Historias de pasión, locura y muerte : Scott Fitzgerald y Zelda Sayre
Por Juan Carlos Boveri
En marzo de 1948, el hospital para enfermos mentales de Asheville, en Carolina del Norte, se incendia. Zelda Sayre está internada en él y muere quemada.
Ocho años antes, en diciembre de 1940, ha muerto Scott Fitzgerald de un ataque al corazón, en el departamento de Sheila Graham, en Hollywood. Scott es uno de lo escritores más importantes de norteamérica. Es el marido de Zelda y amante de Sheila Graham, muy famosa columnista de espectáculos.
En abril de 1920, Scott y Zelda se casan en la catedral de San Patricio. Un año atrás se habían comprometido pero ella ha roto ese compromiso. Scott no parece capaz de mantener un hogar. Zelda es miembro de una buena familia de Montgomery, Alabama, le gusta el baile, pintar y escribir. En Montgomery, es la chica número uno. Y no está dispuesta a casarse con cualquier vago que se diga escritor. Pero Scott no es un escritor cualquiera, sino uno de los mejores. Consigue publicar su novela «A este lado del paraíso», que se convertirá en un gran éxito de ventas, en marzo de 1920, un mes antes de que se casen. Zelda lo acepta cuando él va a buscarla. Todavía no sabe que se casará con uno de los escritores más famosos del mundo. Le basta con que sea un escritor que trabaje en serio.
El matrimonio Fitzgerald se hace muy popular. Scott y Zelda representan el espíritu de los años veinte: son ricos, jóvenes, atractivos, inteligentes, divertidos. Los periódicos van detrás de ellos y el público consume todo lo que hacen. Son el símbolo de la buena vida, el glamour y, sobre todo, del «sueño americano».
Scott muestra que es un escritor especial con sus relatos y novelas. Alcanza la cumbre con «El Gran Gatby», editado en 1925 y, en forma definitiva, queda señalado como el portavoz de la «Generación perdida», un grupo de escritores que se radican en París desde finales de la primera guerra hasta la depresión de 1930. Este grupo incluye a Hemingway, Faulkner, Dos Passos, Steimbeck, notables escritores todos ellos.
Acompaña a su éxito como escritor, su vida de constante entretenimiento junto a Zelda. Comparten fiestas y borracheras, y nada parece detenerlos. Son echados de un par de hoteles por sus escándalos y Zelda se baña en la fuente de Union Square, un sitio histórico de Nueva York.
En 1921, han tenido una hija pero no parece afectar sus vidas. Tienen tres o cuatro mucamas y algunas niñeras. Un par de años después de ese parto, Zelda se hace un aborto. El matrimonio icono de la juventud norteamericana parece feliz cuando aparece en público. En la intimidad, hay una intensa lucha de celos, competencia, infidelidad. Scott no es infiel. Como le confiesa a Hemingway, Zelda es la primera mujer con la que ha tenido relaciones sexuales y no da la impresión de necesitar otra. En cambio, Zelda lo engaña en Paris.
Cuando el matrimonio está en Francia, Zelda va a vivir a las Antibes, en la Riviera. Scott está dedicado a escribir «El Gran Gatsby». Cansada y aburrida de un marido borracho, con el que discute todo el tiempo, excepto para sacarse fotos, Zelda se enamora de Edouard Jozan, un piloto francés. Sale con él en las noches, cenan, bailan, duermen juntos; en el día, toman sol en la costa. Zelda le pide el divorcio a Scott. Este se sorprende y no acepta. Ella insiste pero, al mismo tiempo, Edouard se entera de lo que está haciendo su amante. Es demasiado para él. Todo lo que pretende es divertirse un poco con una mujer de la que hablan mucho. La deja y Zelda, deprimida, se queda con su marido.
Scott está contento. Piensa que estas cosas suceden y que pueden disculparse. De modo que retornan a su vida habitual de fiestas, borracheras, tremendas peleas, agresividad psicológica, la constante persecución de Scott sobre Zelda, y la imagen del matrimonio norteamericano ideal.
Scott escribe bastante. Está considerado un gran escritor. «Hermosos y malditos» y, sobre todo, «El gran Gatsby», le han dado más fama y dinero. Cuando aparece su novela sobre el misterioso magnate Gatsby, Scott todavía no ha cumplido treinta años. Para un universitario que ha estudiado en Princenton, la vida ostentosa y festiva que lleva no es lo habitual. Algunos dicen que su mujer le arruina la vida. Hemingway es de esa opinión. Otros aseguran que es un marido tiránico y su esposa, su víctima. Lo cierto es que Fitzgerald es un alcohólico desde la adolescencia y que Zelda intenta hacer muchas cosas para destacarse: escribir cuentos, aprender danza, pintar cuadros.
Zelda está habituada a hacer cosas diferentes. En la adolescencia, junto a su compañera y futura famosa actriz de Holliwood, Tallulah Bankhead, hace muchas cosas poco convencionales para lo que se supone debe hacer una distinguida señorita del sur norteamericano.
Destaca y está acostumbrada a ser el centro de atención. Al lado de Scott, hace lo mismo. Le gusta el baile, de modo que aprende danza africana y, por supuesto, charleston. Usa trajes de baño muy ajustados y no se cansa de repetir que acostumbra nadar desnuda. Tiene una gran energía y no parece pensar en ninguna otra cosa que en el día actual. En gozar todo lo que pueda sin importarle en lo más mínimo el futuro.
Zelda es una mujer con suerte. Ha tenido un padre que la sostuvo económicamente y que cedió a todo lo que ella quiso hacer. Ahora, sus gustos y caprichos son tolerados por Scott y él cubre todos los gastos. Y los gastos son muchos. Ella no es la clase de mujer que cocina, limpia la casa o cuida a la hija. Todas esas funciones las delega en el personal a su servicio.
Cuando llega el año 1930, el matrimonio Fitzgerald tiene problemas más graves. Scott sufre borracheras más intensas y tiene algunas hemorragias. Zelda, que tiene treinta años, padece una depresión. Luego, le diagnostican esquizofrenia.
Los años treinta son los de la Gran Depresión. Se produce el crash de la bolsa de valores y los Estados Unidos reciben un golpe realmente serio. Hay millones de desempleados, familias arruinadas, millonarios en quiebra, gente que se suicida. Parece el final del «sueño norteamericano». Al mismo tiempo, los Fitzgerald, los niños dorados de los años veinte, se han subido a un tobogán y se han lanzado hacia abajo. No parece que haya un arenero esperándolos.
Zelda termina con sus sueños de hacerse bailarina de ballet. A los 27 años había comenzado a estudiar danza clásica. Bailando obsesivamente ocho horas por día, llega a ser bastante buena. Pero todo queda trunco. Ha escrito cuentos y artículos y se los publican. Es la mujer de Fitzgerald y una figura que está entre las celebridades. Scott no está convencido de que ella tenga talento literario y eso les hace pelear muy seguido. Zelda se siente menoscabada por su marido.
En esos años finales de la década del veinte, Zelda está celosa de la relación de Scott con Hemingway y dice que él es homosexual. Afirma que no tiene relaciones sexuales con ella y si las tiene son pésimas. Scott, asegura Zelda, tiene un pene muy pequeño y carece de erección. Scott se acuesta con una prostituta para mostrar que es muy hombre y Zelda se tira escaleras abajo pero no se rompe ningún hueso. Es su segundo intento de suicidio. El primero lo ha tenido cuando la abandonó el aviador francés. En aquel momento, tomó un frasco de pastillas. Le lavaron el estómago y se fue de fiesta con su marido.
Pero todo está cambiando en el mundo que los rodea y ellos comienzan a pagar las consecuencias de la vida que han llevado. Aunque es más preciso decir que comienzan a mostrar quiénes son en verdad.
Scott vive borracho la mayor parte del tiempo y tiene algunas hemorragias producidas por una tuberculosis que padece desde la adolescencia. Zelda está muy deprimida y la atiende un psiquiatra en Francia. La internan con diagnóstico de esquizofrenia.
Scott tiene demasiados gastos y los ingresos no son suficientes. Lo contratan para trabajar como guionista en Hollywood y acepta. Lo hace en el momento en que Zelda regresa de su internación y va a Montgomery porque su padre, el juez Sayre, se está muriendo. Scott la acompaña pero la deja rápido para viajar a Hollywood.
Zelda, después de la muerte del padre y la actitud de Scott, padece un nuevo ataque y es internada en una clínica psiquiátrica.
La internación le despierta la creatividad y, en un mes y medio, escribe una novela, «Resérvame un vals» («Save me vals»). Es una novela bastante autobiográfica en el que habla de su matrimonio. Esto enoja a Fitzgerald porque ella usa material de una novela que está preparando hace años y que publicará dos años después, «Suave es la noche». Scott la obliga a quitar capítulos y escenas que ya ha usado él en los originales que Zelda ha leído. De todas maneras, la novela, que cuenta el matrimonio de una chica del sur con un pintor, casi obvio paralelo con los Fitzgerald, es mediocre, casi un plagio de «Suave es la noche» , a la que Scott debe realizar alteraciones para evitar el completo parecido. El libro de Zelda tiene poca repercusión y es un fracaso con la crítica. El de Scott también es mal visto por la críticos.
Él es un escritor que se desbarranca y ella, una mujer que no podrá escapar de su enfermedad mental.
Scott, mientras trabaja para la Metro Goldwin Mayer por un salario fijo, conoce a Sheila Graham, una muy famosa e influyente columnista de espectáculos. Ella, Louella Parsons y Hedda Hopper, son las tres críticas capaces de construir o destruir la carrera de cualquier actor. De esta mujer se enamora Scott. Y Sheila de este escritor alcohólico que se encuentra en caída libre.
El romance de Scott y Sheila también es muy especial. Años más tarde, Gregory Peck y Deborah Kerr los personificarán en «Días sin vida».
Mientras su marido tiene el romance con Sheila, Zelda está internada. Un poco antes, a mediados de los años treinta, desanimada por su fracaso como escritora, prueba con transformarse en pintora. Recurre a cuadros que ha pintado hace años, agrega algunos nuevos y realiza una exposición. Los críticos dicen que lo único interesante de esas obras es que están firmadas por una celebridad de los años veinte, esposa de Scott Fitzgerald.
En 1937, Scott se pelea con Sheila y va a buscar a Zelda. Juntos viajan a Cuba. Tienen peleas descomunales y todo resulta desastroso. Scott recibe una paliza durante una riña de gallos y vuelve a Estados Unidos en tal grado de intoxicación alcohólica que debe ser hospitalizado.
Zelda regresa al hospital psiquiátrico, a la vez que su hija es expulsada del colegio. Scott se recupera, vuelve a estar con Sheila Graham y comienza a culpar a Zelda de todos sus males. Como ha dicho Hemingway, ella es la responsable de su aturdimiento artístico. Para Fitzgerald, Zelda significa una buena excusa para no decirse a sí mismo que está completamente acabado.
En 1940, se muere de un infarto, a los 44 años, en el departamento de Sheila.
Zelda no va al funeral.
Scott deja una novela sin terminar, «El último magnate», a la que Zelda hace editar para ganar dinero. Ella trata de escribir otra novela pero sus entradas y salidas a las clínicas psiquiátricas son permanentes ya que sus ataques se han vuelto frecuentes. Habla con Cristo y Alejandro Magno y tiene intenciones de suicidarse.
El 10 de marzo de 1948, en el hospital Highland, de Asheville, está encerrada en su cuarto. En unos minutos le aplicarán electroshock. Esto no llega a suceder. Hay un incendio en la cocina, las llamas queman varios pisos y mueren nueve mujeres. También Zelda. Tiene 47 años.
Mucho tiempo después, Zelda inspira el personaje de la princesa Zelda del video-juego «La leyenda de Zelda». Los críticos literarios se renuevan y, ahora, consideran a Save me a vals una buena e interesante novela. Las feministas norteamericanas la consideran un símbolo de la mujer que lucha contra la adversidad y ser alguien librándose de un marido que la subestima y la maltrata.
Las novelas y relatos breves de Scott se transforman en películas y su nombre como escritor se mantiene como uno de los más importantes que ha dado los Estados Unidos.
El matrimonio Fitzgerald ha sido motivo de estudios literarios, psicológicos, de obras de teatro y películas.
La realidad es que Scott ha sido un buen escritor con el que los norteamericanos de una época se identificaron y Zelda, una mujer que intentó hacer algo de su vida para destacarse ya que no le interesaba cuidar de su casa.
Durante un tiempo, ellos tuvieron un célebre matrimonio con dos caras: la pública y la privada. En esto no se diferenciaban de otros matrimonios. Tampoco se los ve diferentes a muchos otros que, como ellos, buscan dinero, éxito y fama. Es posible que por estas razones es que se convirtieron en un mito estadounidense.
De todas maneras, quizás no hayan sido mucho más que un hombre enfermo de alcoholismo y una mujer enferma de esquizofrenia, que hicieron unas cuantas cosas juntos.
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