Reserva de San Fernando: oasis de vida salvaje entre la cordillera y el mar
Por Arturo Bullard
Partimos desde Lima el miércoles por la noche con destino a la ciudad de Nazca.Los 450 kilómetros de recorrido nos llevaron alrededor de cinco horas y media.Dormimos unas pocas horas en un pequeño pero confortable hotel y al día siguiente nos preparamos para visitar e incursionar la maravillosa Bahía de San Fernando.
La primera vez que llegué a este paradisiaco lugar fue en el año 2007.En esa ocasión fuimos poco preparados, a la aventura, sin conocer mucho de la ruta.Fue una odisea entre atolladas y equivocaciones de camino.
Después de conseguir hielo, comprar leña y echar gasolina, tres simples funciones que nos ocuparon más de hora y media partimos, rumbo a San Fernando.
En esta oportunidad fuimos más preparados que la anterior, éramos tres camionetas 4×4. Decidimos entrar por la ruta más corta y más complicada, acompañados de un GPS (básico si no se conoce la ruta). Para entrar hay que tomar una pista poco marcada a la altura del Km 475 de la Panamericana Sur, de ahí son cerca de 45 kilómetros entre cerros y caminos de arena. La parte más difícil está antes de bajar hacia el mar, la arena es bastante fofa y existe el riesgo de atollarse si no se maneja con cautela y precaución.
Llegamos al albergue del Consorcio Nazca Ecológica, que no existía cuando visitamos la reserva la primera vez. Allí nos recibió Jaime Fernández, encargado del albergue. Aprovechamos para conversar un poco acerca de la situación de la reserva y de los puntos más interesantes para visitar y avistar fauna.
La Reserva Nacional de San Fernando es un refugio de una gran variedad de vida silvestre. Fue declarada Reserva Nacional en julio de 2011. Se encuentra ubicada al noreste de la ciudad de Marcona y al sureste de la Bahía de Paracas. Tiene una extensión de 154 mil hectáreas donde habitan 123 especies de aves, 90 variedades de peces y crustáceos y una decena de mamíferos y reptiles que viven en una perfecta armonía.
La cadena alimenticia de este lugar está soportada por el zooplancton y fitoplancton.En este paradisíaco lugar, conviven el cóndor de los andes con la nutria marina, los pingüinos de Humboldt, cormoranes, lobos marinos, zarcillos, zorros andinos, guanacos entre otras maravillosas y variadas especies.
La belleza natural de esta reserva, la cual se encuentra entre el mar y las lomas de Marcona, es uno de los parajes más importantes de nuestra franja costera.
San Fernando posee dos características que la hacen única:cuenta con la mayor población de lobos marinos finos y la mayor colonia de pingüinos de Humboldt del Perú, además la presencia del cóndor andino, el zorro andino y tropillas de guanacos hacen suponer que es un importante corredor biológico andino – costero.
El reloj marcaba las 2 pm.Seguimos a un grupo de camionetas que partieron a visitar la “Pingüinera”. Nos habían contado que era indispensable conocer bien la ruta para llegar. Recorrimos cerca de 10 kilómetros por los cerros hasta que llegamos al punto donde encontramos una trocha para bajar a la playa. El camino era empinado y arenoso, por lo que bajamos con cautela.
Para nuestra grata sorpresa nos topamos en la playa con cientos de lobos marinos finos que descansaban y chapoteaban entre las rocas de la orilla. Por momentos nos miraban con curiosidad para luego seguir con su rutina diaria. Nos llamó la atención que en la “Pingüinera” no habían pingüinos, el lugar sólo llevaba el nombre de estas graciosas aves acuáticas.
Regresamos al campamento bordeando las 4 pm. Con las mismas nos enfundamos nuestros wetsuits, máscaras y aletas y entramos al mar a investigar el fondo submarino de la reserva. Lamentablemente el agua estaba un poco turbia y movida, pero nos sirvió como consuelo la oportunidad que tuvimos de acercarnos a los peñones repletos de lobos marinos que se nos acercaban con toda frescura y nadaban alrededor nuestro, una experiencia fascinante y única.
Al regresar,nos encontramos con cuatro zorros andinos que merodean el albergue.Apenas cae la noche salen en busca de comida. Con paciencia y buen humor logramos sacar algunas tomas de estos bellos mamíferos que se han adaptado muy bien a la desértica costa de San Fernando.
A la mañana siguiente salí al alba.Mi primera parada fue el mirador de “Punta Gallinazo” donde se puede contemplar el Arco de San Fernando, uno se los símbolos naturales más representativos de la reserva. A su alrededor revolotean cientos de aves entre las cuales destacan los zarcillos, piqueros, pelícanos y cormoranes. En la orilla descansan un cantidad incalculable de lobos marinos, al lado de ellos observamos algún que otro Pingüino de Humboldt caminando torpemente entre la agrestes piedras.
Continúe mi expedición matutina hacia la zona norte de la bahía donde por la tarde es común observar a los cóndores en pleno vuelo.Mi misión era encontrar alguna de estas enormes aves voladoras. Tuve suerte y encontré a seis de ellas posadas en las piedras de un gran acantilado.No voy a negar que me costó mucho llegar a un lugar optimo para fotografiarlas,incluso pasé algunos momentos de tensión entre la resbaladiza arena al lado del acantilado. Al final, como estaba solo, evité tomar mayor riesgo y opté por regresar.
De vuelta en el albergue me nutrí con un contundente desayuno y partí hacia el campamento de mis amigos.Aprovechando la marea baja cruzamos al islote que está al frente de la playa conocido como “la ensenada”. Ya en la cima, es fácil observar grandes cantidades de aves posadas en los acantilados . Los paisajes rocosos y con grandes farallones le dan una belleza especial a este mágico lugar.
Bajamos por un camino lateral hasta llegar a otra de las decenas de loberas que existen en San Fernando, nos acercamos a escasos metros de los lobos finos que poblaban esta colonia y que nos observaban con curiosidad.
Regresamos a la playa, almorzamos y partimos en dos camionetas a buscar a los cóndores. Grande fue nuestra sorpresa cuando vimos a más de media docena de ellos volando sobre nuestras cabezas. Mientras pasaban los minutos aparecían más y más, un magnifico espectáculo natural. Lo más impresionante de todo es que estábamos al pie del mar contemplando a esta ave emblemática de la cordillera de los Andes.
Volvimos al campamento extasiados.El día había sido agotador.Optamos por comer algo e ir a dormir, el cuerpo ya no daba más.
A la mañana siguiente nos tocaba regresar a Lima, desarmamos el campamento, bajamos las llantas de nuestras camionetas y salimos bordeando la costa por el camino arenoso de 22 km que separan la reserva de la mina de hierro de Shougang, cruzamos la zona minera, paramos en San Juan de Marcona a inflar nuestras llantas y echar combustible y partimos por el largo camino que nos dirigía a Lima. Agotados pero contentos con esta magnifica experiencia de contacto directo con la naturaleza y de compartir estos tres días con un magnifico grupo de buenos viajeros y buenos amigos.
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