Galanes de Hollywood, todo pasado no fue mejor
Por Mónica Maristain
Dice el incombustible Arturo Pérez Reverte que todo era mejor antes. “Los periodistas éramos mejores, también los escritores”, afirmó el autor de La reina del sur en una entrevista pasada. En dicho contexto, no podríamos decir que los galanes de Hollywood eran mejor que antes, aunque no exageraríamos al decir que se lo pasaban muy bien, mucho más que ahora.
Al menos, los galanes del ayer eran testimonio de una clase privilegiada a la que cuando se accedía no había que hacer demasiados esfuerzos para conservar. Si uno cumplía más o menos bien los mandatos adjudicados –a veces por escrito y con triple sello de escribano- a una profesión que demandaba ser discreto y vivir una vida de cara a los fans y otra, muy cuidada, de puertas para adentro del hogar, la rueda de la fortuna siempre decía sí en el destino de las estrellas.
Un lugar común es nombrar a Hollywood como la gran fábrica de los sueños y a eso se dedicaban los actores del pasado: a refrendar la fantasía, a mostrar la realidad de acuerdo a los principios de una industria cinematográfica que ganó algo más que espectadores.
Vamos, que entre hamburguesas y películas palomeras, la también llamada Meca del Cine triunfó en la Guerra Fría. La victoria del capitalismo made in USA fue cultural y reinó durante muchas décadas. Por lo menos hasta este presente debilitado por la primacía de las redes sociales y la influencia de una cultura global que ya no devora artefactos culturales con tanta ingenuidad y bulímica conducta.
Puestos a admitir, quizá el público sea mejor que el de antes. Mal que nos pese a los que vemos todo siempre negro, la línea de progreso de la historia no se detiene. Entre psicópatas que entran a una sala de cine con metralletas y pelos pintados de rojo, hay una gran masa de espectadores a la que no es tan fácil venderle gato por liebre. Aunque parezca que sí, aunque parezca que todo sigue igual, lo cierto es que la gente en general está más informada que antes, sabe un poco más y exige en relación.
Digamos que el espectáculo contemporáneo ha perdido gran parte de ese espejo que reflejaba perfección y escondía en forma obsesiva la miseria y eso es ganancia para el público, aunque resulta sin dudas una pérdida para quienes deben ponerse frente a una cámara de cine y convencernos cuando nos cuentan una historia.
En contraposición con los galanes del pasado, los de ahora han ganado en naturalidad y son víctimas y a la vez esclavos de los medios de comunicación que exaltan sus virtudes pero que, sobre todo, hacen hincapié en sus defectos.
Sin ánimo de alimentar la morbosidad y cultivar el prejuicio, ayer, como hoy, junto a la fama aparecían las drogas, el alcohol y las conquistas amorosas de toda laya, sólo que hoy las cosas son más descarnadas y, si se quiere, violentas.
No hay que sembrar el glamour para dibujar una fantasía impoluta. Por el contrario, cuanto más humanos y erráticos aparecen nuestros astros de Hollywood, parecen satisfacer con más certeza a sus seguidores.
En Casablanca, la gran película de Michael Curtiz, Humphrey Bogart rodaba subido a una plataforma porque era más bajo que Ingrid Bergman. Ella medía 1,80 y él, apenas 1,60.
Hoy las cosas son más naturales y aunque persisten figuras como Tom Cruise, atadas a los paradigmas del ayer, viviendo las 24 horas como una estrella de Hollywood capaz de aparecer a los 50 mucho más joven que sus coprotagonistas (nadie puede creer, por ejemplo, que en la última edición de Misión Imposible, el sueco Michael Nyqvist apenas le llevaba dos años al ex esposo de Katie Holmes), en general casi todas las cartas están mostradas en el brillante juego de las celebridades.
No es que salgan ahora a vociferar sus preferencias sexuales, pero hoy sería más difícil toparnos con un caso como el de Rock Hudson (1925-1985), una de las primeras víctimas famosas que se cobró el sida en los ’80 y cuya homosexualidad fue descubierta al gran público en los últimos días de su vida.
Hasta entonces, el actor había mantenido más o menos en secreto sus preferencias y en la cúspide de la fama, su representante lo obligó a casarse con su secretaria para no perder encanto ante la enorme masa femenina que consumía sus películas.
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
Bien es cierto también que lo que los nuevos actores y/o galanes de Hollywood ganaron en naturalidad lo perdieron en armonía vital. La presión mediática y la de la fama, la eterna juventud, parecen tener el mismo peso de antaño y así hay chicos que parecen tenerlo todo, pero sumamente infelices, por caso el malogrado actor australiano Heath Ledger (1979-2008) o el protagonista de Solo en casa, Macaulay Culkin, perdido hoy en el infierno de las adicciones.
Ya lo dijo el comediante estadounidense Cuba Gooding Jr., (sí, el mismo de “¡Show me the money!” en la película Jerry Maguire), cuando en el show del inglés Graham Norton que transmite la BBC, no se solidarizó con las quejas del joven actor de Harry Potter, Daniel Radcliffe y le hizo ver que hay personas que tienen problemas más graves que el de un astro del cine que no consigue todavía sacarse su personaje mítico de las espaldas.
– Hombre, tienes poco más de 20 años y ya eres rico por varias generaciones. ¿Qué importa si la gente todavía te relaciona con el mago?, dijo Cuba.
Algo similar sucedió en el mismo show con el comediante Chris Rock, quien ante una cara compungida de actriz conmovida por el “amor que le tengo a mis fans” espetada por la joven de Crepúsculo, Kristen Stewart, le enfrentó un más que razonable: – Te han hecho millonaria, ¿cómo no los vas a amar?.
Más verdaderos, imperfectos, igual de mimados pero más infelices y, tal vez, en general, mejores actores, con mayor cultura y preparación, los nuevos galanes de Hollywood se abren paso en un mundo altamente competitivo, donde el alza en la expectativa de vida mantiene plenamente vigente a cincuentones como Brad Pitt o George Clooney, todavía reyes en activo del universo estelar del cine contemporáneo.
Los llamamos galanes porque las chicas mueren por ellos y cosechan piropos donde quieran que se planten. La mayoría es objeto de póster de adolescente y seguro resplandece en alguna portada de cuaderno propiedad de una niña de secundaria.
Sin embargo, los hemos elegido porque además de su ostensible belleza física tienen algo más para dar. Son guapos, mucho, pero también son buenos actores y se entregan de lleno a su vocación. Vamos, que generan una envidia tremenda, a qué negarlo.
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Es el actor físico por naturaleza y aunque nació en Toronto en 1976, su bronceado eterno parece ser reflejo de la salud californiana. Tiene unos rasgos medio bobalicones, pero el paso del tiempo lo ha favorecido y su rostro poco a poco abandona el tic de muchacho que se entera tarde de las cosas, para adquirir un aspecto atractivo capaz de ponerse sobre los hombros una comedia sosa como La propuesta, junto a su amiga Sandra Bullock.
En dicha película dirigida por Anne Fletcher no podíamos dejar de mirar al ex marido de Scarlett Johannson. Y no porque la veterana de 45 años siempre encantadora que es la Bullock haya perdido magia frente a las cámaras, sólo que su coprotagonista, 13 años menor, quien resulta irresistible con el torso desnudo, esgrimió una especie de confortabilidad en el juego de atracción-reacción, típico de una buena comedia romántica, que lo constituyó en un plato apetecible para películas donde las señoras lloran y las niñas se derriten.
Pero ahí no termina el prospecto de Reynolds. En la peli del español Rodrigo Cortés, Buried, aquella donde se la pasa casi todo el tiempo encerrado, el RR ahora esposo de otra rubia rotunda, la impresionante Blake Lively (protagonista de Salvajes, de Oliver Stone), demostró que es un actorazo y que puede él solito mantener en vilo al espectador. Fue una prueba dura, admitámoslo, que Ryan pasó con nota sobresaliente.
Su coronación vino de la mano de un superhéroe, como no podía ser menos, y hay que decir que el canadiense se robó el corazón de los espectadores encarnando a Linterna verde. No sabemos si es por el tiempo que pasa en el gimnasio, pero los músculos de Reynolds son algo serio: lucen saludables y apetitosos en la pantalla grande, pero no le quitan soltura corporal. Es un actor que parece estar cómodo con el torso desnudo y con el traje de vinilo de Green Lantern.
Para redondear el paquete de muchacho bien alimentado, objeto del deseo para miles de adolescentes que suspiran a su paso, Reynolds no es perfecto: sufre de un estrabismo galopante que le otorga una mirada un tanta bizca que en tiempos donde no es tan exótico lo monstruoso, le da más puntos en la percepción popular.
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Este flacucho parecido a James Dean se las trae. Primero jugó a tímido, después a intelectual y ahora, ya afianzado como uno de los grandes actores del Hollywood contemporáneo, se dedica a explotar su imagen apareciendo en grandes campañas publicitarias como la de Galaxy para Samsung y a estudiar los cientos de proyectos fílmicos que le llegan a su agente.
Nació en 1978 en Palo Alto, California y es un digno chico del tercer milenio. Siempre con un vaso de café de Starbucks en la mano, con un libro bajo el brazo, cierta displicencia para vestir con elegancia hippie en las alfombras rojas y con múltiples inquietudes artísticas, interesado en la poesía, en el arte de instalación y en la música.
Su alegría de vivir es contagiosa y conmueve a hombres y mujeres por igual con una dulzura satánica que desplegó hasta el paroxismo en Milk, el filme que le dio el Oscar a Sean Penn y, como regalo extra, un besazo de Franco que recorrió el mundo.
Fue tanta la resonancia que tuvo ese choque de labios de dos heterosexuales prodigiosos, que el actor repitió la tarea dándole su beneficio a David Letterman, lo que hizo morir de risa a muchos internautas: – Primero a Sean Penn, luego a Letterman, ¿es que James Franco nunca va a besar a un chico guapo?, se preguntaban los fans en las redes sociales.
Como gran intelectual que parece ser, con su doctorado en Yale y las clases de literatura que toma entre filme y filme, la verdad es que James ha hecho unos cuantos bodrios. Muchos habrán disfrutado Superfumados, pero otros muchos le proporcionarían una buena tunda por semejante estropicio.
Aunque tal vez en esa posibilidad de reventar la taquilla y de hacer al mismo tiempo filmes pequeños donde luce sus dotes actorales reside el gran encanto de James Franco. Y en su sonrisa, obvio, el arma infalible del protagonista de Aullido, una película pequeña que él hace grande encarnando al poeta beatnik Allen Ginsberg.
Y aunque flaquito, bien lo supo hacer en 127 horas, donde tuvo que hacer gala de sus destrezas físicas para perder un brazo y no morir en el intento frente a la cámara dirigida por Danny Boyle.
Publicó un libro de cuentos que convenció a algunos críticos literarios, pero lo mejor de lo mejor es que hizo de Harry Osborn, el hijo del villano Duende Verde (Willem Dafoe), en Spiderman en ¡tres oportunidades!
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En tiempos de nuestras abuelas si alguna despistada hubiera dicho que Ryan Gosling le resultaba guapo, la hubieran mandado al psicólogo en forma inmediata, pero lo cierto es que las acciones de este natural de Ontario suben como la espuma, sobre todo luego de su sonado romance con la bomba sexy Eva Mendes.
En términos cinematográficos, este canadiense de 31 años no es como su compatriota Ryan Reynolds que parece californiano. No, parece canadiense, con esa cara de hombre satisfecho por contar con un buen seguro médico para salir airoso en cualquier imprevisto.
Además, en sus inicios hizo como nadie de perdedor. ¡Cuantas que ahora suspiran por una sonrisa de Ryan Gosling se olvidan de Lars y una chica de verdad , donde el actor encarnaba a un muchacho un poco lento que se enamoraba irremediablemente de una muñeca!
En El diario de Noa, la exquisita Rachel McAdams casi le rompe el corazón, algo que parece haberse dado también en la realidad, pero como sea, ahí está en Gosling participando de proyectos fílmicos interesantes, cuidando a su perro rescatado, supervisando él mismo los platillos en el restaurante de comida marroquí que tiene con un amigo y jugando al ajedrez. El tiempo que le queda libre se lo dedica a Eva y a su banda indie Dead Man’s Bones.
Posee una energía sexual que le sale por todos los poros y se come la pantalla a fuerza de pura seducción. En Idus de Marzo, el filme de George Clooney con George Clooney, lo hizo estupendamente. Sus fans esperan ansiosos el estreno en octubre de una de mafiosos, Gangster squad (Brigada de élite), junto a Sean Penn y Johs Brolin, nada menos.
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Nunca falta un insoportable y creído, de esos que vuelven loco al más experimentado de los directores. Ese es el californiano Shia LaBeouf, otro torturado que nació en California hace 26 años y cuya cuenta bancaria asciende ya a los 16 millones de dólares.
Claro, no estamos hablando de un segundón ni de alguien que no sabe cómo actuar. Probablemente, con su aire sobrado y su rostro exótico, el chico del apellido impronunciable sea uno de los mejores de su generación y el cine, cómo no, se ha dado cuenta temprano de sus enormes dotes para la pantalla grande.
Es el actor de Transformers, de la nueva etapa de Indiana Jones y de la segunda parte de Wall Street, nada mal para un chico de barrio al que la mala fama lo persigue, primero cuando admite que cuando su padre, un ex drogadicto sexagenario, viene a pasar una temporada a su casa lo aloja en el garaje, segundo cuando discute a voz en cuello en pleno rodaje con el legendario Harrison Ford.
Cuanto más se detesta a Shia más aumenta su atractivo mediático y los directores no le tienen miedo. Mucho menos Lars Von Trier, acostumbrado como está el cineasta danés a ser él quien siembra el terror entre sus dirigidos (y si no que le pregunten a Björk), quien lo ha convocado para protagonizar junto a la francesa Charlotte Gainsbourg el filme sexual Nymphomaniac.
Se pelea en los bares, fuma como una chimenea, es adicto al deporte y Robert Redford lo ha elegido para protagonizar el filme político que acaba de presentar en el Festival de Venecia, The Company you keep.
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Tiene una cara de rubio angelical que defiende a los buenos y ataca a los malos, por tanto puede entenderse que este californiano nacido en 1983 ha sido elegido para ejercer de Peter Parker en reemplazo del querido Tobey Maguire.
Pero, hay que admitir que Garfield lo hizo muy bien en La red social, un trabajo que le valió una candidatura al Globo de Oro y que lo catapultó a la fama internacional.
Además, en la nueva versión de Spiderman, Andrew, un actor nacido en el teatro, se queda con la chica, la formidable actriz Emma Stone, tanto en el filme como en la vida real.
Llamar galán a Garfield es una exageración, pero su raíz inglesa (a su joven edad ya tiene un Bafta por el filme de 2007, Boy-A) lo convierte en un actor feroz criado en Londres, capaz de atravesar todos los límites de su vocación y dejarse sangre, sudor y lágrima en la pantalla. Talento mata carita y hay quienes ven en el rostro afable de Garfield la estampa de un nuevo tipo de galán: la del chico de la esquina que triunfa a fuerza de trabajo y entrega, sumado a que cuentan quienes lo han entrevistado que es realmente un muchacho bueno, gracioso, que no rompe una copa ni tira la basura debajo de la alfombra.
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El rubio con exceso de testosterona Bradley Cooper deslumbró en la primera entrega de La resaca. No es un actor brillante, no es un intelectual como James Franco, pero es modesto y trabajador. Y tiene un físico impresionante, digámoslo.
El conductor de televisión y actor James Lipton suele disfrutar pasando en su programa del Actors Studio las preguntas que le hacía un joven aprendiz de actor a la superpoderosa estrella Sean Penn.
Era Bradley, quien ya despuntaba el vicio y se comía la pantalla con sus ojos azules, el pelo dorado en rebeldía y una simpatía a prueba de todo.
Es un hombre al que le compraríamos un auto usado. Al menos así parece de honrado y confiable.
Es también el rubio saludable de 37 años que siempre hace falta en la pantalla grande estadounidense y hasta ahora lo mejor que ha hecho es The Hangover (Resacón en Las Vegas)
No puede decirse que sea un gran actor, pero el elegido el hombre más sexy del año 2011, un puesto que perdió cuando fue elegido en 2012 Ryan Gosling, pone empeño y tiene muchas ofertas.
Entre ellas, la tercera parte de The Hangover que veremos en 2013 y otra entrega de Jurassic Park, en 2014.
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El depresivo y desaliñado actor de Crepúsculo da un poco de flojera, la verdad. Su rostro, por otra parte, tiene rasgos extravagantes que por momentos lo hacen parecer un manga.
Pero hacer una lista de nuevos actores y no poner a Robert Pattinson equivaldría a ignorar a uno de los fenómenos más grandes de ascensión mediática de los últimos tiempos.
Es muy joven (26 años), es inglés y la juega de chico al que no le interesa la ropa, ni la fama ni los millones de dólares que abultan su cuenta bancaria.
Como actor, digamos que posee una economía de gestos exasperante: tres o cuatro muecas en una limitada paleta no alcanzan para delinear una carrera, pero Pattinson, de origen humilde, tiene una de las carreras más luminosas en el cine contemporáneo y aunque nos haya aburrido sobremanera en la soporífera Agua para elefantes junto a Reese Whiterspoon, ahora rueda Cosmopolis, dirigido nada más ni nada menos que por David Cronenberg.
Se trata de una película basada en la novela homónima de Don De Lillo donde Robertito compartirá cartel con Paul Giamatti y Juliette Binoche.
Le gusta mucho cantar y quiere grabar un disco en solitario. Productores discográficos: ¿qué esperan?
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Hay dos Emile Hirsch: por un lado el actor previsible y tontuelo que aparece en series de televisión o en exitosas comedias de adolescentes como La vecina de al lado, por el otro el actor serio a quienes portentos como Ang Lee no dudan en darle un protagónico por el que hubieran matado otros actores con más cartel: Woodstock.
Fue elegido por Sean Penn para su ópera prima como director Into the wild y por los hermanos Wachowski para Speed Racer. Oliver Stone se lo llevó a Savages y en una vuelta de tuerca absolutamente inexplicable en su prodigiosa carrera profesional, protagoniza junto a la española Penélope Cruz, el segundo filme como director del genial actor italiano Sergio Castellitto, Volver a nacer.
¿Cómo llegó allí? De la forma más sencilla, el guión llegó a sus manos y se dejó cautivar por la poética de Margareth Mazzentini, la esposa de Castellitto y dueña de la historia.
Bueno, bueno, tampoco le parecía mal eso de rodar junto a la sexy actriz española esposa de Javier Bardem y digamos que esto último terminó de inclinar la balanza y ahí vemos a un californiano de pura cepa, lucirse en un filme italiano ciento por ciento.
Tiene 27 años y el rodaje del filme de acción Lones Survivor lo trae a México, país donde estará tres meses junto al australiano Eric Bana, el estadounidense Mark Wahlberg y el canadiense Taylor Kitsch.
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Quienes hayan visto la película de 1982 Oficial y caballero (¿cómo olvidarla?), recordarán esa escena final en la que un muy uniformado Richard Gere llegaba a la fábrica para ofrecerle casamiento a su chica Debra Winger. Nada más cursi, si no fuera porque de lo cursi también está hecho nuestro delirio romántico.
De hombres que puedan defender los colores patrios y vestir con elegancia y dignidad el uniforme del ejército estadounidense vive el cine de Hollywood.
En el tercer milenio, ese hombre es Channing Tatum.
Atlético y cortés como buen gringo del sur, el oriundo de Alabama fue el actor joven que más películas protagonizó en 2012, entre Haywire, The Vow (Todos los días de mi vida) – con Rachel McAdams, la nueva reina de la comedia romántica, la versión para cine de la serie 21 Jump Street y la reciente Magic Mike.
Como nuevo héroe americano, nada que ver con el duro e inexpresivo John Wayne; de hecho fue bailarín erótico y modelo antes de dedicarse a la pantalla grande, un lugar al que llegó sin ninguna experiencia previa.
No es perfecto y la práctica constantes del boxeo le ha dejado los dientes en un estado poco grato, un tema que piensa arreglar en el futuro.
No le asustan las escenas de desnudos como las que ha tenido que interpretar en Magic Mike, la nueva de Steven Soderbergh, cuyo guión escribió el propio Tatum y en el que cuenta algunas de sus experiencias como stripper.
Tiene 32 años y un futuro más que promisorio. Se hablará mucho de Channing Tatum, no digas que no te avisamos.
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El duelo de actuación que establecieron Michael Fassbender y Viggo Mortensen en Un método peligroso, de David Cronenberg, no tuvo un ganador. Aunque de las virtudes del actor estadounidense ya sabíamos y en cambio estábamos menos familiarizados con el rostro del alemán criado en Irlanda, nacido hace 35 años y que constituye hoy un verdadero fenómeno de interés entre los cinéfilos.
Se pueden decir muchas cosas de Fassbender, la irrefutable es que estamos hablando de un actor formidable, de uno de esos verdaderos animales de la actuación que aparecen sólo de vez en cuando y que ha pisado con firmeza los mejores escenarios teatrales.
“Hace tiempo que no veía ese tipo de ferocidad en un actor. Tiene una inteligencia, una intensidad y una masculinidad que es muy difícil de encontrar en un actor principal”, dijo el joven estadounidense Cary Joji Fukunaga, quien codirigió en Jane Eyre.
Fue con Shame, el drama erótico de Steve McQueen en 2011, que Michael llevó al extremo toda la carga sexual que puede expresar un actor frente a la cámara de cine y desde entonces logró que el mundo se volteara a verlo.
Ridley Scott lo llamó para Prometheus y la experiencia parece haber resultado grata para ambos, pues en estos días ambos ruedan The Counselor en España, junto a Penélope Cruz y Javier Bardem.
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Para el que se puso tres veces en la piel de Batman, actuar es una obsesión. Ha rebasado incluso, en su propósito de entregar el mejor rol posible, los límites de otros obsesivos consuetudinarios como Robert de Niro o Al Pacino.
Para muestra, El peleador o El maquinista, filmes que rodó en los huesos poniendo en riesgo su salud, aunque la recompensa vino en forma de Oscar más que merecido por la primera, una historia de éxito y fracaso basada en la vida real y que se convertirá en un clásico merced a la actuación de Christian.
Como el hombre-murciélago, Bale dejó muy por detrás a los Batman anteriores, incluso a George Clooney, quien lo intentó sólo una vez y con resultados olvidables.
Christian Bale, de 38 años, es el actor de American Psycho y a la vez el hombre que en la vida real practica el vegetarianismo, defiende las causas ligadas con el cuidado del medio ambiente y detesta dar entrevistas.
Dice que Batman le cambió la vida y la carrera. Se puso por primera vez el traje que había dejado Val Kilmer, pero no le quedaba bien. Luego, cuando tuvo el suyo a su medida sintió que no podía respirar.
A tres películas del superhéroe de la noche, Bale ha ganado más que fama y dinero: se ha encaramado como uno de los mejores de su generación y un de esos profesionales cuyos proyectos generan siempre expectativa.
Es, por otro lado, un actor muy querido por los fans a raíz de su condición de anti estrella y por proporcionar siempre una imagen cercana, protagonizando hechos solidarios como llevar a un niño con leucemia y a su familia a Disney o de asistir personalmente a las víctimas sobrevivientes de la matanza del cine en Colorado, cuando se proyectaba la premiere de Batman, el caballero de la noche oscura.
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Cuando el inglés Daniel Craig, de 44 años, fue elegido para suceder a Pierce Brosnan en la saga de James Bond, la más antigua en la historia del cine, marcaba un hito al ser el primer actor de raza destinado a encarnar al muy frívolo agente 007.
Los anteriores habían dado siempre la talla, pero ninguno de ellos, ni siquiera Sean Connery, habían hecho gala ni de la mitad de las dotes histriónicas prodigiosas que el flamante marido de la hermosa actriz inglesa Rachel Weisz derrama a raudales.
Es tanta la pasión por el arte de la actuación que siente el rubio y musculoso Daniel que, en los tiempos libres que le deja Bond, hace películas también extraordinarias como La chica con el dragón tatuado, junto a la rutilante Rooney Mara, primera entrega de la trilogía Millenium escrita por el sueco Stieg Larsson.
En la vida, asume una conducta reservada y descree de cualquiera de las maniobras de autopromoción a que son tan afectos muchos de sus colegas.
Una vez fue de incógnito a ver una película y cuando se encendieron las luces de la sala y un espectador le preguntó si era Daniel Craig, contestó sencillamente que no.