FEISMO; BAÑERAS, SOMIERES, CATEDRALES Y CENTROS COMERCIALES
Por Joaquín Castro, juez sustituto.
Feísmo: en el DRAE aparece definido el feísmo como la tendencia “artística o literaria que valora estéticamente lo feo”; también puede encontrarse este término definido como el conjunto de “construcciones u obras humanas que degradan de algún modo su entorno”; [sssbien es cierto que no existe todavía un acuerdo generalizado acerca de cómo aplicar el vocablo en este contexto, por ser de reciente extensión e impreciso como concepto, aunque su uso se ha extendido entre cierto grupo de expertos en urbanismo y arquitectura. Y es una realidad palpable en materia de decoración: la ornamentación desproporcionada o incongruente, los remates aberrantes, que se colocan en las interiores de las viviendas, en las fachadas y en los jardines en busca de originalidad o distinción, en recuerdo de cuestiones peregrinas (como los años de emigración en las casas de indianos, con palmeras en jardines gallegos; o por puro impulso religioso, como la ermita que una congregación católica ha construido en la calle Serrano, de Madrid, casi al cruce con la calle María de Molina), o como simple y lisa ostentación es todo ello un hecho que, lenta pero continuadamente, comienza a resultar intoxicante: la realidad que nos rodea es ciertamente fea.
Es algo que se percibe por cualquiera que haya tenido la oportunidad de visitar otros países de nuestro entorno, desde Francia o Suiza a Austria o los Países Nórdicos: el feísmo, como fenómeno extendido, no existe. En todos estos países, y en general en toda Europa Occidental, no hay ni trazas de este problema. ¿Quién no ha hecho una excursión al campo (al campo español, se entiende) y ha visto, en mitad de un prado, una bañera utilizada como abrevadero? ¿alguien ha visto alguna vez un prado en Holanda, Inglaterra o Alemania en el que la cancela de acceso esté hecha con un somier? Bien es cierto que, al fin y al cabo, somos un país que durante décadas consideró moderno el tejado de fibrocemento (la chapa de uralita, para entendernos). El fibrocemento era progreso.
Aunque quizá hablar de tejados de uralita sea llevar el tema hacia la arquitectura, y la idea de este artículo es hablar de decoración, y quizá convenga no hacer perder a nadie el tiempo, así que vayamos directamente al paradigma del feísmo: el centro comercial Plaza Norte 2, situado en la localidad de San Sebastián de los Reyes, el cual se presenta en su página web como el mayor centro comercial de España; en dicha página web se lee lo siguiente: “El proyecto ha sido realizado por el gabinete de arquitectos Chapman Taylor Partners de Londres, con experiencia en sectores diversos, desde centros comerciales hasta la Terminal 3 del aeropuerto de Heathrow, pasando por un intercambiador subterráneo en Colonia”. Ay, dios bendito: acreditados profesionales de la arquitectura, capaces de desarrollar proyectos de evidente complejidad como es una terminal aeroportuaria, han cooperado en lo que ha acabado siendo un espectacular ejemplo de feísmo. Demos la palabra al propio centro comercial: “las lámparas, los detalles de exclusivo diseño y los suelos en mármoles de primera calidad, junto con su impresionante cúpula de 35 metros de altura situada en la plaza central, son una extraordinaria tarjeta de presentación para un magnífico Centro Comercial. (cif. www.plazanorte2.com)”
Y es que algo gordo ha pasado: lo feo no es patrimonio de pobres, no es consecuencia del subdesarrollo, de la falta de cultura o de cualesquiera excusas que se quieran poner: el mayor centro comercial del país, en el que no se ha escatimado en medios para su edificación, ha seguido, a la hora de la decoración criterios literalmente catedralicios. Del mismo modo que las antiguas catedrales se decoraban con el afán de potenciar su efecto religioso, provocar congoja ante el poder de Dios, para decorar el interior de la que es la catedral del consumo se ha eleigo lo más disparatado que pueda caber en el interior de un recinto con el único afán de apabullar, de provocar la asfixia o incluso la muerte por exceso de lujo: lámparas decimonónicas de un tamaño desmesurado, mármoles de colores en los suelos, molduras en latón dorado… el metropolitano de Moscú mezclado con el interior de un casino de Las Vegas, Nevada. Es un hecho: todo brilla en Plaza Norte 2.
Repito: lo feo no es patrimonio de pobres, no es consecuencia del subdesarrollo, de la falta de cultura o de cualquier otra penosa excusa. Quien tiene el poder, quien dispone de dinero para construir un proyecto de estas dimensiones, considera que está bien, que es bonito un sitio así. Es la misma sensación que invade al visitante del Valle de los Caídos: Franco o no, memoria histórica o no, lo primero que viene a la cabeza, mientras se avanza por el interior de la basílica es “pero, ¿qué majadero pudo pensar que esto es bonito?”. Antonio Muñoz Molina, en un artículo reciente, acaba de escribir que “lo que se ve, además, es que en todos estos años, sin que nos diéramos mucha cuenta, nos ha ido rodeando e invadiendo un océano de fealdad, un océano que ocupa desde los paisajes que parecían más deshabitados o remotos hasta el corazón de las ciudades. Es una fealdad pública y también privada; una fealdad a escalas inmensas y en tamaños reducidos y no por eso menos viles”; y esto es un hecho, y es cierto lo que dice el señor Muñoz Molina, y es tan masivo que quizá haya que ir advirtiéndoles de que afilen sus lápices, porque quizá haya que ir pensando en redactar la nueva definición de feísmo. La que he citado al inicio de este artículo está ampliamente desbordada. No es por asustar a nadie, pero si alguno de ustedes aún tiene cierto aprecio por la belleza, que lo sepan: en este tema, hemos pasado a Def Con 3.