Estética de la delgadez y anuncio alimentario
Por Juan Cruz Cruz
Un cambio de sentido
La imagen del propio cuerpo está invadida hoy por los diferentes factores económicos, sociales y publicitarios que asumen la delgadez como “modelo” o arquetipo estético. No son ajenas a ello algunas ideas filosóficas. La imagen de sí que hoy determina la relación del joven con su cuerpo está configurada por unas pautas colectivas que han cambiado el sentido y los valores de las sociedades occidentales.
La imagen que muchos jóvenes -ellos y ellas- tienen de sí mismos es en realidad un tropel de nuevas aspiraciones individuales que invaden a todos los grupos y clases. También la relación del hombre a los otros y al mundo están impulsadas por aquellas aspiraciones que exigen comprometerse con el cuerpo para la sexualidad, el deporte y la dieta.
Dualismo antropológico e individualismo psicológico
Me temo que la actual “imagen social” del cuerpo lleve implícito un dualismo en el interior del hombre mismo, dualismo configurado por las ideas básicas que impregnan nuestra sociedad de corte individualista, en la que el individuo vive para sí mismo, siendo los demás unos instrumentos para su propio fin. En esa sociedad individualista queda el sujeto, en primer lugar, separado de la naturaleza y de los demás; y, en segundo lugar, –como efecto de lo anterior– separado de sí mismo y de su cuerpo.
El cuerpo, instrumento inmediato
Una de las consecuencias más importantes de este doble distanciamiento -de los demás y de uno mismo- consiste en la instrumentación general que se hace de los otros y del propio cuerpo. Ahora bien, los otros son más inmanejables e imprevistos que el propio cuerpo; en cambio, el individuo dispone de su cuerpo de modo mejor y más metódicamente.
De modo que el propio cuerpo se convierte fácilmente en mero objeto (en mero tener): en valor intercambiable, que proporciona oportunidades de provecho material o social. El cuerpo se hace expresión de la sociedad de consumo: es signo de un status y es, por eso, objeto de inversión; es un capital y un fetiche.
Intracuerpo y extracuerpo
Si he de mantener una forma corporal “perfecta” para ser aceptado y triunfar socialmente, entonces mi intracuerpo -el cuerpo que yo siento desde el interior- ha de estar sano y en forma; y mi extracuerpo -el cuerpo que los demás miran- ha de tener apariencia cuidada. Los temas sociales sobre el cuerpo son recurrentes: la belleza, la salud, el exotismo, la forma, la línea, el ejercicio.
A esa doble dimensión del cuerpo se acercan los mercantilistas, los especialistas del cuerpo. Y dicen: el cuerpo masculino exitoso ha de ser joven, alto, fuerte, conquistador, bronceado, musculoso, desgrasado, desodorizado, desenfadado. Y el cuerpo femenino ha de ser joven, alto, maquillado, bronceado, seductor.
El cuerpo, mercancía social
El cuerpo se me convierte entonces en una mercancía. Y, por tanto, ha de ser dominado por mí: primero, para conseguir éxito con él; segundo, para con su forma dominar a los demás. Para ello el cuerpo ha de estar disponible; y un modo de disponibilidad –no la única– es la delgadez. El gordo queda estigmatizado, es culpabilizado (es el antiéxito); provoca ansiedad, porque parece que es signo de indolencia.
Refuerzos para dominar el cuerpo
La imagen que cada joven se forma de sí mismo está hecha mediante modelos o arquetipos sociales que, por su apariencia, por sus productos y por sus técnicas, refuerzan el dominio del cuerpo.
Apariencia modélica:
– lipofóbica o antiobesidad (con estigmatización del gordo);
– atractividad de top-models y artistas.
Productos modélicos:
– comidas y bebidas light (dulces, desnatados, cerveza);
– productos adelgazantes, laxantes y diuréticos;
– dietas mágicas.
Técnicas modélicas:
– gimnasias con procedimientos moldeadores;
– cirugía estética: liposucción, lipoescultura y lipectomía;
– aparatos de masajes estéticos: vibradores, depiladores
Viene el anuncio alimentario
A la formación de una distorsionada imagen social del cuerpo contribuye en buena medida el anuncio alimentario (en televisión, radio, prensa). Dicho anuncio suele cubrir cuatro objetivos:
1º. Hace que descienda la autoestima; o se eleve el sentimiento de vergüenza y culpa. Su primer mensaje subliminal es: “¿Te molesta tu cuerpo?”. El receptor debe decir inconscientemente: “Sí, me molesta”.
2º. Reviste al modelo de cinco ideas dispares, pero que han de significar lo mismo unitariamente:
– el modelo tiene, aparentemente, grandes dotes espirituales (inteligencia y libertad);
– el modelo triunfa social y económicamente;
– el modelo muestra esbeltez y leve peso corporal: parece que ser libre sería sólo tener ese cuerpo;
– el modelo promete un placer que supera cualquier sacrificio;
– el modelo afirma la facilidad y rapidez para conseguir ese placer. De ahí los slogans correspondientes: “Libera tu cuerpo”, “Triunfa sin esfuerzo”, “El placer de adelgazar”, “Delgada en una semana”.
3º. Asocia atractivamente (por impacto multisensorial de medios ópticos y acústicos) el producto alimentario al cuerpo deseable y encantador. Al eslógan “¡Cambia tu vida!” hay que responder comprando el producto en cuestión.
4º. Despierta el ansia de satisfacción corporal y seguridad psicológica: el receptor debe decir inconscientemente: “Quiero realizarme como ése/ésa, estando delgado como el modelo propuesto y comiendo el productolo indicado por el modelo.
Dominarse o ser dominado
La mayoría de la gente no se da cuenta de que las leyes esenciales con que expresa su cuerpo –que uno cree vivir espontáneamente– son en realidad dominadas ahora por las leyes de la imagen social, incorporadas inconscientemente. El hombre moderno cree que domina libremente su cuerpo, pero no es cierto: es dominado a su vez por la imagen social acerca del cuerpo.
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