Fijación por los candelabros y las cositas que brillan: la decoración en la mansión Liberace.
Por Joaquín Castro. Juez sustituto.
Los Intronautas, el grupo de Nacho y Mauro Canut Guillén, escribió una canción sobre la confesión de un secreto, una mentira contada por vanidad, por petulancia o por lo que sea: el protagonista de la canción reconoce que mintió cuando dijo que conocía al pianista Liberace. No pierde la esperanza, aunque es realista: como dice la canción, “es una fantasía difícil de cumplir”. (Los intronautas: Nunca Conocí a Liberace. Inicialmente en el Mini LP “Nunca conocí a Liberace”, Spicnic 1994; aparece posteriormente en el CD “Comunión”, Spicnic 1995; ambos discos con un artwork precioso de Javier Aramburu, como siempre).
Bien, será mentira que Los Intronautas conocieran a Liberace, pero ¿quién no querría conocerlo? ¿Quién no querría conocerlo y visitarlo en su casa, ver el hogar de un tipo que tocaba piezas clásicas al piano poniendo caritas con trajes de lamé dorado, plumas de avestruz, y que interpretaba al malo Chandell en la serie de televisión Batman (sí, esa serie tan buena en la que cuando Batman daba un puñetazo salía un cartel que ponía “POW!!”)? ¿Quién no querría ver cómo tenía decorada su casa un tipo con una estricta y académica formación musical que expresamente reconocía que en las interpretaciones de piezas clásicas al piano les quitaba “las partes aburridas”?. Tiene que ser fantástica su casa.
Lo dicen absolutamente en serio, lo he leído y lo copio de la biografía que aparece en la página web de la Fundación y Museo Liberace y lo dicen sin el menor sentido del humor: “durante décadas, Liberace fue conocido por su música, sus candelabros, carisma, pedrería y brillos. A lo largo de los años, Liberace adquirió un apabullante conjunto de prestigiosos premios, incluyendo los de Intérprete del Año, e Interprete Mejor Vestido”.
Nacido como Walter Valentino Liberace, fue uno de los cuatro hijos de Salvatore y Frances Liberace. De padres y hermanos músicos, Liberace recibió una formación musical académica en el Wisconsin Conservatory of Music, mediante beca. Amplió estudios con Florence Bettray Kelly, una discípula de Moritz Rosenthal, y debutó a los veinte años como solista con la Orquesta Sinfónica de Chicago Symphony bajo la dirección de Frederick Stock.
En 1940, comenzó su carrera como pianista en interludios en el Persian Room del Hotel Plaza de Nueva York; cinco años después, retornó a dicho hotel, ya con su signo distintivo: un candelabro de plata encendido sobre el piano de cola. En 1950 debutó en el cine («South Sea Sinner,» con Shelley Winters). Poco después, comenzó a actuar en television, primero como sustituto de verano de Dinah Shore, posteriomente con su propia serie de televisión.
A partir de 1953, Liberace comenzó a batir records: tocó con el Carnegie Hall a reventar, y ante 17.000 personas en el Madison Square Garden. Llenó con 20.000 personas el Hollywood Bowl y ante 110.000 personas en el Estadio Soldiers Field de Chicago. En 1955, abrió temporada en el Hotel Riviera de Las Vegas, siendo el artista mejor pagado de la ciudad. Ojo, en Las Vegas, donde actuaban Frankie, Dino, y el resto del Rat Pack. Y así, durante cuarenta años de carrera, siempre con estrambóticos trajes con cuentas de colores, plumas, adornos dorados, pianos lacados en todos los colores posibles…
En paralelo a su carrera musical, Liberace inició un proceso continuado de adquisición de inmuebles, hasta siete aparecen en la página web de su fundación. Y en todas ellas Liberace volcó su amor por lo ampuloso, por el ornamento abirragado, por los materiales amontonados (piel-de-oso-sobre-moqueta-sobre-mármol-y-cosas-así). Es el anti-Mies Van der Rohe, para él más es más. Y punto. Qué minimalismo ni qué niño muerto.
Las fotografías que iluminan (con reflejos) este artículo muestran esta idea de decoración lujosa y abigarrada hasta la inhabitabilidad. Hay zonas de las dependencias que resultan, literalmente, inaccesibles, hay que saltar sobre la cabeza de un oso, pisar sobre una mesa y dejarse caer en una chaisse longue para alcanzar el otro lado de la habitación. Una carrera de obstáculos. Y es que, quizá, la idea de decoración, para gente como Liberace, no es la de mejorar el entorno en el que vive, sino la de la mandar un mensaje al mundo: todo lo que me rodea es lujoso, todo en torno a mí brilla. Mi casa habla por mí. Es sorprendente, pero es como si, en esta materia, gente como Liberace, o como Tony Montana, el personaje que interpretaba Al Pacino en “Scarface” (Brian de Palma, Universal 1983), estuvieran absolutamente de acuerdo: una casa no es para vivir, es para ser visto y reconocido. La casa como extensión de la personalidad, aunque baste con ver una foto un instante para convencerse uno mismo de la absoluta incomodidad de las casas así. No es ya que chirríe cualquier sentido de la funcionalidad o de la estética, es algo mucho más allá. La decoración como estorbo, lisa y llanamente.
O quizá vaya más allá de la decoración: Liberace hizo de su extravagancia un modo de vida. El Wall Street Journal dijo de él “Liberace ocupa un lugar propio forrado de pedrería en el Sueño Americano”. También es cita textual, y también hablaban en serio.
Falleció en Palm Springs el 4 de febrero de 1987, pocos meses antes de cumplir 68 años, por patologías asociadas al Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida que padecía. Lo más increíble de todo: Liberace escribió varios libros, algunos de ellos best sellers; el que mayores cifras de ventas alcanzó fue el primero, “¡Liberace cocina!” (los signos de exclamación son del título original), un recetario. En serio, un recetario. Un pianista que tocaba con un piano forrado de espejos (de esos espejitos como los de las bolas de las discotecas, ya me entienden; se conserva en el Museo Liberace que él mismo abrió en vida) triunfando como cocinero. Robert Fanes, uno de los mayores fans de Liberace y que mantiene una página web propia, asegura en la misma que el editor vetó el nombre original del libro, propuesto por el propio Liberace: “Mamá, mejor me lo hago yo”.
Esto suena a broma, pero es estrictamente cierto: la productora HBO Films (la productora de televisión) va a iniciar en 2013 el rodaje de “Behind the candelabra”, con Matt Damon y Michael Douglas. Lo sé, lo sé: el título parece que lo ha puesto Chiquito de la Calzada o José Mota, pero ocurre como con todo lo relacionado con Liberace, que resulta que es cierto.
Y lo último y ciertamente lo más importante: todas las personas que hablan o mencionan a Liberace (y he leído un gran número de testimonios para la documentación de este artículo) coinciden en lo mismo: Walter Valentino Liberace era un tipo simpatiquísimo. Buena gente. Sólo una de estas personas menciona que los últimos meses de su vida vivió en el que era el garaje de su casa de Palm Springs, el resto del edificio con tanto bártulo era inhabitable para alguien de avanzada edad, enfermo, una casa sofocante.