La fuerza tranquila del albariño

Por Joan Gómez Pallarès
De Vinis 

Se llama Todd Blomberg, viene de California, donde entró en el mundo del vino a través de la bioquímica y la comercialización. Vive en Galicia y no es por casualidad. Es por amor. Por amor a una mujer, por supuesto. Pero también (y desde que le conozco y he podido charlar con él, en una proporción no baja) por amor a la cepa albariño. Tres años de viajes por Europa le ofrecieron una conclusión fundamental y tres alternativas: si quieres hacer un gran vino blanco natural (que él llevaba en la cabeza), necesitas, también, una acidez natural elevada, buenas tierras y cierto frescor (te lo dé el clima o el agua cercana o, lo mejor, ambos). Él descubrió el riesling del Mosela, el pigato de Le Cinque Terre (Portofino) y el albariño de Rías Baixas. El otro amor hizo el resto…y a los que amamos los blancos gallegos, nos tocó la lotería. Las primeras botellas en las que descubrí su mano fueron las de Zárate. Tras da viña me hizo girar la cabeza y descubrir (junto con otros ilustres agricultores de la DO) que el vino hecho con albariño tiene un potencial de guarda que casa poco con la imagen habitual que tenemos de él.

Tras su trabajo en esa bodega, Todd pasó a dirigir (desde 2007) los proyectos de Sucesores de Benito Santos. Las páginas de este cuaderno tienen varias anotaciones de sus vinos, ya en Benito Santos, y yo no suelo repetirme…pero es que hace unos días conocí al individuo tras la botella. Y eso es, como siempre, lo más importante que uno puede hacer para conocer de verdad qué hay en un vino. Todd lo confiesa sin rubor: ha necesitado cinco años (la de 2011 es su quinta cosecha) para empezar a entender sus viñedos. Lo demostró, con botellas claro. Los amigos de Vino Artesano (que comercializan dos de sus etiquetas, ¡ésta a 9,5€!) aprovecharon su estancia en Barcelona para montar una vertical con las cuatro cosechas en el mercado de Igrexario de Saiar, 2007-2010. Es emocionante de veras comprobar cómo describe las cosechas en las Ha del Saiar (tierras arenosas y francas, 200 m sobre el nivel del mar), cómo relaciona clima con fermentación, cómo el proceso de la conversión en vino sigue unos criterios cada vez más sencillos porque se ha llegado a la convicción de la mínima intervención enológica. Y sobre todo, es emocionante ver cómo progresa el vino. Fermentación espontánea y natural. Empieza y termina cuando quiere. Levaduras naturales. Control de temperatura (ese es el único artificio mecánico). Un trasiego. 3/4 meses con las lías finas. Otro trasiego. Botella y punto. 2007 muestra un albariño maduro pero que no lleva muy bien mucho tiempo en copa y el oxígeno. No es un vino, el Igrexario de Saiar, pensado para la guarda aunque alguna añada (2010 seguro) dará alegrías con 3/4 años de botella. 2008 apunta maneras pero la maduración llegó tarde, con acidez más justa, y el tartárico (y alguna bacteria, me temo, por lo menos en esa botella) se nota en nariz y en boca. 2009 maduró casi demasiado rápido y hubo que vendimiar a toda prisa  y bastante antes de lo habitual (11 de septiembre). Una gran fruta, sin duda, pero hizo un 20% de fermentación en fudre, con posterior maloláctica, y la mezcla resiente algo el conjunto. 2010 es el año. Sin más. Hubo paciencia y suerte con el clima, cada bloque de viñedo fue vendimiado en su momento justo y Todd volvió a la idea básica: en Saiar el albariño se expresa a través de su acidez y ésta manda sobre la maloláctica. Es la mejor fruta, sin duda. Y su mejor Igrexario de Saiar, también. Un gran albariño con frescura enorme en boca, con aires de melocotón y de citronela, largo y persistente, también en nariz. El más redondo.

Todd Blomberg, ahora lo tengo claro, es la fuerza tranquila de Salnés. Firme en sus convicciones (mínima intervención tanto en el campo como en la bodega: que la tierra y la uva hablen por él), permeable a seguir aprendiendo (junto a sus cepas) de aciertos y errores y con una capacidad enorme para trasladar a la botella ese conocimiento y el poder y bondades del albariño en pureza. Todd me recuerda un poco al «hombre tranquilo» de John Ford: esa mezcla insuperable de fuerza, temperamento, pasión, sabiduría y tranquilidad, paciencia y amor por el terruño y por sus gentes. Le costará un poco, quizás, pero este hombre ha encontrado su tierra y su uva. Al tiempo.

 

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