitud
que muchos llaman trabajo.
Y se pueblan las esquinas
de arlequines que practican
el corte perfecto de sus venas,
y prestidigitadores del volante
que recitan de memoria un tratado
de improperios en todos los semáforos.
Cubos de basura volcados en las aceras
invitan a esconderte y dejar crecer la vida.
Sólo deseo terminar esta jornada
y, con toda la abnegación del esclavo,
mancillar la oscuridad de tus muslos con violencia,
y olvidar el desperdicio de mi vida
entre sillas, portales sucios y volcados cubos de basura.
Ojalá cayese la última bomba
mientras con el consuelo de una borrachera
observo las aristas fijas de mi ventana.
Ojalá cayese la última bomba
mientras fumo arropado en la cama
y tú, otra vez, me apuñalas por la espalda.
II
(Nec Espe)
No quiero más preguntas ni respuestas.
Todo está varado y créeme
que será mejor así.
No quiero claves insignificantes,
puedo inventármelo todo
y no asomar mis narices
en las cartas que preparas en la mesa.
Sé desocupar mi cuerpo y tragármelo entero,
estar en cien sitios a la vez
y fingir, ufano, que me encuentro en todos
ellos construyendo millones de casas
o, tal vez, telas de araña más reales
que todos los puentes que he cruzado.
Puedo parecer un poeta-burgués
y ser dueño, con versos y sin dinero,
de todo lo que nunca tuve
y aún sin tenerlo sabría inventarme
universos paralelos más cuerdos
que todas las barajas y partidas
donde depositar la vida es posible.
Puedo juzgarte en mi silla
sin más ley que mi gramática,
destrozar con mis manos
la fría álgebra de tus emociones
y hacer enfermar la semántica
del lenguaje que en mí aprendiste.
Porque mi sintaxis te creó;
«nombre inexacto de las cosas»
tengo la capacidad de destruirte.
Duerme. Recuerda que los bufones
tenemos todo el tiempo y la paciencia
necesaria que hace fuertes a los esclavos.
(Jorge J. Molina)
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