El aliado anónimo de la naturaleza
Limpiar una playa; un fondo marino; despojar las riberas de un río de los desperdicios acumulados; anillar aves, censarlas o fotografiarlas; son sólo ejemplos de la multitud de actividades que desempeñan cada año miles de personas convertidas en “voluntarios ambientales”.
Prácticamente todas las administraciones, instituciones y organizaciones ambientales tienen sus propios programas de voluntariado ambiental y la UE incluso cubre con ayudas económicas estas actividades para propiciar la movilidad de los jóvenes por distintos países.
Miles de ciudadanos participan así en acciones directas sobre un espacio natural, actuaciones que en la mayoría de los casos contribuyen a conservar y a proteger los recursos naturales, pero sobre todo a mejorar su aspecto.
Vojkan Dimitrijevic es un joven serbio que trabaja como voluntario en la reserva ecológica de Riet Vell, un espacio de casi 50 hectáreas en el corazón del Delta del Ebro donde conviven el cultivo ecológico del arroz y la recuperación y conservación de hábitats naturales de zonas húmedas.
Durante nueve meses, y gracias a una beca de la UE, Vojkan trabaja como voluntario en esa reserva y convive con jóvenes de varios países en la “Casa del Voluntario” ubicada en la propia reserva, una estancia que aprovecha para perfeccionar su formación académica y el dominio del español.
“Me trae el amor por la naturaleza, pero conozco a gente y perfecciono el español”, explica a Efe este joven voluntario durante un receso de la actividad.
Al margen de las grandes acciones de voluntariado -como la que surgió hace diez años para limpiar las costas del chapapote vertido por el “Prestige”- miles de personas participan en pequeñas acciones de voluntariado.
En algunas, sobre todo las de limpieza de parques o playas emblemáticas, involucran a centenares de personas o a colegios enteros, pero en otras, grupos muy reducidos de voluntarios realizan una acción directa sobre un entorno.
Alejados de las acciones más mediáticas, los voluntarios que conviven en Riet Vell se citan periódicamente en la emblemática playa de los Eucaliptos, también en el Delta del Ebro.
Convocados y organizados por expertos de la Sociedad Española de Ornitología (SEO), los voluntarios han limpiado de desperdicios la playa y las dunas anexas a ésta; han eliminado algunas plantas invasoras; y han señalizado los valores naturales más importantes de este hábitat, sobre todo las “plantas de duna” (psamófilas).
El biólogo Ignasi Ripoll es el responsable de la SEO/Birdlife en el Delta del Ebro y también de la reserva natural Riet Vell que gestiona esta organización.
Muchos trabajos de campo que realizan las organizaciones ambientales serían imposibles de realizar sin la aportación de voluntarios.
“Es necesario que la sociedad se implique en la conservación del patrimonio natural, pero necesitamos el apoyo de la administración para canalizar de una forma adecuada la tarea de los voluntarios”, ha subrayado Ignasi Ripoll.
Algunas de las acciones se han popularizado tanto que cada año congregan a centenares de personas; es el caso del anillamiento de pollos de flamenco en la laguna de Fuente de Piedra (Málaga), convertido en un auténtico evento medioambiental que se repite desde hace veinticinco años, periodo durante el cual los voluntarios han conseguido anillar más de 16.000 pequeñas aves.
Prácticamente todas las administraciones públicas y ONG tienen sus propios programas de voluntariado ambiental. Los más importantes y conocidos, por el número de organizaciones y personas que suelen implicarse cada año, son los programas de voluntariado del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, centrados en la conservación y la restauración del patrimonio natural de los parques nacionales y en la limpieza de los cauces y las riberas de los ríos.
Un dato: sólo en 2011 casi 170.000 personas trabajaron de forma voluntaria en los cauces y en las riberas de los ríos y consiguieron que éstos presentaran un aspecto más saludable.
Raúl Casado
Fuente EFE