Contraconsultorio : preguntas y respuestas «Relación abierta»
Por Israel Sánchez
PREGUNTA
Somos una pareja que acaba de empezar una relación. Nos hemos planteado medio en serio medio en broma si formalizarla o dejarla abierta. También nos planteamos si introducir a más personas en ella, tipo tríos. Todo esto es un poco en broma, ya digo, pero si nos lo planteamos será porque algo hay. De todos modos también nos da algo de miedo porque, aunque no somos celosos, a los dos nos parece que podríamos pasarlo mal si el otro está con otra persona. ¿Cómo podíamos hacerlo?
RESPUESTA
Si dispusiéramos de una receta sencilla para compatibilizar relaciones, una gran parte de la gente sería arrastrada por la ambición acumulativa hasta saturar su vida de esa supuesta riqueza que es disponer eróticosentimentalmente de otros.
La razón por la que esta furia no se desata es porque algo la atenaza, y ese algo es el sufrimiento que provocan los celos. Los celos acaban agotando al animal salvaje de la ambición hasta convencerlo de que nunca quiso otra cosa que conformarse con una sola persona de la que no reciba dolor. Los celos nos dicen que el precio que pagaremos por otra cosa que no sea la monogamia será más alto que la satisfacción que saquemos de ello. La clave está, por tanto, en controlarlos. Pero, ¿cómo? Y, sobre todo, ¿cómo hacerlo coordinadamente con otro?
Evidentemente, a largo plazo el medio es comprender cómo funcionan y cómo nos engañan (o el amor nos engaña a través de ellos, que son mucho más dignos que su jefe). Pero como la práctica no espera por nosotros habrá que encontrar estrategias provisionales.
Yo os recomiendo conservar continuamente la claridad de dos ideas muy concretas.
En primer lugar, el equilibrio. Originalmente, los celos son la percepción de una injusticia en el terreno eróticosentimental, de modo que, para no provocarlos a un nivel al que resulten inhabilitantes, es necesario que ninguno de los dos se beneficie más de la situación que el otro, y esto no sólo en lo más evidente (quién disfruta de más o mejores relaciones) sino en otras formas más sutiles de satisfacción eróticosentimental, como quién podría hacerlo o quién lo ha hecho en el pasado (un ejemplo en esta entrada del blog contraelamor: http://www.contraelamor.com/2012/03/pesados.html).
En segundo lugar, entiendo que os será muy útil controlar la trascendencia, no sólo de otras relaciones, sino de la vuestra propia. No es que debáis restarle importancia hasta convertirla en trivial, pero frenar la dinámica del amor consistente en aumentar indefinidamente la importancia que cada uno tiene para el otro impedirá que os convirtáis en algo tan irracionalmente valioso que cualquier mínima puesta en duda de vuestra posesión os desestabilice. No temáis importaros menos de lo que dice la gente que se importa. Temed que la obligación de darle importancia a vuestra relación frente a la que dan otros a la suya os encarcele en ella. Valoradla, simplemente, en y por lo que vale, disfrutando de lo que os ofrece y no lamentando la pérdida de lo que, o no necesitáis, o nunca habéis tenido. Recordar que el exceso de importancia que le damos a nuestra pareja y a nuestra relación, lejos de ser una virtud y un acto de amor, es un automatismo competitivo que redunda en detrimento de nuestras relaciones con los otros.