Gijón era una fiesta
Por Miguel Cereceda
Inauguración del espacio AVAart: Jesús Álvarez Arango, Mikel Arce Sagarduy, Annette Besgen,
Sergej Dott, Alejandro Hermann,Leo Königsberg
C/ San Bernardo, 73
Gijón, ASTURIAS (España), 14 de diciembre de 2012
Que en tiempos de crisis, como los que estamos atravesando, se inauguren nuevas galerías y nuevos espacios expositivos es siempre una invitación a la esperanza de que no todo esté absolutamente muerto y enterrado en el arte contemporáneo. Debido a la iniciativa de los galeristas Javier Sánchez Bolado y Ángela Velasco, la nueva sala se anuncia como un espacio pensado para colaborar con artistas ya consagrados y con jóvenes promesas, tanto nacionales como internacionales, y para promover e impulsar sus obras y su trabajo, dándole una especial importancia a la experimentación y a la innovación tecnológica.
Según las declaraciones de la propia galerista, lo que pretenden es traer gran arte internacional y exposiciones importantes de artistas europeos, para dinamizar la vida cultural local.
La exposición inaugural de la galería fue una divertida fiesta, en la que se congregó un numeroso grupo de invitados que abarrotaba la sala de exposiciones y todo un tramo de la calle San Bernardo.
Pero, a pesar de lo divertido de la fiesta, la exposición inaugural resultó sin embargo confusa y decepcionante. Dominada por una visión de la pintura un poco trasnochada, tampoco las grandes esculturas allí presentes consiguen romper la sensación de amontonamiento de objetos o de batiburrillo. Y además, como suele suceder, la presencia del arte experimental o tecnológico resulta bochornosa. El concierto inaugural para violonchelo sobre antena parabólica, del artista austriaco Leo Könisberg, hubo de suspenderse por problemas técnicos y la escultura musical de Mikel Arce Sagarduy, aunque tiene ciertamente su gracia, no deja de ser una recreación tópica de los viejos móviles de Alexander Calder.
Habrá que esperar en cualquier caso al desarrollo posterior de su programa expositivo para ver si tan altas intenciones como se proclaman en sus declaraciones de principios se terminan cumpliendo o se terminan quedando, como ha sucedido en tantas ocasiones, en agua de borrajas.