Lesbianas tóxicas
Por Tura Varla
¿Qué mujer que se precie no ha dicho alguna vez que está harta de los hombres y que las mujeres le darían menos problemas? Pues el siguiente artículo es un aviso para toda la que se lo plantee con seriedad.
Mi amiga Teresa es una chica rica de trajes chaqueta de Pedro del Hierro y zapatos última tendencia de Loewe. Siempre va perfecta con ese aire desinteresado de las que tienen suficiente dinero como para comprar un Dalí y colgarlo en el salón. La conocí en una exposición de arte contemporáneo en una de sus galerías y nos hicimos amigas inmediatamente. Es curioso cómo a veces se intima por lo que uno lleva puesto. Yo parecía sacada de un viejo vídeo de Eurithmics y ella había imitado a la perfección el estilo del último reportaje de moda del Vogue. A la tercera copa ya me había confesado que era lesbiana. A la cuarta, que sólo se acostaba con mujeres heterosexuales. A lo cual yo contesté que no se hiciese demasiadas ilusiones conmigo. Le hizo mucha gracia, según me dijo, porque no tenía la menor intención de intentarlo, lo cual, he de confesar, me ofendió levemente.
-Tranquila mujer, cuando me acuesto con ellas, no sé que son heterosexuales.
Cuando le pregunté a qué se refería, ella respondió que se consideraba una “lesbiana experimento” para las que denominó “lesbianas tóxicas”.
-Hay mujeres que, hartas de ser mangoneadas por los hombres, deciden que quieren probar con su mismo sexo a ver si tienen mejor suerte.
Me contó que tenía un don especial para atraer a estas “lesbianas tóxicas”, que la enamoraban, la utilizaban, luego se aterraban de lo que estaban haciendo, la abandonaban por un hombre, se casaban y tenían hijos.
-Todas dicen que nunca han sido tan felices como conmigo, pero cuando la palabra “compromiso” sale a colación, se espantan de su propio comportamiento y huyen despavoridas a formar una familia.
Teresa me hizo reflexionar sobre dos cuestiones: nuestros patrones repetidos a la hora de escoger pareja (de lo cual hablaré en futuros artículos) y la posibilidad de que las mujeres adoptásemos poses masculinas al estar con alguien de nuestro mismo sexo. Recordé a mi amiga Mónica y su Soltero Recalcitrante. A él, que la adoraba, le espantó comprometerse con ella. ¿Era el compromiso lo que espantaba a las “lesbianas tóxicas”? ¿O simplemente en hecho de estar con otra mujer las hacía adoptar el rol masculino de no aceptar la nueva situación? El carácter experimental de su relación, ¿les daba derecho a destrozar el corazón de su pareja? Teresa se preguntaba además otra cosa:
-¿Es que el reloj biológico se les dispara cuando se encuentran en la cama con otra mujer?
Teresa es una mujer muy atractiva, con lo que parece una buena elección para tener una relación lésbica de laboratorio, pero ¿es que a todas se les escapaba que tiene sentimientos? ¿Ninguna se ha preguntado qué siente ella al recibir las invitaciones de sus bodas? Parecía que el éxito profesional, los trajes caros y el gusto por el arte llenaban una vida por lo demás bastante insatisfecha.
Cuando empezaba a reponerme de la invitación matrimonial de Ceci, recibí dos llamadas telefónicas. Una fue de Perfecto, un viejo amigo que volvía a Madrid después de un año. La siguiente fue de Teresa, que quería invitarme a comer para que conociese a su nueva pareja.
Nada más verla supe que era una “lesbiana tóxica”, y me resultó antipática enseguida. Corroboré mi impresión cuando Teresa me dijo que fuese amable con ella, que estaba pasando un divorcio difícil. En fin, hay gente que no aprende nunca.
Comimos en un restaurante de diseño diminutas piezas de algo que daba pena mover del plato, mientras yo cruzaba los dedos por debajo de la mesa para que Teresa fuese feliz por fin y yo me equivocase con Lesbiana Tóxica. Pero cuando esta última fue al baño y Teresa aprovechó para comentarme que su nueva y flamante novia era incapaz de tocarla de cintura para abajo, todas mis sospechas se confirmaron. Ausencia de sexo autoculpable, qué típico, el primer paso hacia el abandono de una relación que aún no ha terminado de fraguarse.
-Tú, la experta, ¿qué opinas de eso?
Yo tragué con dificultad mi “bocadito de ciervo con pimiento de piquillo y gambas al chantilly” y mentí como una bendita:
-Que le des tiempo, quizá esta vez tengas suerte.
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