Il Viaggio, una ciudad en un castillo.
Por Raúl Fernández de la Rosa.
No hace mucho, me contaron la historia de un joven viajero. El chico decidió pasar un fin de semana junto a su pareja. Eligieron un pequeño pueblo italiano. Escondido en altos bosques frondosos. El lugar era mágico, y limítrofe, pues a lo largo de los años se había movido continuamente de región. Desde hacía algún tiempo pertenecía a Umbría.
Nuestro Juan Nadie aceptó la propuesta de su pareja encandilado por la idea de este pequeño lugar escondido en un castillo. Città di Castello, se llamaba y se llama.
El joven amor de nuestro Nadie tenía otras intenciones, le movía el propósito de un arte moderno. Pues el lugar era y es la casa natal de un gran artista contemporáneo, Alberto Burri.
Así pues, al traspasar los muros, su itinerario estaba marcado: dos sedes albergan las obras del artista. La de mayor amplitud, Ex Seccatoi Tabacco, a las afueras –excesiva locución para tan pequeña villa-, sería visitada en primer lugar. Después, las necesidades alimenticias se saciarían de camino a la segunda sede, Palazzo Albizzini, de menor amplitud y en pleno casco histórico, es decir, en el interior del castillo. Dejando la noche para la guardia -paseo y cena- de los viejos muros.
Juan esperaba el día después, para disfrutar de un lugar escondido del tiempo, viajar al Renacimiento. Pues el señor Nadie era un enamorado del arte clásico, del figurado. Su pareja era, en cambio, una joven artista apasionada de la modernidad desfigurada: Burri, lo matérico, las texturas, lo aparentemente irracional y lo limítrofe entre las diferentes expresiones artísticas. Arte Contemporáneo.
La historia es larga, como amplía es la exposición que se encuentra en la antigua fábrica de tabaco de Città di Castello. Humo y cenizas que dieron prosperidad a un pueblo alejado de las alegrías católicas y medievales, de lo que fue otra importante Ciudad Estado.
Diré que el joven encontró placer en ver las obras no figurativas, que su – y la- pareja disfrutó con las recogidas plazas y torres, tanto como con el arte de quien no quiso abandonar la vida de campo, alejada de ajetreos, ni quiso dar explicaciones de lo que eran sus propias obras.
Pero un cuadro, nada figurativo, matérico y mitad escultura, unió pasado y presente, como la vieja muralla. Il Viaggo 1, trabajo de Burri, que abre un puente, sin discusión, hacia La Madonna del parto, de Piero Della Francesca -muchos años, pero pocos Kilómetros- los separan. La pareja encontró el reflejo de lo buscado. Pasado y presente se unieron una vez más en este pueblo llamado ciudad.