Sabores de Castilla y León (II): Sopa castellana… ¿sin más?
Por Jaime Martinez Porro
Ajo, pan, agua, pimentón, aceite… y a hervir a fuego lento. Esa es la receta básica para hacer una buena sopa de ajo o castellana. Sin embargo, decíamos en la columna anterior sobre la gastronomía de Castilla y León que queríamos presentar platos típicos más desconocidos o diferentes. Por eso, se va a hablar de dos variantes más elaboradas y sin duda deliciosas: la sopa de rastrojo o de tosto y la sopa con truchas del Órbigo.
La sopa de rastrojo es típica de la provincia de Palencia. Su nombre deriva de que era la sopa que se llevaban los labradores a sus labores, debido a que tiene la peculiaridad de no tener caldo (se consume en la elaboración) y estar recubierta de una costra de pan, lo que facilitaba su transporte hasta las tierras de labranza.
¿Cómo se consigue? Elaborándola a fuego lento en el horno (puede llevar unas 3-4h), de modo que el pan de la parte superior y los laterales se tuesta, quedando crujiente y haciendo que todos los que están sentados a la mesa se peleen por “rascarlo” de la cazuela de barro en la que se cocina. Muchas veces se elabora también con tacos de chorizo o jamón.
¿Dónde se puede degustar? Seguramente en muchos pueblos de la provincia, pero mencionaremos que se pueden encargar para llevar en las panaderías de Villalobón (a 3km de Palencia) y Villalumbroso (entre Palencia y Sahagún).
Por su parte, la sopa de ajo con truchas es típica de la cuenca del río Órbigo (León), sin duda muy conocido y frecuentado por pescadores no solo de la zona, sino de otros lugares. Sin duda en cada comarca aprovechan lo que tienen más a mano y, por tanto, esta sopa se caracteriza por que en la cocción se añade ese pescado, lo que le da un toque diferente a cualquier otra sopa de ajo que seguramente hayan probado. Su textura es caldosa.
Este plato se puede disfrutar en pueblos como Hospital de Órbigo o Villarejo de Órbigo (situados ambos junto a la autopista que uno León y Astorga) y luego, por qué no, probar fortuna y ver si pica alguna trucha.
Después de haber presentado estas dos sopas de ajo o castellanas tan particulares, no podemos decir otra cosa que no sea: “no queda sino probarlas”.
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