El alcohol en la dieta diaria
Por Katja Suárez
Cerca de 2 mil millones de personas en el mundo consumen bebidas alcohólicas. Las estadísticas demuestran que los adultos llegan a consumir un promedio de cinco litros de alcohol puro procedente de la cerveza, el vino y los destilados. La consecuencia: alrededor de 76 millones de personas padecen en la actualidad trastornos relacionados con el abuso en el consumo de esta sustancia.
¿Por qué bebemos bebidas alcohólicas? Las razones son varias. La costumbre de beber es un acto social que refleja, en cierto modo, la personalidad de una cultura. Entre los jóvenes, el alcohol es un símbolo de rebeldía y se asocia a la independencia, a la libertad, al proceso con el cual afirman su propia identidad. Tanto en ellos, como en los adultos, este tipo de bebidas se refuerza positivamente porque su consumo se da habitualmente en compañía de sus iguales, con sus colegas, con lo cual contribuye a que lo asocien con la sensación de compañerismo. Tanto en los momentos excepcionales (la fiesta o el luto), como en los cotidianos (la comida y la charla), las bebidas alcohólicas se hacen notar con su presencia estimulante.
Sin embargo, también existen la propensión genética, las características individuales o la influencia del entorno social como factores que pueden impulsar a las personas a la bebida. Si el alcohol es una droga legal y cotidiana, perfectamente insertada en el día a día de nuestra sociedad como un hábito que la mayoría de la población no está dispuesta a dejar, ¿cuánto, entonces, puede una persona tomar sin que afecte su consumo diario de calorías, ni su salud? CALORÍAS VACÍAS
En teoría, no debería consumirlo en absoluto, pues desde el punto de vista nutricional, el alcohol produce 7 kilocalorías por gramo sin aportar otros nutrientes. De ahí que a la caloría alcohólica se le denomine “caloría vacía”, cuyo destino, dentro de nuestro organismo, no es otro más que convertirse en grasa, además de afectar órganos importantes como el hígado, y al sistema nervioso central, principalmente.
Es importante señalar que si se ingieren bebidas alcohólicas en grandes cantidades, las necesidades energéticas de la persona estarán cubiertas por el alcohol, por lo que no sentirá hambre y, por tanto, comerá menos, con lo que tendrá un déficit enorme en proteínas, vitaminas y minerales.
Según la cantidad consumida a diario, la ingesta de alcohol presenta beneficios y contras. Una de las ventajas es que, con relación a la aterosclerosis, enfermedad que afecta a una amplia capa de la población; el consumo diario de pequeñas cantidades de alcohol (no más de 24 g/día) aporta al organismo un incremento de la colesterina (HDL), protegiéndolo así contra las enfermedades coronarias. Por esta razón, este pequeño consumo de alcohol puede ser sugerido a personas enteramente sanas.
En este sentido, la cantidad diaria que sugieren los nutricionistas, es un consumo de hasta 200 ml (dos copas) de vino tinto, en el caso de los hombres, y de 100 ml (una copa), para las mujeres, pero siempre acompañado de alimentos. La recomendación específica del vino tinto responde a que éste posee una potencial capacidad antioxidante, dada su importante riqueza en compuestos fenólicos, que puede impedir, junto a otros componentes antioxidantes, la oxidación de la lipoproteína nativa LDL.
Sin embargo, los niños, embarazadas y enfermos no deben ingerir bebida que contenga cantidad alguna de alcohol. Está por demás decir que una persona alcohólica no debe consumirlo en absoluto.
Entre los contras que presenta el alcohol figuran la dependencia física conocida como alcoholismo y dipsomanía. También, la depresión y descoordinación, la mala absorción de nutrientes, el riesgo de una muerte prematura como consecuencia de afecciones como la cirrosis hepática, hemorragias internas, intoxicación alcohólica, hepatocarcinoma, accidentes o suicidio. Además, inhibe la acción de la hormona vasopresina, que es secretada por la glándula suprarrenal y que ayuda a que el riñón absorba agua, por lo que el consumo de alcohol causa deshidratación.
Por otra parte, muchos alcohólicos tienen síndrome de resistencia a la insulina, un desorden metabólico debido al cual el cuerpo no regula correctamente el azúcar causando un suministro inestable a la circulación sanguínea. Aunque este desorden se puede tratar con una dieta hipoglucémica, esto puede afectar a su comportamiento y su estado anímico. Estos síntomas son efectos secundarios que se observan a menudo en alcohólicos sometidos a tratamiento de desintoxicación.
Otro hecho importante es que el consumo excesivo y prolongado de esta sustancia origina en el organismo una “tolerancia aumentada”, la cual lo obliga a requerir cantidades crecientes para sentir los mismos efectos.
Sin embargo, en lo sucesivo, esto desencadena un mecanismo adaptativo del cuerpo hasta que llega a un límite en el que se invierte la supuesta resistencia y entonces “asimila menos”. En síntesis, desarrollar la capacidad de tolerar más alcohol es, en sí, un riesgo de alcoholización.
Cabe mencionar que se consideran, como consumo excesivo diario, 40 gramos de alcohol en hombres, y 32 gramos de alcohol en mujeres. La mayor tolerancia en hombres responde a que su estructura corporal tiene menor porcentaje de grasa y mayor porcentaje de masa muscular que las mujeres, por lo cual metabolizan el alcohol mucho más rápido.
Aunado a lo anterior, el alcohol se ha colado entre los factores que ocasionan desórdenes alimenticios. Cada vez es más sabido, entre la población, que el alcohol posee muchas kilocalorías. Por eso, gran parte de las personas que sufren un trastorno alimentario dejan de comer para poder beber más alcohol. Esta es una de las causas de la nueva conducta anómala que algunos ya han bautizado como “ebriorexia”. Se trata de un término tan reciente que no toda la comunidad científica se pone de acuerdo de si es, o no, una patología totalmente diferenciada de las ya existentes. Algunos médicos nutricionistas coinciden en definirla como dos patologías, una anorexia y una adicción al alcohol. Dos son los factores que la condicionan: la obsesión por estar delgada y la aceptación social hacia tomar alcohol.
El alcohol actúa aquí como medida de evasión y para mitigar la sensación de hambre de una persona con un desorden alimenticio. Es menos frecuente en hombres. Al parecer, quienes la padecen son sobre todo mujeres adolescentes o las que ya estudian carreras universitarias, dado que muchas están preocupadas por no subir de peso y prefieren no comer en lugar de dejar de beber, hábito muy asociado al mantenimiento de una vida social.
Si bien, en la actualidad, existe un creciente interés en relación a las repercusiones de tipo beneficioso sobre la salud del consumo moderado de alcohol en general, y del vino en particular, también queda demostrado que estos efectos tienen un lado oscuro para quienes prolongan su consumo más allá de lo conveniente. Las consecuencias de este exceso son resentidas no sólo por el cuerpo del individuo, sino por la familia y la sociedad en su conjunto.
Tener un peso saludable es totalmente posible mediante la práctica de una alimentación variada y balanceada. No obstante, si aún después de haber leído acerca de los efectos del alcohol en tu organismo, tu preocupación todavía se inclina hacia el cuidado de tu peso; te sugerimos comparar las siguientes tablas que te servirán como guía para calcular el equivalente de las calorías a consumir por cada ingesta (desayuno, colación, comida…) diaria y las del contenido de cada porción de bebida alcohólica. Tal vez te ayuden a determinar hasta qué punto conviene elegir entre comer o beber.
Fuente: Sin embargo