Maleficio de taciturnidad

Por Francisco de Paula Pestaña Parras

“Y atended que estas impías padecen maleficio de taciturnidad y así salen de noche de sus casas sin ser sentidas -que en esto el diablo las ayuda- y por ello de día se hayan cansadas y descuidan las tareas propias de hogar cristiano y no parece sino que la luz las daña y tienen sombra en debajo de los ojos que en ellas es signo de haber estado largo tiempo mirando la luna. Y escandalizan al marido con posturas contranatura y le preguntan por qué han ellas de yacer siempre debajo si son la misma carne. Y cuando conciben no se están quietas ni callan como dicta la Iglesia sino que se retuercen como serpientes y es claro que disfrutan. Su atrevimiento es enorme. Una de ellas a la que pregunté si no reconocía que el poder divino era superior al demoníaco me respondió sonriendo que el único poder que le envidiaba a Nuestro Señor Jesucristo era el de convertir al agua en vino”.

(“De cómo hayar y castigar bruxas”, anónimo castellano, s. XIII)

 

 

 

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