San Cristóbal de La Laguna, cultura y calma
Por Cynthia Gómez
San Cristóbal de La Laguna se abre ante el visitante como uno de los municipios y ciudades más peculiares de la isla de Tenerife. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1999, la historia golpea en unos edificios que se resisten a pasar a la modernidad, con sus calles empedradas, con enclaves de importancia cultural. Un ambiente acogedor, con el constante aire a cierta humedad, en una ciudad que parece pertenecer a otro mundo alejado de Canarias.
La Catedral de La Laguna se presenta como el centro de esta pequeña ciudad de importante tradición universitaria, erigiéndose sobre las pequeñas casitas en hilera típicas de la zona. Una catedral de tres naves, con amplias vidrieras y con obras de famosos canarios tales como las del escultor Luján Pérez. Junto a una plaza y un pequeño estanque, la gente se mueve en torno al estilo neoclásico de su fachada, y de un interior que aguarda los restos de Alonso Fernández de Lugo, conquistador de la isla y fundador de La Laguna.
Cerca de allí, no muy lejos de la Catedral, se encuentra también la conocida Casa Salazar, un palacete de estilo barroco con líneas definidas y carácter sombrío. El conde Cristóbal Salazar de Frías la mandó a construir sobre el 1680. Un incendio en el 2006 la mantuvo en labores de restauración y reconstrucción unos años, siendo la sede del Obispado de la Diócesis Nivariense desde finales del XIX. Desde las ventanas de sus dos plantas, al otro lado de la calle, la Plaza del Adelantado descansa a un ritmo siempre pausado.
Esta pequeña plaza se articula en torno a una pequeña fuente de mármol, y a su alrededor se sitúan edificios tan importantes como el ayuntamiento de La Laguna o la Ermita de San Miguel de Arcángel. Un conocido punto de encuentro que compite, en unas dimensiones intactas durante siglos, con la conocida Plaza del Cristo, donde desde hace unos años reside el nuevo mercadillo. Sobre la amplia explanada, se pasea en bicicleta, los jóvenes se reúnen para hacer skate, o algunos se dirigen al Real Santuario del Cristo de La Laguna, convento casi imperceptible en una de las esquinas de la plaza.
Los edificios religiosos, en realidad, abundan en La Laguna, con conventos e iglesias repartidos en distintos recovecos de una ciudad que lleva el nombre de su patrón. Uno de ellos es el Convento de Santa Catalina de Siena, de cara también a la Plaza del Adelantado, construido sobre el 1600, y conocido sobre todo por custodiar el cuerpo incorrupto de la monja Sor María de Jesús. Entre sus paredes, en esta iglesia y cenobio viven en clausura las monjas de la Orden de las Predicadores, y una vez al año, en el aniversario de la muerte de Sor María en febrero, los creyentes pueden pasar a ver el cuerpo de La Siervita.
También en su centro histórico, aunque un poco más alejado del gentío, está el Camino Largo. Flanqueado por grandes y bonitas casas, se extiende este camino de palmeras, donde se puede respirar calma y tranquilidad. Se trata de uno de los pocos lugares del casco histórico en el que se puede sentir naturaleza, siendo en ocasiones cubierto el lugar por la niebla que desciende desde las montañas. Aunque también otros pequeños parques, tales como el parque de la Constitución y el parque de los Dragos completan un verde cuadro para los laguneros.
Pero La Laguna es conocida sobre todo en la isla como el centro cultural. Más allá de sus dos calles principales, la Herradores y la calle de la Carrera, con sus pequeñas tiendas, restaurantes y cafeterías, se puede ver la Academia Canaria de la Lengua, el Ateneo de La Laguna, el acogedor Teatro Leal, y también una amplia variedad de galerías de arte y salas de exposiciones. Estas más bien de instituciones bancarias, pero que han permitido conocer durante estos últimos años obras de los españoles Pablo Gargallo o Joan Miró. En la Casa de los Capitanes, se encuentra asimismo la sede a nivel mundial del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio, y en la calle San Agustín el Museo de Historia y Antropología de Tenerife.
También han pasado por ella muchos de los grandes ilustres canarios. El escritor grancanario Benito Pérez Galdós así como el pintor surrealista Óscar Domínguez, entre otros, estudiaron en una ciudad que parecía llamar ya desde entonces a aquellos amantes del saber. Todo ello una diminuta urbe que creció tras la desaparición de la laguna que cubría hoy sus calles. Hoy con un ritmo animado, con el caminar pausado de sus lugareños, La Laguna regala ambiente de colores modernos y pasados en su envolvente atmósfera.