Esperpento solidario
Posted on 14 abril, 2012 By CC Gastronomía, portada
Por Alcaraván
Si algo caracteriza a la gastronomía es la diversidad. Variedad de alimentos y variedad de relaciones de los hombres con los elementos naturales. Variedad de métodos de elaboración y variedad de de ofertas y exposición en la mesa. No os preocupéis, no, que no voy a filosofar sobre esta ciencia. Sencillamente, valiéndome de esta cualidad de la gastronomía, quisiera hablaros sobre uno de los eslabones de la cadena culinaria: la oferta, es decir, el menú-carta y sus diferentes formas expresivas. Podemos considerar que el menú es el listado detallado de todos los platos que se nos ofrece. En la enseñanza diríamos que es el currículo culinario.
Tiene carta-menú, serigrafiada, El Bulli, cartulina manuscrita la casa de comidas Cristina, pizarra menú con trazos de tiza en el mesón Arturo y menú plastificado con fotos a todo color la multinacional de turno. Son ofertas diferentes; pero todas coinciden en que van dirigidas a personas en un momento grato y placentero si suponemos que los comensales acuden libremente para aprovechar un momento de ocio gastronómico en torno a una mesa y a unos amigos.
Una vez hechas estas someras indicaciones quisiera mostraros otro tipo de carta menú que por lo que tiene de atípica y tragicómica merece la pena que, cuando menos, sepamos de ella: se trata de un tríptico, dibujado a mano y a todo color, para celebrar una comida homenaje a un compañero. Os cuento brevemente la historia para vuestra mejor interpretación.
A finales de noviembre de 1940, día 27, el poeta Miguel Hernández, era conducido de la Prisión provincial de Palencia hacia su destino final el Reformatorio de adultos de Alicante. Antes tenía que residir, preceptivamente, un par de meses en el Penal de Ocaña, en Toledo.
Un grupo de internos, mayormente intelectuales, sabedores del traslado del poeta decidieron hacerle una comida-homenaje, sistema muy utilizado en actos sociales de la época. Todos los comensales tenían en común que sus correspondientes penas de muerte habían sido canjeadas por penas de 30 años, al no estar condenados por delitos de sangre.
Después de 25 días aislado en una celda, (período obligatorio en cualquier cambio de prisión), el día 27 de diciembre se presenta Miguel en la sala 11 del penal y es recibido por el grupo de compañeros que le ha preparado la comida-homenaje de bienvenida y le entregan el tríptico para que cumplimente la parte central de una de las caras, que es lo que a él le corresponde. Como el tiempo nunca falta entre rejas, confeccionaron un tríptico por cada comensal. (Recuerdo que no había fotocopiadoras ni escáneres). Dejaron la parte central para que el poeta escribiera algo y este escribió en cada una de ellas un poema y una dedicatoria personalizada.
Para preparar tan suculenta comida, sustrajeron pequeñas cantidades de sus propios ranchos, a lo largo de varios días. Al finalizar la comida se repartieron los menús ya escritos por el poeta, el cual leyó las siguientes líneas:
“Ya sabéis, compañeros de penas, fatigas y anhelos que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad. No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros hoy, en la sabrosa satisfacción de comer en familia. Esta comida es justo premio a los muchos merecimientos hechos… durante los 25 días que he conllevado conmigo mismo. Eso sí, como poeta he advertido la ausencia del laurel… en los condimentos. Por lo demás el detalle del laurel no importa, ya que para mis sienes siempre preferí unas nobles canas. ” Nunca llegó a tener canas.
Se podría analizar mucho más a fondo esta esperpéntica situación; pero quedémonos con la parte más jovial de este tremendo oxímoron: te ofrecemos de comer nada.
Relacionado
Alcaraván, Curiosidades, Entretanto, Gastronomía, Gastronomía y literatura, Historia, Menús, Miguel Hernandez, Poetas